-Prueba con la Perrera de Battersea -le aconsej Charlie. Pero cuando regres a su piso, all estaba el viejo y horrible Al en el telfono, en estado de histeria alcohlica.
-Vente para aqu ahora mismo, mujer. No hables; limtate a venir ya.
Fue, sabiendo que era ms de lo mismo, sabiendo que ya no haba rincn de su vida que no estuviera ocupado por el peligro.
Al se haba instalado en lo de Willy y Pauly, que despus de todo no iban a separarse. Lleg y descubri que haba convocado a todo un club de admiradores. Robert haba llevado a una novia nueva, una idiota con los labios pintados de blanco y el cabello color malva, llamada Samantha. Pero, como de costumbre, era Al quien dominaba la escena.
-Y t puedes decirme lo que quieras! -aullaba cuando ella entr-. Es esto! Es la guerra! Oh, s, lo es, y la guerra total, ya que estamos en eso!
Sigui gritando hasta que Charlie le grit a class="underline" que se callara y le contara lo que haba pasado.
-Lo que ha pasado, chica? Lo que ha pasado? Lo que ha pasado es que la contrarrevolucin ha disparado sus primeras salvas, eso es lo que ha pasado, y la diana era este maldito idiota.
-Cuntamelo en maldito ingls! -chill Charlie, pero estuvo a punto de volverse loca antes de poder sacarle los hechos.
Al estaba saliendo de esta taberna, cuando esos tres gorilas cayeron sobre l, dijo. Uno o hasta dos y hubiera podido enfrentarlos, pero eran tres y tan duros como el maldito Pen de Brighton, y trabajaron sobre l en equipo. Pero no fue hasta que le metieron en el coche policial, medio castrado, que comprendi que los cerdos le detenan basndose en un cargo de indecencia amaado.
-Y sabes de qu queran hablar realmente, no? -y la amenaz con su brazo-. De ti, chica! De ti y de m y nuestra maldita poltica,!oh, s! Por casualidad no habra entre nuestros conocidos algunos amigables activistas palestinos? Mientras tanto, me dicen que me abr la bragueta delante de un bonito nio cobrizo en el bao de caballeros del Rising Sun e hice con la mano derecha movimientos como si me masturbase. Y cuando no estn dicindome eso, me estn diciendo que me arrancarn las uas una a una y me darn diez aos en Sing Sing por tramar complots anarquistas con mis amiguitos maricas de las islas griegas, como Willy y Pauly. Quiero decir que ya estamos, chica! Este es el da uno y nosotros, en esta habitacin, somos la vanguardia.
Le haban golpeado la oreja con tanta fuerza que no se escuchaba hablar, dijo; sus pelotas eran como huevas de ostra y miren el maldito hematoma de su brazo. Lo tuvieron en conserva veinticuatro horas y le interrogaron durante seis. Le ofrecieron el telfono, pero no monedas, y cuando pidi una gua telefnica result que la haban perdido, as que ni siquiera pudo llamar a su agente. Despus, absurdamente, haban dejado caer el cargo de exhibicin indecente y lo haban dejado salir bajo fianza.
Entre los presentes haba un chico llamado Matthew, un aprendiz de contable de mejillas regordetas que buscaba emociones. Y tena un piso. Para su sorpresa, Charlie fue all y durmi con l. Al da siguiente no haba ensayo y ella haba estado pensando en visitar a su madre, pero a la hora del almuerzo, cuando despert en la cama de Matthew, no tuvo estmago para hacerlo, as que la llam por telfono y cancel la visita. Probablemente fue esto lo que decidi a la polica, porque cuando lleg a la puerta del caf de Goa esa tarde, encontr un coche patrulla aparcado junto al bordillo y a un sargento de uniforme parado en la puerta abierta y junto a l el chef, sonrindole con turbacin asitica.
Ha sucedido -pens tranquilamente-. Y ya era tiempo. Finalmente, han dejado el trabajo fino.
El sargento perteneca al tipo de hombre de ojos furiosos y pelo corto que odia a todo el mundo, pero ms que a nadie a los indios y las mujeres bonitas. Tal vez fue este odio el que lo ceg, en ese momento crucial, con referencia a la posible identidad de Charlie.
-El caf est temporalmente cerrado -le espet-. Busque otro lugar.
La afliccin engendra sus propias respuestas.
-Es que ha muerto alguien? -pregunt temerosamente.
