Los tiempos habían cambiado. A pesar de que Miranda hacía una mueca cada vez que Ashley gemía, ahora lo entendía. ¿Cómo podía juzgarla con tanta dureza por su miedo?
Era el mismo miedo que se apoderaba de ella, que le reptaba por la espalda, paso a paso, minando su determinación.
Tendría que haber seguido. A la larga, Larsen las habría alcanzado. Pero quizá no. Ella tendría que haberse quedado con Nick. Si hubiera mirado más detenidamente, quizás habría encontrado un lugar mejor donde ocultarse. O se habría quedado en la barraca, esperando a que él entrara.
Tenía que dejar de dudar de sí misma. Su miedo aumentaba porque él se acercaba.
Maldita sea, ¿dónde estaba? Ya tendría que haber aparecido.
Seguro que no cometería el error de pasearse por el centro de la quebrada. No, seguiría sus huellas, se mantendría cerca de los árboles para contar siempre con el elemento sorpresa. Miranda había sembrado de huellas falsas en el lado norte de la quebrada, en la ribera opuesta a donde se escondía ahora.
Suponía que, gracias a su camuflaje, Larsen se confundiría con la vegetación. Con todos los músculos endurecidos por la tensión, esperó, sin dejar de escudriñar.
Allí.
Un movimiento a su izquierda. Leve. Justo frente al escondrijo de Ashley. Miró y no vio nada. Quizás era la lluvia la que distorsionaba su visión periférica.
La luz estaba a punto de desvanecerse del todo bajo los cielos grises. La visibilidad era mínima. La trampa era una mala idea. No lograría distinguirlo.
Pero quizá funcionaría. Él pasaría de largo, y ella y Ashley se quedarían quietas hasta que llegara Quinn.
Sí. Eso sería lo mejor.
Lejos, a su izquierda, percibió un movimiento. Joder. ¡Ashley! Baja la cabeza. Quédate quieta. ¿Acaso no había escuchado sus instrucciones? No te muevas. Quédate agachada. Ni siquiera mires.
Justo delante de ella, a unos doce metros, lo vio. Estaba totalmente quieto. Ella había dejado una huella que seguía unos sesenta metros más allá de su escondrijo, antes de volver atrás. ¿Por qué se había detenido ahí? ¿Había oído algo? ¿Olido algo?
¿Había visto a Ashley en el interior del árbol podrido donde Miranda la había escondido?
Mierda. ¿Qué lo había alertado?
Empezó a entrarle el pánico. Era imposible que supiera dónde estaban escondidas. Ni ella ni Ashley.
Por favor, Ashley, no te levantes. No hagas ruido, por favor. Larsen escuchaba. Estaba tan quieto que si Miranda no hubiera sabido que se encontraba ahí, se habría preguntado si no se lo había imaginado. Pero lo había visto por un instante y, si enfocaba, distinguía su silueta.
¡Corred! ¡Corred!
No, esta vez no echaría a correr. Se quedaría ahí mismo, detrás de las rocas más bajas. Estaba tendida sobre el vientre, mirando desde arriba. Observando, con la mira puesta en el Carnicero. Estaba demasiado lejos para tenerlo como blanco seguro. Y no podía permitirse errar. Un solo disparo perdido y él daría media vuelta y vendría a por ellas. Sabiendo dónde estaban.
Sigue adelante, Larsen. Sigue.
Su plan era volver sobre sus pasos una vez que Larsen pasara. En los diez minutos que había tenido para planearlo, decidió que la mejor trampa consistía en no dejarse atrapar. Que él pasara y entonces ellas volverían lo más rápido posible adonde estaba Nick. En algún momento, antes de llegar a él, se encontrarían con Quinn y los demás.
Su primera responsabilidad era proteger a Ashley, no capturar al Carnicero. Sin embargo, a pesar de ese miedo, quería detenerlo. Ahora. No darle ninguna oportunidad más de hacerle daño a una mujer.
Pero su trabajo le exigía que sacara a Ashley del monte y la pusiera a salvo, y ella se lo tomaba muy en serio.
