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Mientras grababan, había llegado un proveedor de alimentos que ya tenía dispuesta la comida sobre una mesa larga que estaba en el salón: camarones a la parrilla, pilaf de arroz y una ensalada. Los músicos se sirvieron y se sentaron en los sofás; las animadas conversaciones giraban, en su mayoría, en torno a la canción que estaba en proceso.

Casey estaba tan emocionada que le resultaba difícil permanecer tranquila en el sofá.

– Esto es realmente increíble, Mac. Nunca me había divertido tanto en mi vida.

Tess sonrió y le aconsejó:

– Es mejor que comas algo, Casey. Todavía tenemos tres horas más de trabajo por delante.

Jack casi no comió. Se quedó en el cuarto de control trabajando en las pistas que ya tenían grabadas.

Tess dejó que Casey charlara con los músicos y se dirigió al cuarto de control.

– ¿Puedo hablar un momento contigo, Jack?

– Claro -respondió él, y le dio la espalda a la consola.

– Me gustaría saber tu opinión -dijo Tess-. Es acerca de la gira. El problema de garganta de Carla no se solucionará pronto. Quiero pedirle a Casey que vaya a la gira para cantar los acompañamientos.

El lo consideró por un momento y luego dijo:

– Es muy joven.

– Pero tiene talento. Y conoce mi música, Jack. Ayer estábamos oyendo mis álbumes viejos y ella los conoce al derecho y al revés. Además, me agrada y nos llevamos de maravilla. ¿Qué opinas?

– Confío en tu intuición, Tess. Me gusta la voz de la muchacha.

Tess volvió al salón y se reunió con los demás. Luego todos regresaron al estudio para la sesión de la noche. Siguieron trabajando dos horas y media más, yendo y viniendo entre el estudio y el cuarto de control. La grababan; la escuchaban; grababan y escuchaban una y otra vez. Por fin, una interpretación pareció encender una chispa especial en todos. La tenían: podían sentirlo, y la atmósfera excitante era palpable cuando la grabación terminó. Se terminaron los últimos arreglos después de las diez de la noche, y Jack consideró que el trabajo había terminado por ese día.

CUANDO LLEGARON a casa, la adrenalina aún corría por las venas de Casey. Llamó a su padre de inmediato, desde el teléfono de la cocina, mientras Tess revisaba la correspondencia.

– Papá, ¡fue maravilloso! Me refiero a que cuando oí el sonido a través de los audífonos ¡fue fantástico! ¡Me emocionó muchísimo, tú sabes! -Casey habló durante un largo rato, mientras Tess dejaba la cocina y se dirigía a su estudio. Casi diez minutos más tarde oyó que Casey la llamaba:

– Oye, Mac, papá quiere hablar contigo.

Tess estaba en su oficina, así que tomó ahí la llamada.

– Me habría gustado que hubieras estado aquí. Lo hizo estupendamente. Nuestras voces se oyen muy bien juntas.

Él rió.

– Lo sé. Ella me lo dijo… y me lo repitió una y otra vez.

Fue el turno de Tess para reír. Luego inclinó la silla hacia el frente y apoyó los codos en el escritorio.

– Kenny, quisiera intentar algo. Una de mis cantantes del coro se enfermó de la garganta y no podrá trabajar durante algún tiempo. Me gustaría que Casey fuera a la gira de conciertos conmigo a finales de junio.

Se hizo el silencio en la línea.

– Vas demasiado rápido con ella, ¿no lo crees?

– Sí -reconoció Tess con sinceridad-, pero se sabe palabra por palabra cada canción que he grabado, y no sólo eso, sino que conoce los coros a la perfección.

Volvió el silencio. Después de un largo rato, él dejó escapar un suspiro y, luego, permaneció callado.

– Comenzaremos la gira de conciertos en Anaheim, el veintiocho de junio. ¿Puedes imaginar a tu hija cantando para dieciocho mil personas? Tengo esta fantasía, Kenny -continuó ella-. Quisiera verte sentado en primera fila en la primera representación en público de Casey, y que luego vayas a felicitarla tras bambalinas y bebas champaña con nosotras. ¿Qué opinas?

– Me tomaste por sorpresa.

