A la derecha se abra el mar azul v una vez ms el paisaje se volvi ridculo. Era como si hubiera librado una guerra civil en la costa inglesa. Ruinas de coches y villas acribilladas de balas flanqueaban el camino; en un campo, dos chicos jugaban con un baln, envindoselo el uno al otro por encima del crter de una bomba. Los pequeos embarcaderos de yates yacan destrozados y medio sumergidos; hasta los camiones de frutas que iban hacia el norte y casi los empujaban fuera del camino, tenan una desesperacin fugitiva.
Volvieron a detenerse para un control caminero. Sirios. Pero las enfermeras alemanas en ambulancias palestinas no le interesaban a nadie. Escuch el ruido de una motocicleta y le ech una mirada indiferente. Una Honda polvorienta con las bolsas atestadas de pltanos verdes. Un pollo vivo, colgado de las patas, se balanceaba en el manillar. Y en el asiento, Dimitri, escuchando con seriedad el ruido del motor. Usaba el medio uniforme del soldado palestino y un pauelo rojo alrededor del cuello. Encajado dentro de la charretera color caqui de su camisa, como el favor de una mujer, haba un orgulloso ramo de brezo blanco como para decir Estamos contigo, porque el brezo blanco era el signo que baha estado buscando durante los ltimos cuatro das.
A partir de ahora, slo el caballo conoce el camino -le haba dicho Joseph-. Tu trabajo consiste en mantenerte en la silla.
Una vez ms formaron una familia y esperaron.
Esta vez el hogar era una casita cerca de Sidn, con una galera de hormign que haba quedado partida en dos por un buque de guerra israel, dejando oxidadas barras de hierro en el aire, como las antenas de un insecto gigante. El jardn trasero era un huerto de mandarinas en el que un viejo ganso picoteaba la fruta cada. El frente era un vertedero de lodo y metal que durante la ltima invasin haba sido un emplazamiento famoso. En el prado adyacente un coche blindado en ruinas era compartido por una familia de pollos amarillos y una spaniel refugiada con cuatro gordos cachorros. Ms all del coche blindado estaba el cristiano mar de Sidn, con su fortaleza de cruzados surgiendo de la orilla como un perfecto castillo de arena. De la reserva de chicos aparentemente interminable que tena Taveh, Charlie haba adquirido otros dos: Kareem y Yasir. Kareem era regordete un tanto payaso y finga contemplar su metralleta como un peso muerto, bufando y gesticulando cada vez que se vea obligado a colgrsela del hombro. Pero cuando ella le sonri, comprensiva, el se turb y se apresur a alejarse para reunirse con Yasir. Su ambicin era llegar a ser ingeniero. Tema diecinueve aos y hacia seis que luchaba. Hablaba ingls en un susurro y colocaba un sola en casi todos los verbos.
-Cuando Palestina suela acostumbrarse a ser libre, estudio en Jerusaln -dijo Kareem-. Mientras tanto -agit la mano y suspir ante la espantosa perspectiva-, tal vez Leningrado, tal vez Detroit.
S, acept cortsmente Kareem, sola tener un hermano y una hermana, pero sta haba muerto en un ataque areo sionista al campo de Nabativeh. Su hermano haba sido trasladado al campo de Rashideveh y tres das despus haba muerto en un bombardeo naval. Describi esas perdidas con modestia, como si no significaran mucho dentro de la tragedia general.
-Palestina suele ser un gatito -le dijo misteriosamente a Charlie una maana, mientras ella esperaba con paciencia frente a la ventana de su dormitorio vestida con un camisn blanco y l mantena preparada su metralleta-. Necesita muchas caricias o suele volverse salvaje.
Haba visto en la calle a un hombre de mal aspecto, explic, y haba subido para ver si deba matarlo.
Pero Yasir, con su ceo de bxer y la mirada ardiente y furiosa, no poda hablarle. Usaba una camisa roja a cuadros y un acollador negro sobre el hombro para denotar Inteligencia Militar, y cuando caa la oscuridad se quedaba en el jardn, vigilando el mar en busca de aviones sionistas. Era un gran comunista, explic comprensivamente Kareem, e iba a destruir el colonialismo en todas partes del mundo. Yasir odiaba a los occidentales, aun cuando afirmaran amar a Palestina, dijo Kareern. Su madre y toda su familia haban muerto en Tal-al- Zataar.