Sigue adelante. ¡Venga, venga! ¡A qué esperas!
Él se quedó quieto, sin mover ni un músculo. ¿Por qué?
Aunque no veía a Ashley, Miranda percibía su pánico.
Todo ocurrió como a cámara lenta. Ashley asomó la cabeza fuera del tronco. Y volvió a ocultarse.
Larsen se giró completamente y se quedó mirando el tronco. Levantó el rifle.
Ashley gritó y salió arrastrándose del árbol muerto. Miranda apuntó con su pistola a Larsen. Éste puso una rodilla en tierra y giró su rifle hacia Ashley.
Miranda disparó una, dos, tres veces.
Larsen cayó al suelo. ¿Le había dado?
Ashley volvió a gritar y Larsen se arrastró por el suelo apoyándose en los antebrazos. Hizo girar el rifle y le disparó a Ashley.
– ¡Ashley, agáchate! -gritó Miranda, al tiempo que disparaba tres veces más contra Larsen. Pero él ya se había echado a rodar, lejos de su alcance y desapareció detrás de una roca.
¡Mierda! ¿Dónde se había metido?
Ashley llegó dando tropezones al punto donde se escondía Miranda.
– Lo siento, lo siento. Creí que me había visto. Y que tenía que correr. Lo siento.
– Shh. Calla.
– Lo siento.
– Cállate -ordenó Miranda. Tenía que pensar. Se quedó mirando la roca, a unos doce metros. La visibilidad era tan escasa que no podía ver más allá. ¿Se había parapetado al otro lado? ¿Intentaría cogerlas por la derecha? ¿Por la izquierda? ¿Por atrás?
Él tenía que saber dónde estaban. Pero Miranda no se atrevía a moverse.
Lo esperaría. No tenía otra alternativa
Capítulo 34
Pasó un minuto.
Miranda no se movió. Apenas se atrevía a respirar. El único ruido que oía aparte del golpeteo constante de la lluvia eran los temblores de Ashley.
Barrió el bosque con la mirada. Alerta a cualquier movimiento. A algo que le dijera dónde se había metido.
Nada.
Pasó otro minuto.
Sintió el miedo en la boca, un sabor repugnante que le dio ganas de escupir. Pero no se atrevió a abrirla. El pecho se le iba encogiendo mientras sus ojos iban de un lado a otro, sin parar.
Se sentía como un animal paralizado por un terror atávico. Incapaz de moverse, incapaz de salvarse. Finalmente moriría ahí, como un cordero esperando al matarife. Impotente.
No. No morirás sin pelear.
– Ashley -murmuró al oído de la chica-, bajaré arrastrándome hasta el arroyo.
– ¡No!
– Shh. -¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba a esa chica? ¿Acaso no entendía que la presa debía guardar silencio? Sobre todo, silencio.
Miranda empezaba a perder la sangre fría. Contrólate.
– Voy a…
Oyó la descarga seca de un rifle al mismo tiempo que un trozo de la roca donde se escondía se hizo añicos junto a su cara. Ella pudo ahogar un grito, pero Ashley no.
– ¡No! -chilló Miranda cuando Ashley se incorporó de un salto y comenzó a correr ladera abajo.
¡Chas, chas!
Ashley tropezó y rodó por el suelo.
¡La ha matado! ¡Dios mío, no!
Miranda comenzó a arrastrarse cerro abajo sobre el vientre, reduciendo el tamaño del blanco, y vio que Ashley se movía. No estaba muerta. La caída le había salvado la vida. Por el rabillo del ojo, percibió un movimiento. Se giró y apuntó hacia abajo. Él estaba en parte cubierto por las rocas, así que también estaba tendido.
Ahora levantó el rifle.
Ashley se incorporó y echó a correr.
Miranda disparó una vez para distraer a Larsen. La bala rebotó justo a sus pies, pero él ni se inmutó.
Iba a disparar a Ashley por la espalda. Tal como había hecho con Sharon.