– Piénsalo. Tal vez también pudieras llevar a mamá. Quizá asistiría si puede viajar contigo y Faith.

– ¿También Faith? ¿Quieres que Faith asista?

– Bueno, no, no en particular; pero, ¿cómo podría enviarte boletos a ti y a ella no?

– Tess, escúchame… es sólo que… no sé qué decir.

– Di que sí, Kenny, para que pueda pedírselo a Casey con tu bendición.

– Muy bien, estoy de acuerdo, claro. Dios mío, pero, ¿qué estoy diciendo?

Tess sonrió.

– Entonces de acuerdo -dijo con voz notablemente emocionada-. No hagas compromiso para el veintiocho de junio y te veré en Anaheim. No te preocupes. No dejaré que nada le suceda a Casey. Amo a esa niña.

– ¡Ah! A ella la amas, pero a mí no.

– Yo no dije tal cosa. Buenas noches, Kenny.

– Buenas noches, Tess.

Ella sonreía cuando colgó el auricular. Y, en realidad, estaba segura de que lo amaba.

LA SEGUNDA sesión transcurrió tal y como Tess lo esperaba. La voz de Casey se mezclaba tan bien con las de las otras dos cantantes del coro que no hubo duda alguna respecto a que era la elección correcta. Cuando Jack y el productor de la gira, Ralph Thornleaf, la aprobaron, Tess le preguntó a Casey, a la mañana siguiente, si le gustaría salir de gira a finales de junio. Fue divertido ver cómo se le llenaba de sorpresa el rostro.

– Estás bromeando -dijo, al tiempo que se dejaba caer pesadamente en una silla-. ¿Yo?

– Sí, tú.

Y así comenzó uno de los meses más atareados en la vida de Tess. Junio, por tradición, era un mes muy ocupado en Nashville, que comenzaba con el festival de las Luces del verano: una fiesta callejera de tres días cerca del capitolio. Seguía la Feria de los admiradores: una semana de trabajo intenso durante la cual veinticuatro mil admiradores pagaban por entrar en los terrenos de la Feria estatal de Tennessee para rendir homenaje, de cerca, a sus ídolos, estrecharles la mano y tomarse fotografías con ellos.

Había veces, durante la Feria de los admiradores, en las que Tess daba hasta diez entrevistas en un día. También tenía que dar autógrafos en las tiendas de discos, reunirse con los presidentes de los clubes de admiradores de todo el país, cenar con disc jockeys y, además, sostener reuniones especiales con los directivos de las tiendas de discos.

Era una semana terrible; sin embargo, para Casey era algo nuevo y emocionante. Estaba viendo muy de cerca el duro trabajo que implicaba ser una estrella de la música country y decidió que era, definitivamente, lo que quería ser.

Cuando terminó la Feria de los admiradores, comenzaron los ensayos para el concierto.

El espectáculo de Mac en escena era una extravagancia de luces, vestuarios y equipo, que requería de una docena de minitráilers para transportarse, además de cincuenta empleados. Todos trabajaban duro a fin de preparar la gira, y Casey no era la excepción. Como no tenían mucho tiempo y las jornadas de trabajo eran largas, la joven seguía viviendo con Tess.

Casey llamaba a su padre todas las noches y, al final de cada conversación, él le pedía que lo comunicara con Tess.

Ella le dijo a Kenny que había ordenado a su administrador que le reservara tres boletos en el círculo dorado del concierto de Anaheim para él, Faith y su madre, aunque Mary aún no se había comprometido a asistir. Luego ella le preguntó:

– Asistirás, ¿no es así?

Por un revelador instante, él no dijo nada.

– Iré.

– ¿Y Faith?

– No se lo he pedido.

– ¿Por qué?

– Creo que lo sabes, Tess -respondió Kenny.

– Me alegra -admitió ella-. Reservaré sus habitaciones en el Beverly Wilshire, donde nos hospedaremos Casey y yo. ¡Kenny, estoy tan contenta!

– También yo -aseguró él.

Los días pasaron volando entre ese momento y el concierto de Anaheim. Tess hablaba con su madre casi todos los días para tratar de convencerla de que fuera con Kenny, pero ella insistía: