Tomó la mano de Mary y le dijo:
– Tú entiendes, ¿verdad mamá? Kenny y yo sólo queremos estar a solas unos minutos antes de ir a la iglesia.
– Por supuesto. Iré por mi bolso; después estaré lista para partir.
Cuando se dirigió al dormitorio, caminaba con una cojera apenas perceptible, y Tess y Renee intercambiaron una mirada un tanto sentimental.
– Muchas gracias por estar conmigo esta mañana -dijo Tess.
– No me lo hubiera perdido por nada.
– Ya estoy lista -anunció Mary-. Vámonos, Renee; dejemos que estos dos hagan lo que sea que quieran hacer.
Salieron y la casa quedó en silencio. En el callejón, se cerraron las puertas del auto y se encendió el motor. Luego el coche se alejó. Tess se acercó a la ventana que estaba encima del fregadero y miró hacia afuera. La puerta de la cochera de Kenny estaba levantada y en el interior podía verse la cola de un Mercedes nuevo que ella le había obsequiado como regalo de bodas.
– Bueno, aquí vamos -dijo para sí, y se volvió para ver la cocina de su madre por última vez. Al hacerlo experimentó una inesperada oleada de nostalgia y pensó: "Que nunca cambie. Que siempre pueda volver a casa y encontrarla así, con todo y la carpeta de plástico."
Afuera, en el escalón de la puerta trasera, se detuvo y miró al otro lado del callejón. En menos de cinco segundos, Kenny llegó a la puerta de su casa, vestido con un esmoquin gris con chaqueta de levita. Aun desde lejos su apariencia hizo que el corazón de Tess se acelerara emocionado.
Dos personas encantadas, ataviadas con sus trajes de bodas, iniciando una ceremonia que ellas mismas habían inventado, comenzaron a caminar lentamente por sus respectivos escalones, hasta el callejón, donde se habían reunido tantas veces durante las semanas en que se enamoraron.
Él la tomó de las manos.
– ¡Hola! Te ves… -y se tardó un poco buscando la palabra adecuada- radiante.
– Me siento radiante. Y tú te ves magnífico. Sonrieron; luego él preguntó:
– ¿Estás lista?
– Sí.
Ella bajó la mirada un momento, pensando lo que diría, y luego lo miró a los ojos.
– Yo, Tess McPhail, te tomo a ti, Kenneth Kronek…
– Yo, Kenneth Kronek, te tomo a ti, Tess McPhail…
– Como mi amado esposo por el resto de mi vida.
– Como mi amada esposa por el resto de mi vida.
– Para amarte como te amo hoy, renunciando a cualquier otra persona -dijo Tess.
– Para amarte como te amo hoy, renunciando a cualquier otra persona -contestó Kenny.
– Y compartiremos todo lo que tengamos… las penas y las alegrías, el trabajo y el placer, las preocupaciones y las sorpresas, a tu hija y a mi madre, y todo el amor y el compromiso que se requiera para ver por ellas en el futuro.
Se detuvieron.
– Te amo, Kenny.
– Te amo, Tess.
Él se inclinó y le dio un leve beso. Cuando se enderezó, los dos sonrieron.
– Ya me siento casada -dijo.
– Igual que yo. Ahora hagámoslo para todos los demás.
PARA SORPRESA de muchos, fue una de las bodas más modestas que se hubieran llevado a cabo en la Primera Iglesia Metodista. Algunos esperaban que las estrellas de la industria de la música cantaran en la ceremonia, pero solamente cantó el coro de iglesia, dirigido por la señora Atherton, que ya se había recuperado. Otros pensaban que habría gran cantidad de damas de honor; no obstante, sólo había dos personas: Casey Kronek y Mary McPhail, que sonreían a más no poder. Y cuando la novia apareció, todos trataron de verla, suponiendo que usaría un vestido de boda con valor de varios miles de dólares. Sin embargo, sólo llevaba un sencillo vestido blanco y un tocado de juveniles flores.
La boda de Kenny y Tess tuvo un ligero toque de extravagancia. Entre los invitados se encontraban algunos amigos de Tess que habían volado desde Nashville. Sus nombres eran muy conocidos, y los rostros, famosos. Eran nada menos ni nada más que la flor y nata de la música country.