-Si es as, no me lo han dicho. Se ha visto a un sospechoso en el local. Nuestros oficiales estn investigando. Y ahora, lrguese.
Tal vez haba estado demasiado tiempo trabajando y tena sueo. Tal vez no conoca la velocidad de pensamiento y movimientos que puede desarrollar una chica impulsiva. En cualquier caso, en un segundo pas bajo su brazo y estuvo dentro del caf, cerrando las puertas detrs de s mientras corra. El caf estaba vaco y las mquinas apagadas. Su propia puerta estaba cerrada, pero escuch el murmullo de voces masculinas. Abajo, el sargento aullaba y golpeaba la puerta. Escuch: Eh, usted. Detngase. Salga. Pero dbilmente. Pens: llave, y abri el bolso. Vio el pauelo de cabeza blanco y se lo puso, un cambio relmpago entre escenas. Despus toc el timbre, dos timbrazos rpidos, confiados. Movi la solapa del buzn.
-Chas? Ests ah? Soy yo, Sandy.
Las voces se acallaron de golpe; escuch unos pasos y un susurro: Harry, rpido! La puerta se abri y se encontr mirando directamente a los ojos de un hombrecito salvaje, de cabello gris y traje gris. Detrs de l, vea las atesoradas reliquias de Michel dispersas por todas partes, la cama deshecha, los psters en el suelo, la alfombra enrollada y las tablas del piso retiradas. Vio una cmara boca abajo y un segundo hombre mirando por el visor y debajo varias de las cartas de su madre. Vio cortafros, cortapapeles y su aspirante a amante del cine con sus gafas de abuelita, arrodillado entre una pila de sus lujosas ropas nuevas, y supo de una sola mirada que no estaba interrumpiendo la investigacin, sino la irrupcin misma.
-Busco a mi hermana Charmian -dijo-. Quin demonios son ustedes?
-No est aqu -contest el hombre cano, y ella percibi un ligersimo acento gals y observ marcas de uas en su mandbula. Sin dejar de mirarla, levant la voz hasta un bramido.
-Sargento Mallis! Sargento Mallis, saque a esta dama de aqu y tmele los datos!
Le cerraron la puerta en la cara. Desde abajo llegaba el sonido del desafortunado sargento, que segua aullando. Baj suavemente las escaleras, pero slo hasta el rellano, desde donde se desliz entre montones de cajas de cartn en direccin a la puerta del patio. Tena puesto el cerrojo, pero no estaba cerrada con llave. El patio daba a un callejn y el callejn a una calle donde viva la seorita Dubber. Al pasar junto a su ventana, Charlie golpe y le dedic un alegre ademn de saludo. Nunca sabra cmo se las arregl para hacerlo, de dnde sac el coraje. Sigui caminando, pero detrs de ella no se escucharon pasos ni voces furiosas. Ningn coche fren a su lado. Lleg al camino principal y en algn punto del camino se puso un guante de cuero, que era lo que Joseph le haba dicho que hiciera si la hacan correr. Vio un taxi libre y lo detuvo. Bueno - pens alegremente-, aqu estamos. Fue slo mucho, mucho ms tarde en sus muchas vidas, cuando le pas por la cabeza la idea de que la haban dejado ir deliberadamente.
Joseph haba ordenado que dejara fuera del asunto a su Fiat y, aunque a regaadientes, supo que tena razn. De modo que se movi por pasos, nada apresurado. Estaba tratando de contenerse. Despus del taxi, damos un paseo en bus -se dijo-, caminamos un poco y luego un trecho en metro. Su mente estaba afilada como un hacha, pero tena que poner las ideas en orden. Su alegra no haba disminuido. Saba que tena que controlar con firmeza sus respuestas antes de hacer el movimiento siguiente, porque si estropeaba eso, estropeaba todo el espectculo. Joseph se lo haba dicho y ella le crea.
Estoy huyendo. Me siguen. Cristo, Helg!, qu hago?
Puedes llamar a este nmero slo en caso de extrema emergencia, Charlie. Si llamas innecesariamente, nos enojaremos mucho, me oyes?
S, Helg; te oigo.
Se sent en una taberna y bebi uno de los vodkas de Michel, recordando el resto de consejo gratuito que Helga le haba dado mientras Mesterbein remoloneaba en el coche. Asegrate de que no te siguen. No uses el telfono de amigos o de tu familia. No uses la cabina de la esquina o la de enfrente o la que est calle arriba o calle abajo de tu piso.