-Mike es un ntimo colaborador. Va conmigo a todas partes.
-Ya, comprendo. Pero me causa la impresin de estar siempre enfurruado, ese muchacho. Pero, en fin, mi jefe me ha dicho que usted y yo hablramos a solas, si no le importa.
Kurtz se volvi y dijo algo en hebreo a Litvak. Litvak se rezag hasta quedar lo bastante distanciado para no poder or a los otros dos. Y, entonces ocurri una cosa extraa, que ni Kurtz ni Picton hubieran podido explicar, incluso en el caso que hubieran reconocido que verdaderamente haba ocurrido, cosa consistente en que se form entre los dos un indefinible ambiente de compaerismo, tan pronto quedaron mano a mano.
La tarde era gris y ventosa. Pincton haba prestado a Kurtz un chaquetn de gruesa tela, que le daba cierto aspecto de perro de aguas. Y Picton llevaba un capote del ejrcito. El aire fresco haba oscurecido instantneamente el color de la cara de Picton. En tono arrogante, Picton dijo:
-Ha sido muy decente por su parte el venir hasta aqu, slo para informarnos acerca de esa chica. Mi jefe dar las gracias al buen Misha.
Kurtz dijo:
-Misha quedar sumamente agradecido.
-De todas maneras, la cosa es rara, realmente. Si, es raro que ustedes tengan que darnos pistas sobre nuestros propios terroristas. En mis tiempos, sola ocurrir todo lo contrario.
Kurtz dijo algo tranquilizante acerca de los ciclos histricos. Pero Picton no tena sentido potico. Picton dijo:
-La operacin es ntegramente de ustedes. Las fuentes son de ustedes y los gritos sern los suyos. Mi jefe se muestra inconmovible en este punto.
Dirigiendo una mirada de soslayo a Kurtz, Picton aadi:
-Nuestra misin es estarnos quietos y no hacer nada, salvo lo que ustedes nos digan.
Kurtz dijo que, en los presentes tiempos, lo ms importante era la colaboracin. Durante un segundo Picton caus la impresin de que fuera a estallar. Se le dilataron los amarillentos ojos, la barbilla se le hundi en el cuello, y qued all hundida. Pero, en vez de estallar, y quiz para calmarse un poco, Picton encendi un cigarrillo, ponindose de espaldas al viento y protegiendo la llama con sus manazas de jugador de cricket.
Mientras apagaba la llama, Picton dijo con marcadsimo sarcasmo:
-De momento, quiz usted quede pasmado si le dijo que podemos confirmar sus informes. Berger y Mesterbein efectuaron el viaje en avin desde Orly a Exeter, y al llegar al aeropuerto de Exeter cogieron un automvil de la Hertz, sin chfer, con el que recorrieron cuatrocientas veinte millas. Mesterbein pag mediante una tarjeta de crdito de la American Express, a su propio nombre. No s dnde esos dos pasaron la noche, pero supongo que usted me lo dir a su debido tiempo.
Kurtz mantuvo un virtuoso silencio. Picton prosigui en el mismo tono de forzada indiferencia:
-En cuanto a la seora en cuestin, usted quedar igualmente pasmado al saber que, en la actualidad, est trabajando como actriz, en lo ms profundo de Cornualles. Trabaja con un grupo de teatro clsico, que se llama Los Herejes, lo cual me gusta, pero claro, esto a usted no le importa, verdad? En el hotel en que se aloja nos han dicho que un hombre con las caractersticas de Mesterbein la fue a buscar despus de la representacin, y que la seora no regres hasta la maana siguiente. Por lo que dicen, esta seora en que usted est tan interesado, es realmente una fantica del catre.
Picton hizo una pausa monumental, por la que Kurtz fingi no quedar afectado. Picton prosigui:
-Entretanto, me veo en la obligacin de comunicarle que mi jefe es un caballero y un militar, y que le proporcionar a usted cuanta ayuda necesite. Est agradecido a ustedes. Si., mi jefe est agradecido y conmovido. Tiene un punto flaco por los judos, y estima que ha sido muy noble por su parte el venir aqu y ponernos alerta y sobre la pista de esa seora.
Picton dirigi a Kurtz una malvola mirada, y dijo:
-Mi jefe es joven, sabe usted? Es un gran admirador de la nueva y hermosa patria de usted, prescindiendo de cierta clase de accidentes, y no est dispuesto a prestar odos a ciertas malvolas sospechas que yo albergo.
