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-He adelgazado -le dijo, como una especie de advertencia.

El no contest, pero la estrech an ms para mantener bajo control sus temblores, para absorberlos y hacerlos suyos. Ella pens que siempre haba sabido, pese a sus evasiones y disfraces, que l era esencialmente un hombre bueno, lleno de comprensin instintiva para todos; en la guerra como en la paz, un hombre con conflictos que odiaba causar dolor. Le puso una mano en la cara y se sinti complacida al descubrir que no se haba afeitado, porque esa noche no deseaba pensar que l hubiera calculado nada, aunque no era su primera noche, ni siquiera la quinta: eran viejos amantes apasionados con la mitad de los moteles de Inglaterra a sus espaldas, con Grecia y Salzburgo y Dios sabe cuntas otras vidas adems. Porque de pronto se le hizo evidente que toda esa ficcin compartida no era nada ms que una preparacin para esta noche de hechos.

El retir su mano, la apret contra s y bes su boca, y ella respondi castamente, esperando que l encendiera las pasiones de las que tan a menudo haban hablado. Amaba sus muecas, sus manos. No haba habido manos ms sabias que las suyas. Estaba tocando su cara, su cuello, sus pechos, y ella evit besarle porque deseaba que los sabores se separaran: Ahora est besndome, ahora est tocndome, me desnuda, est en mis brazos, estamos desnudos, estamos otra vez en la playa, sobre la arena rasposa de Mikonos; somos edificios maltratados con el sol iluminndonos desde abajo. El ri y, rodando para separarse de ella, baj el fuego elctrico. Y en toda su experiencia amorosa, ella nunca haba visto nada tan hermoso como su cuerpo inclinado sobre el resplandor rojo, el fuego ms brillante en el que arda su propio cuerpo. Regres a su lado, y, arrodillndose, volvi a empezar desde el principio por si haba olvidado la historia, besando y tocando todo con una posesividad ligera que lentamente perda su timidez, pero regresando siempre a su cara porque necesitaban verse y gustarse el uno al otro una y otra vez y reasegurarse de que eran quienes decan que eran. El era el mejor mucho antes de penetrarla, el amante incomparable que nunca haba tenido, la estrella distante que haba estado siguiendo por todo ese pas podrido. Si hubiera sido ciega, lo hubiera conocido por su contacto; si hubiera estado murindose, por esa triste sonrisa victoriosa que derrotaba al terror y la incredulidad simplemente porque estaba all, frente a ella, por su instintiva capacidad de conocerla y de acrecentar su propio conocimiento.

Despert y lo encontr sentado mirndola, esperando que volviera en s. Haba guardado

todo.

-Es un nio -dijo, y sonri.

-Son mellizos -contest ella y cogi su cabeza y la puso contra su hombro. El empez a hablar, pero lo detuvo con una seria advertencia-: No quiero confesiones -dijo-. Ninguna cobertura ni disculpa ni mentira. Si es parte del servicio, no me lo digas. Qu hora es?

-Medianoche.

-Entonces vuelve a la cama.

-Marty quiere hablarte -dijo l.

Pero algo en su voz y en sus gestos le dijeron que esta ocasin la haba creado l, no Marty.

Era la casa de Joseph.

Lo supo en cuanto entr. Una pequea habitacin rectangular, llena de libros, en una planta baja de algn lugar de Bloomsbury, con cortinas de encaje y lugar para un inquilino pequeo. En esta pared haba mapas del Londres secreto; en aquella otra, un aparador con dos telfonos. El tercer lado estaba constituido por una litera en la que nadie haba dormido; el cuarto era un escritorio de abeto con una vieja lmpara encima. Junto a los telfonos burbujeaba una cafetera y en la chimenea arda un buen fuego. Marty no se puso en pie cuando entr ella, pero la mir y le dedic la sonrisa ms clida y mejor que haba obtenido de l, aunque tal vez fuera porque ella misma estaba viendo el mundo como un lugar agradable. Le tendi los brazos y ella cedi y se entreg a su largo abrazo paternaclass="underline" mi hija, que acaba de regresar de sus viajes. Se sent frente a l y Joseph se acuclill en el suelo, al estilo rabe, de la misma manera en que se haba acuclillado en lo alto de la colina cuando la hizo acudir a su lado y le dio instrucciones sobre el arma.

