Sentir a través de una mente que se resistía era una nueva experiencia. Bahram requirió un largo momento de introspección.
NO, NO PODEMOS.
Sorpresa y alarma por parte de Bahram. Chan sintió la mente de Mondrian alzarse poderosamente contra ellos. Tenía más fuerza de lo que había creído posible. Bahram retrocedía ante la intensidad de la emoción que encontraba.
—NO PODEMOS ENTRAR EN CONTACTO CON ÉL... HAY UN BLOQUEO... INAMOVIBLE... PERMANENTE... PROFUNDAMENTE ENRAIZADO.
¿PODÉIS SOBREPASARLO? Nimrod añadía todos sus recursos mentales al esfuerzo.
NO. LE DESTRUIRÍA TOTALMENTE. ESTÁ ENTERRADO BAJO TODOS LOS NIVELES ACCESIBLES.
S'greela y Chan agarraban a Mondrian con fuerza. No se resistía físicamente, pero su mente bullía y quemaba, rehusando todo contacto con las mentes colectivas. Bahram lo intentó de nuevo, sintiendo un nuevo camino. Chan sintió repugnancia al alcanzar el bullicio de las intenciones ocultas en la mente de Mondrian.
BUSCAD LA ORDEN PARA ABORTAR LA DESTRUCCIÓN DE LA NAVE dijo Nimrod.
NO PUEDE SER ALCANZADA contestó Bahram. LA DESTRUCCIÓN DE LA NAVE ES INMINENTE.
—¿Debemos destruir a Mondrian? —La mente de Chan se había desconectado parcialmente y añadía ese pensamiento, espontáneo, como un refuerzo individual a las dos mentes colectivas. Tal vez anule la orden de autodestrucción.
—NO... NO... NO... —la sugerencia de Chan produjo una algazara mental de desaprobación.
Sintió la reacción de los Tubo-Rillas al mismo tiempo que la mente grupal lo arrastraba de vuelta. Canalizando la fuerza de la mentalidad, Chan la usó para profundizar más, abriéndose camino en una matriz de pensamientos que se esforzaban y luchaban furiosamente contra él. Le pareció que no conseguía nada. Mondrian no se rendiría.
Chan se obligó a continuar, y por fin alcanzó el bloque de memorias. Era una presencia oscura, confinada, aislada de todo lo demás a su alrededor. Usando todo el poder de Nimrod y Bahram, Chan profundizó más, obligando a un negro bloque de recuerdos ocultos a traspasar la desnuda, delicada fibra de la mente consciente de Mondrian. La oscuridad resistió otro largo instante, y después, bajo la masiva precisión, cedió.
El bloqueo desapareció. Mientras Bahram pasaba a través de él para recoger la orden de anulación y la secuencia del Enlace Mattin, Chan fue capturado por la explosión mental que Mondrian experimentó al encararse al horror de su distante pasado. Hubo un grito de pánico y pura angustia mental que expulsó a Chan del cerebro moribundo hasta su propio mar de consciencia que se desvanecía. La inteligencia de Mondrian fluctuó y se desvaneció, un rescoldo que se apagaba y se hundía rápidamente en la nada.
Las mentes colectivas recogieron a Chan, le arrullaron.
—¿A salvo? ¿Estamos a salvo? —preguntó.
Pero no oyó ninguna respuesta.
—Muerte, muerte —dijo el eco.
Entonces se precipitó en un terror sin límite, sabiendo que aquello era sólo una pálida sombra de lo que había encontrado en el interior de Esro Mondrian.
Por fin, se dejó arrastrar y se hundió en el maelstrón.
31
EN LOS GALLIMAUFRIES
La transición empezaba repentinamente en el nivel ciento veinte de los Gallimaufries. Sobre este punto, había los signos del éxito: apartamentos de moda, luces brillantes, grandes rentas y fácil acceso a la superficie. Por debajo de este nivel, el viajero sólo encontraba guaridas oscuras como el infierno, fugitivos y fracasados.
Chan se acercó al apartamento con cautela, empujando un carro de mano delante de él. Permaneció pensativo un momento en el corredor lleno de basuras y después dejó su carga —¡la única cosa que nadie robaría, ni siquiera allí!— junto a la pared en sombras y se aproximó a la puerta del apartamento. Colocó la mano sobre la unidad de identificación y presionó con fuerza. La luz titiló, y pudo acceder al recibidor interior. Se quedó allí, esperando pacientemente.