-De qu? -pregunt Charlie.
-De sed -dijo Kareem, y le explic un pequeo captulo de historia moderna: Tal al- Zataar, la colina del tomillo, era un campo de refugiados en Beirut. Chozas con tejados de lata; a menudo, once personas en una sola habitacin. Treinta mil palestinos y pobres libaneses resistieron all diecisiete meses un bombardeo persistente.
-De quines? -pregunt Charlie.
Kareem qued desconcertado con su pregunta.
-De los Katib -dijo como si fuera obvio-. De fascistas maronitas ayudados por sirios e indudablemente tambin por sionistas. Murieron miles, pero nadie saba cuntos -continuo-, porque quedaban muy pocos para extraarlos. Cuando llegaron los atacantes, mataron a la mayor parte de los supervivientes. Tambin colocaron en fila a las enfermeras y a los mdicos y los mataron, lo que era lgico porque no tenan medicinas, ni agua ni pacientes.
-T estabas all? -pregunt Charlie.
-No -contest l-, pero Yasir s.
-En el futuro, no tome baos de sol -le dijo Tayeh cuando lleg la tarde siguiente a buscarla-. Esto no es la Riviera.
No volvi a ver a los chicos. Estaba entrando gradualmente en esa condicin que le haba predicho Joseph. Estaba siendo educada en la tragedia, y la tragedia la absolva de la necesidad de explicarse. Era un jinete cegado, que era conducido a travs de hechos emociones demasiado grandes para ser abarcados y dentro de una tierra donde el simple estar presente era ser parte de una injusticia monstruosa. Se haba reunido con las vctimas y estaba finalmente reconciliada con su engao. A medida que pasaban los das, la ficcin de su supuesta lealtad hacia Michel estaba cada vez ms firmemente basada en los hechos, mientras que su lealtad a Joseph, si bien no era una ficcin, sobreviva slo cumo una marca secreta en su alma.
-Pronto todos estaremos muertos -le dijo Kareem, repitiendo a Tayeh-. Los sionistas nos perseguirn hasta la muerte, ya lo ver.
La antigua prisin estaba en el centro de la ciudad, y era el lugar, haba dicho crpticamente Tayeh, donde los inocentes cumplan cadena perpetua. Para llegar tuvieron que aparcar en la plaza principal y meterse en un laberinto de antiguos pasajes abiertos al cielo, pero cubiertos por carteles de plstico, que al principio confundi con ropa lavada. Era la hora del comercio, por la tarde. Las tiendas y puestos estaban llenos. Las farolas de la calle brillaban profundamente en el viejo mrmol de las paredes, pareciendo encenderlo desde adentro. El ruido de los callejones era fragmentario y a veces, cuando doblaban una esquina, se detena y slo se oan sus pasos deslizndose y arrastrndose sobre el bruido pavimento romano. Un hombre hostil, de piernas torcidas, les mostraba el camino.
-He explicado al administrador que es usted una periodista occidental -le dijo Tayeh, mientras cojeaba a su lado-. Sus modales no son buenos, porque no le gustan los que vienen aqu a mejorar sus conocimientos de zoologa.
La luna rota caminaba con ellos; la noche era muy calurosa. Entraron en otra plaza y los salud un estallido de msica rabe que surga de unos altavoces improvisados instalados sobre palos. Las altas puertas estaban abiertas y daban a un patio brillantemente iluminado, del cual sala una escalera de piedra que daba a sucesivos balcones. La msica se escuchaba ms fuerte.
-Entonces quines son? -susurr Charlie, todava sin comprender-. Qu han hecho?
-Nada. Ese es su crimen. Son los refugiados que se han refugiado de los campos de refugiados -replic Tayeh-. La prisin tiene paredes gruesas y estaba vaca, de modo que tomamos posesin de ella para protegerlos. Salude con solemnidad a la gente - agreg-. No sonra demasiado pronto o pensarn que se re usted de su miseria.