Picton se detuvo ante un gran barracn de color verde, y con el bastn golpe la puerta de hierro. Un muchacho con zapatillas para practicar atletismo y un mono de deporte les abri la puerta de lo que result ser un gimnasio vaco. Probablemente para explicar el ambiente de desolacin, Picton dijo:
-Sbado.
Y se lanz a efectuar una irritada inspeccin del lugar, ya echando una ojeada a los vestuarios, ya pasando su grueso dedo por las paralelas, a ver si haba polvo en ellas.
En tono acusatorio, Picton dijo:
-Segn parece, han vuelto ustedes a bombardear campamentos. Esto es idea de Misha, no es cierto? Misha es incapaz de matar pulgas con el pulgar, si es que puede matarlas a caonazos.
Kurtz comenz a explicar, con toda sinceridad, que los procesos de toma de decisin en los ms altos niveles de la sociedad israelita, siempre haban sido un tanto misteriosos para l. Pero Picton no estaba dispuesto a escuchar contestaciones de este tipo, y dijo:
-Pues bien, a Misha esto no le va a dar buenos resultados, ni mucho menos. Ya puede usted decrselo de mi parte. Esos palestinos se vengarn, y no les van a dejar en paz hasta el fin del mundo.
En esta ocasin, Kurtz se limit a sonrer y a menear la cabeza con expresin de incredulidad ante los extraos giros del destino. Animado slo por simple curiosidad, Picton pregunt:
-Misha Gavron era Irgun, verdad?
Kurtz le corrigi:
-No. Era Haganah.
-Y usted qu haca, en aquel entonces?
Kurtz fingi el tono de tmida lamentacin de los perdedores:
-Afortunadamente o no, comandante, nosotros, los Raphael, llegamos a Israel demasiado tarde para resultar molestos a los ingleses.
Picton dijo:
-Oiga, no me torne el pelo! S perfectamente de dnde Misha Gavron se saca a sus amigos y colaboradores. Yo fui quien le dio a Misha el maldito cargo que ahora tiene!
Con su sonrisa a prueba de bombas, Kurtz dijo:
-Lo s. El mismo me lo dijo.
El muchacho vestido para practicar atletismo mantena abierta una puerta. Los dos hombres la cruzaron. En una larga vitrina haba una coleccin de armas caseras, destinadas a matar en silencio: un picaporte erizado de pas, una vieja aguja de sombrero muy herrumbrosa a la que le haban aadido un mango de madera, jeringuillas fabricadas en casa, un torniquete para dar garrote
Despus de mirar nostlgicamente estos instrumentos durante unos instantes, Picton dijo al muchacho:
-Las etiquetas estn borrosas. A las diez en punto del lunes quiero ver etiquetas nuevas, o de lo contrario te meto un tubo. T vers.
Picton sali de nuevo al aire libre, mientras Kurtz caminaba cortsmente a su lado, y la Seora O'Flaherty, que haba esperado en el exterior, se pona a seguir a su amo, rozndole los talones.
Como el hombre que se ve obligado a ceder, en contra de su voluntad, Picton dijo:
-Bueno, qu quiere usted? Y no me diga que ha venido para entregarme una carta de amor de mi viejo camarada Misha, porque no le creer. De todas maneras, dudo mucho que le crea, diga lo que diga. Es muy difcil que gentes como usted me convenzan de algo.
Kurtz sonri y mene la cabeza en gesto indicativo de lo mucho que le diverta el ingenio ingls de Picton. En el tono de un simple mensajero, Kurtz dijo:
-Bueno, seor, Misha estima que en este caso una simple detencin resultara improcedente, habida cuenta, como es natural, lo muy delicadas que son nuestras fuentes de informacin.
Feroz, Picton dijo:
-Pues yo pensaba que sus fuentes de informacin eran buenos amigos.
Sin dejar de sonrer, Kurtz prosigui:
-E incluso en el caso de que Misha accediera a que se efectuara una detencin con todos los formalismos, se pregunta qu acusaciones se formularan contra la seora en cuestin, y ante qu autoridad judicial. Quin puede probar que los explosivos iban ya en el automvil, mientras esta seora lo conduca? La seora dir que los explosivos fueron cargados en el automvil despus. Y, con ello, nos quedamos con un caso de poca importancia, en el que la mxima acusacin sera la de conducir un automvil al travs de Yugoslavia, con documentacin falsa. Y dnde est esa documentacin? Quin puede demostrar que realmente existi? Sera un caso muy endeble.