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Kenny se detuvo un momento en el umbral, sosteniendo la mano de Tess.

– No puedo creer que viviré aquí contigo.

– A veces yo tampoco puedo creerlo.

– Que seamos tan afortunados, que tengamos todo esto.

– Y también amor. Parece mucho, ¿no lo crees?

Sin embargo, así era; sólo tenían que aceptarlo, así que entraron para iniciar su vida juntos.

Más tarde, después de comer, nadar en la piscina y abrir los regalos, estaban sentados en el suelo, rodeados de envolturas y con un pequeño paquete todavía sin abrir.

– Mamá dijo que lo abriéramos al final -comentó Tess.

– Bueno, pues hazlo.

Ella comenzó a quitar la cinta. Cuando terminó de abrirlo, levantó la tapa de una pequeña caja de cartón y la inclinó hasta que algo se deslizó en la mano: un marco con la foto de Tess y Kenny cuando tenían alrededor de dos y cuatro años de edad, comiendo sandía en los escalones traseros de la casa de Mary, con las rodillas juntas, los pies descalzos y los dedos de los pies sujetos al borde del escalón; tenían el rostro sucio y muy quemado por el Sol, como si hubieran estado muy entretenidos jugando poco antes de que les tomaran la fotografía.

– ¡Oh! -exclamó Tess; se llevó una mano a los labios y sintió cómo las lágrimas se le acumulaban en los ojos mientras volvía la foto para que él la viera-. ¡Oh, mira!

Kenny la miró y también se le hizo un nudo en la garganta.

Tess limpió el cristal, con cariño.

– ¿Crees que hayan planeado este día desde entonces, cuando nos veían jugar juntos?

– Tal vez sabían algo que nosotros ignorábamos.

Se besaron, sintiendo que en cierta forma mágica estaban predestinados a terminar unidos.

– Llamemos a mamá.

Kenny sonrió y se levantó de un salto.

– Sí, vamos.

Tomaron la foto y fueron juntos al teléfono a despertar a Mary para agradecerle y decirle lo felices que eran. Luego pensaron que también tenían que llamar a Casey, sólo para darle las buenas noches y recordarle que la amaban.

Cuando por fin subieron a la habitación, se llevaron la fotografía y la colocaron en la mesa de noche, donde estaría cuando despertaran por la mañana.

Y la mañana siguiente, y todas las demás.

Y a menudo, cuando la contemplaran en el futuro, uno de ellos diría lo mismo que dijo Casey aquella mañana en el hoteclass="underline"

– Parece como si hubiera sido algo predestinado.

Y el otro sonreiría.

Porque no era necesaria ninguna otra explicación.

LAVYRLE SPENCER

LaVyrle Spencer obtuvo la inspiración para su última novela de su eterno amor por la música: toca el bajo. Para que todos los detalles fueran correctos, se entrevistó con la estrella de música country Reba McEntire, e incluso asistió a una sesión de grabación. Una vez que la historia tomó forma, Spencer tuvo otra idea: "Pensé que sería divertido tener un tema musical que fuera con el libro." Así que compuso una melodía y la cantará en la versión en casete de Una chica de pueblo. ¿Se estará iniciando una nueva carrera?

¡Cuidado Nashville!

***