Aunque su presencia en la boda fue algo notable, más lo fue el que asistiera otra persona: Faith. Kenny y Tess habían decidido que, dada la importancia que había tenido en la vida de Kenny, debían invitarla.
Así que ella se comportó como una dama e hizo lo correcto cuando llegó el momento de las felicitaciones: tomó la mano de Tess y sonrió.
– Felicidades, Tess. En verdad luces adorable -también estrechó la mano de Kenny.
– Kenny, espero que Tess y tú sean muy felices Juntos.
Los novios se marcharon en una limosina blanca en dirección a Current River Cove, donde se llevaría a cabo la recepción, que no fue muy distinta de tantas otras que se habían celebrado en ese lugar. La comida consistió en pollo frito sazonado para paladares sureños. El baile, sin embargo, resultó ser el suceso del año. Tocó la banda de Tess y varias estrellas de Nashville se levantaron para cantar. A la mitad de este espectáculo espontáneo, Judy se enfadó y se dirigió al tocador de damas a grandes pasos, para arreglarse el cabello y fumar.
– Nos presume a todos sus amigos famosos -siseó a dos mujeres que estaban retocando su maquillaje-. Es indignante.
Desde la pista de baile, Tess la observó marcharse y le dijo a su nuevo esposo:
– Allá va Judy en uno de sus arranques de celos.
– ¿Sabes algo, querida? -le comentó él-. Yo creo que nunca lograrás que Judy cambie. Y no vas a permitir que arruine el día de tu boda, ¿o sí?
Ella le dirigió una sonrisa amplia y sincera.
– Por supuesto que no -el amor seguro y constante de su hermana Renee equilibraba los celos de Judy.
Y ahí estaba también su madre… ¡que coqueteaba con Alan Jackson, la famosa estrella de la música country!
Estaba en una mesa, rodeada por sus amigos, que armaban un verdadero alboroto en torno a Jackson.
– Mira a mamá -dijo Tess-. Hace sólo seis meses probablemente me hubiera disculpado con Alan, pero ahora sé que ella es así, y la amo.
Se lo dijo a Mary un poco después, cuando fueron a despedirse de ella, y después se escaparon sin que la multitud que asistía a la fiesta se diera cuenta.
– Ya lo saben muchachos, vengan a casa en cuanto puedan -les recomendó Mary.
– Así lo haremos, mamá -le aseguró Tess al tiempo que le daba un tierno beso.
– Gracias, mamá -dijo Kenny, y conmovió mucho a Mary al llamarla así por primera vez.
Encontraron a Casey y le dijeron que se marchaban. Ella se llevaría el auto de Kenny a Nashville, de modo que él le entregó las llaves y dijo:
– Cuida bien mi Mercedes nuevo.
Ella le dio un beso en la mejilla y respondió:
– Cuida bien a mi nueva madre -luego añadió-: Adiós, mamá Mac. Que tengan una linda luna de miel.
El avión privado de Tess los aguardaba en el aeropuerto para llevarlos a Nashville, donde los esperaba el Nissan.
Tess le dirigió a Kenny una sonrisa tonta y preguntó:
– ¿Quieres conducir a casa?
– ¡Vaya! -exclamó burlón, al tiempo que tomaba las llaves-. Es amor verdadero después de todo, ¿eh?
Hubiera podido pensarse que una estrella millonaria, como Tess McPhail Kronek, elegiría pasar su luna de miel en la más elegante suite nupcial de la ciudad más exótica del mundo, pero ya había pasado demasiado tiempo en hoteles. Su idea del lujo era quedarse en casa.
Cuando llegaron a la casa, él la llevó en brazos hasta el interior. Se detuvieron para besarse en la entrada, antes de que él la bajara. María les había dejado pechugas de pollo con nueces en salsa de brandy, listas para que las calentaran en el horno. La elegante mesa estaba puesta para dos, con velas y una sola rosa blanca. En la sala encontraron algunos regalos de bodas apilados sobre la banca del piano, y en el piso de arriba, las puertas dobles del dormitorio principal estaban abiertas.