-Quieres escucharte a ti misma? -la invit Kurtz, sealando un grabador que tena a su lado. Ella mene la cabeza-. Charlie, estuviste fantstica. No la tercera figura ni la segunda, sino la primera, siempre.

-Est halagndote -le advirti Joseph, pero no bromeaba.

Entr una mujer pequea vestida de marrn, sin golpear, y hubo una conversacin sobre quin haba cogido el azcar.

-Charlie, ests libre para salirte -dijo Kurtz cuando la mujer se hubo ido-. Aqu Joseph insiste en que te lo recuerde, en voz alta y con toda claridad. Vete ahora; te vas con todos los honores. Est bien, Joseph? Un montn de dinero; un montn de honor. Lo que te prometimos y ms.

-Ya se lo he dicho -dijo Joseph.

Ella vio que la sonrisa de Kurtz se ensanchaba para ocultar su irritacin.

-Seguro que se lo has dicho, Joseph, y ahora se lo estoy diciendo yo. No es eso lo que quieres? Charlie, has levantado la tapa de una caja de gusanos que hemos estado buscando desde hace mucho tiempo. Nos has revelado ms nombres, lugares y conexiones de las que sabes, y vendrn ms. Contigo o sin ti. Por ahora ests todava casi limpia, y donde haya zonas sucias, danos unos meses y las haremos limpiar. Un perodo de cuarentena en alguna parte, un perodo de enfriamiento, llvate una amiga contigo T lo quieres as y as es como tienes derecho a pedirlo.

-Lo dice en serio -dijo Joseph-. No te limites a decir que seguirs. Pinsalo.

Una vez ms, observ la sombra de fastidio en la voz de Marty cuando se dirigi a su subordinado.

-Por supuesto que lo digo en serio, y si no lo dijera en serio, ste sera el ltimo momento que elegira para flirtear con lo que digo -dijo, arreglndoselas al final para transformar la reprimenda en un chiste.

-Entonces dnde estamos? -pregunt Charlie-. En qu momento?

Joseph comenz a hablar, pero Marty lleg primero.

-Charlie, en este asunto hay una cosa que est por encima de la lnea y otra que est por debajo. Hasta ahora, has estado por encima, arreglndotelas de todos modos para mostrarnos qu estaba pasando ms abajo. Pero a partir de aqu, bueno, puede tratarse de algo distinto. As es como lo interpretamos. Podemos equivocarnos, pero es as como interpretamos los signos.

-Lo que quiere decir es que hasta ahora has estado en territorio amigo. Podemos estar cerca de ti, sacarte del lo si es preciso. Pero a partir de ahora, eso ha terminado. Sers una de ellos. Compartirs sus vidas. Su mentalidad. Su moral. Podras pasar semanas y aun meses sin tener contacto con nosotros.

-Tal vez no sin contacto, pero s fuera de nuestro alcance, eso es verdad -concedi Marty. Estaba sonriendo, pero no a Joseph-. Pero andaremos por ah, puedes contar con eso.

-Cul es el fin? -pregunt Charlie.

Marty pareci momentneamente confundido.

-Qu clase de fin, querida, el fin que justifica estos medios? Me parece que no te entiendo bien.

-Qu estoy buscando? Cundo estarn satisfechos?

-Charlie, ahora estamos ms que satisfechos -dijo Marty generosamente, y ella supo que estaba mintiendo.

-El fin es un hombre -dijo abruptamente Joseph, y ella vio que la cabeza de Marty giraba hacia l hasta que dej de verle la cara. Pero no la de Joseph y su mirada, al devolver la de Marty, tena una franqueza desafiante que no haba visto antes en l.

-Charlie, el fin es un hombre -acept finalmente Marty, volvindose hacia ella una vez ms-. Si vas a seguir adelante, stas son cosas que tendrs que saber.

-El Jalil -dijo ella.

-El Jalil est bien -dijo Marty-. El Jalil dirige toda su operacin europea. El es el hombre que necesitamos tener.