Pasó un largo rato. La mujer que por fin abrió la puerta era alta y caída de hombros, y tenía el pelo largo. Se asomó al recibidor. Después de otra pausa, descorrió un grasiento cerrojo con una mano esqueléticamente delgada. Ojos cansados y legañosos le miraron. La mujer suspiró.
—¿Chan? —preguntó, dudosa.
—Soy yo, Tatty —asintió él—. ¿Puedo pasar?
Ella no respondió, pero dio media vuelta y volvió a entrar lentamente al apartamento. Al seguirla, Chan vio los vividos pinchazos púrpura de las dosis de Paradox en sus brazos. Entraron en un pequeño salón. Sin que le dijeran nada, Chan se sentó en uno de los sillones y echó una ojeada a su alrededor. El lugar era un revoltijo de papeles, platos y ropas, el resultado de muchas semanas de no prestar atención a la limpieza.
Tatty se sentó frente a él en una banqueta resquebrajada y le miró fijamente a la cara. Por fin, asintió lentamente.
—Eres tú, Chan. Eres realmente tú. Has cambiado, como decían.
—Todos hemos cambiado —dijo él, con las manos sobre las rodillas—. ¿Qué esperabas, Tatty?
—Oí los rumores. Los Gallimaufries están llenos de historias. Se habla de cómo tú y Leah fuisteis a las estrellas, con Esro Mondrian y Luther Brachis y los alienígenas. Cómo cambiasteis y capturasteis un superser. Dicen que eso lo cambiará todo, ahí afuera y también aquí abajo. Un superser... —Tatty se frotó los ojos.
—Tal vez nos capturó a nosotros. No creas todos los rumores, Tatty. No capturamos nada. Pero tuvimos terribles bajas. ¿Oíste también... hablar de eso?
—Te refieres a Esro —sus ojos tenían un aspecto vidrioso. Salía de un viaje de Paradox—. Sí, lo oí. Y sobre Luther, y la pobre Godiva.
—¿Oíste... las otras cosas sobre ella?
—Ah, sí —por primera vez, Tatty mostró signos de emoción auténtica. Se inclinó hacia adelante— ¿sabes?, si hubiera hecho funcionar mi cerebro, en los días en que tenía cerebro, lo habría adivinado. Vino de ninguna parte y era demasiado buena para ser real. La mujer perfecta, la compañera ideal. Pobre, condenada Godiva. Dios, ¡qué genio era Fujitsu! ¿Cómo descubristeis que era un Artefacto?
—No pudo formar parte de la mente grupal. Pudo ser controlada, sí.., pero no mezclarse con ella. Eso fue una de las pocas cosas buenas que salieron de todo el condenado asunto..., acabó con algunas de mis preocupaciones. ¿Sabes que durante mucho tiempo pensé que yo también era un Artefacto? Era un retrasado de veinte años, con el cerebro intacto. Eso nunca tuvo sentido. Me preguntaba si era humano.
Ella le miró sorprendida.
—¿Quieres decir... que Esro Mondrian no te lo dijo?
—¿Decirme qué?
—Quiso saber de dónde venías. Cuando regresé a la Tierra por primera vez, me pidió que averiguara todo lo que pudiera sobre tu pasado. Y pensé que te había contado lo que aprendí sobre ti —dudó—. Supongo que no te lo dijo. ¿Realmente quieres saberlo?
—Claro que quiero. Incluso un retrasado mental quiere saber por qué lo es.
—No eras retrasado, Chan, y nunca lo serás. Eras un experimento, un experimento que fracasó. Uno de los laboratorios Aguja —no el margrave, él nunca habría tolerado tanta incompetencia—, intentaba crear un superhombre, un espécimen perfecto, física y mentalmente. Fracasaron. No se dieron cuenta de que necesitabas una dosis final de estímulos mentales. Y arrojaron el resultado a los niveles del subsuelo. —Tatty sonrió con tristeza—. ¡Bienvenido al club de los marginados! Pero eres completamente humano. ¿Verdad que es un grupo asqueroso?
Tatty se recostó en el asiento y cerró los ojos. Su cara era gris y huesuda. Chan no veía en ella más que el espectro envejecido de la mujer que había conocido en Horus.
—¿Quieres saber lo que le sucedió a Mondrian? —preguntó por fin.