Como no quera alejarse de Jerusaln, ni siquiera por una sola noche, mientras continuaban todas estas intrigas, Kurtz encarg a Litvak que hiciera los viajes de ida y vuelta a Europa, en calidad de emisario que deba reforzar y reformar el equipo de vigilancia, y prepararlo con todos los medios a su alcance para lo que anhelaban que fuese la ltima fase. Los das despreocupados de Munich, cuando un par de chicos podan satisfacer, trabajando por turnos, todas sus necesidades, haban quedado muy atrs. Para mantener una vigilancia permanente sobre el tro formado por Mesterbein, Helga y Rossino haca falta reclutar patrullas enteras de hombres sobre el terreno que adems hablaban solamente alemn y estaban en su mayora bastante oxidados por la falta de uso. Los recelos que inspiraban a Litvak los judos no israeles no hicieron ms que aumentar los dolores de cabeza de Kurtz, pero Litvak no quiso ceder: eran muy blandos para la accin, deca; su lealtad estaba demasiado dividida. Siguiendo rdenes de Kurtz, Litvak vol tambin a Frankfurt para celebrar una reunin clandestina con Alexis en el aeropuerto, en parte para conseguir su ayuda en la operacin de vigilancia, y en parte -en palabras de Kurtz- para poner a prueba su fuerza de voluntad, sobre la que albergo considerables dudas. En la prctica, la reanudacin de las relaciones result desastrosa, porque los dos se odiaron mutuamente en cuanto se vieron. Y lo peor fue que la opinin de Litvak confirm una prediccin anterior de los psiquiatras de Gavron: que a Alexis no se le poda confiar ni un billete usado de autobs.
-Ya he tomado la decisin -le anunci Alexis a Litvak antes incluso de que se sentaran, en un furioso monlogo medio susurrado e incoherente que se deslizaba constantemente hacia el falsete-. Nunca me arrepiento de una decisin; todo el mundo lo sabe. Me presentar a mi ministro en cuanto termine esta reunin, y lo confesar todo abiertamente. No hay otra alternativa para un hombre de honor.
Alexis, como se vio rpidamente, no slo haba cambiado de idea, sino tambin, y radicalmente, de chaqueta.
-No es que tenga nada contra los judos, naturalmente -prosigui-. Como alemn tengo mi mala conciencia, pero por las experiencias recientes cierto incidente con una bomba, ciertas medidas que me he visto forzado, vctima del chantaje, a tomar, he acabado comprendiendo los motivos por los cuales los judos se han convertido histricamente en objeto de persecucin. Perdneme.
Litvak, con su impermeable expresin ceuda, no le perdon.
-Su amigo Schulmann, un hombre con talento, impresionante y tambin persuasivo, su amigo carece en absoluto de moderacin. Ha llevado a cabo en suelo alemn actos de violencia para los que careca de autorizacin; durante demasiado tiempo se nos ha acusado a nosotros, los alemanes, de cometer excesos de un grado intolerable. Pues bien, l rivaliza con esos excesos.
Litvak ya tena suficiente. Con una expresin plida y enfermiza, apart la mirada, quiz para ocultar su furia.
-Por qu no le llama y se lo dice usted mismo? -sugiri.
Y as lo hizo Alexis, desde las oficinas de telfonos del aeropuerto, y utilizando el nmero especial que Kurtz le haba dado, mientras Litvak permaneca a su lado, escuchando la conversacin con el otro auricular.
-Bien, Pauclass="underline" haz lo que has dicho -le aconsej animadamente Kurtz cuando Alexis termin. Luego su tono cambi-: Y cuando hables con el ministro, asegrate de informarle tambin de todo lo de esa cuenta que tienes en un banco suizo. Porque si no lo haces, quiz me sienta tan impresionado por tu magnfico ejemplo de sinceridad que tendr que ir a verle para decrselo yo.
Despus de lo cual Kurtz orden a su centralita que no aceptase ninguna llamada ms de Alexis durante las siguientes cuarenta y ocho horas. Pero Kurtz no guardaba rencores. Nunca guardaba rencor a un agente. Terminado el perodo de enfriamiento, lo dispuso todo de modo que le quedara un da libre e hizo tambin una peregrinacin a Frankfurt, donde encontr al buen doctor muy recuperado. La referencia a la cuenta bancaria en Suiza, aunque Alexis la calific entristecido de antideportiva, le haba tranquilizado, pero el factor que ms contribuy a su recuperacin fue la alegra que tuvo al ver sus propios rasgos en las pginas centrales de un tabloide alemn muy popular -unos rasgos resueltos, entregados, pero siempre con ese subyacente ingenio propio de Alexis-, que le convencieron de que l era quien el peridico deca que era. Kurtz le dej con esta feliz ficcin y, como premio, se llev de regreso una tentadora prueba para ser examinada por sus fatigados analistas, y que haba sido hasta entonces retenida por el enfurecido Alexis: la fotocopia de una postal dirigida a uno de los muchos otros seudnimos de Astrid Berger.
Letra desconocida, matasellos del distrito sptimo de Pars. Interceptada por el servicio alemn de correos, segn rdenes emanadas de Colonia.
El texto, en ingls, deca: El pobre to Frei ser operado el mes prximo tal como estaba planeado. Pero esto tiene al menos la ven-taja de que podrs usar la casa de V. Te ver all. Te quiere K.
Tres das despus, la misma red recogi una segunda postal escrita con la misma letra, enviada a otra de las direcciones seguras de Berger, aunque el matasellos fuera esta vez de Estocolmo. Alexis, que volva a colaborar plenamente otra vez, la hizo enviar a Kurtz por correo especial. El texto era breve: La apendicectoma de Frei ser en la habitacin 251, el da 24 a las 18.00.
Y estaba firmada M, lo cual hizo comprender a los analistas que haba, entre estos dos, otro comunicado, que no haba llegado a sus manos; tal era al menos hasta entonces la forma en la que Michel haba recibido de vez en cuando las rdenes. La postal L, a pesar de los esfuerzos de todo el mundo, no lleg a ser localizada. Pero dos de las chicas de Litvak se hicieron con una carta echada al correo por la propia presa, en este caso Berger, dirigida nada menos que a Anton Mesterbein, en Ginebra. Lo organizaron muy bien. Berger estaba entonces de visita en Hamburgo, viviendo con uno de sus mltiples amantes en una comuna de gente de clase alta, en Blankanese. Un da que la siguieron cuando se diriga hacia el centro de la ciudad, las chicas la vieron echar subrepticiamente una carta a un buzn. En cuanto se fue, ellas echaron un sobre escrito por ellas mismas, un sobre grande de color amarillo, franqueado y listo para una contingencia de este tipo, para que quedase encima del de ella. Entonces la ms guapa de las dos chicas se qued de guardia junto al buzn. Cuando lleg el empleado de correos para vaciarlo, ella le cont tal historia de amor e ira, y le hizo promesas tan explcitas, que el hombre se qued sonriendo dcilmente, mientras ella pescaba la carta de entre el montn, antes de que echase a perder su vida para siempre. Aunque la que cogi no fue su propia carta, sino la de Astrid Berger, cobijada justo debajo del gran sobre amarillo. Despus de abrirla al vapor y fotografiarla, la metieron en el mismo buzn a tiempo para la siguiente recogida.
El premio obtenido fue una maraa de ocho pginas que rezumaban pasiones de colegiala. Berger deba estar colocada cuando la escribi, aunque quiz slo fuera producto de su propia adrenalina. Era una carta franca, que haca un elogio de la potencia sexual de Mesterbein. Se lanzaba luego a rodeos ideolgicos que vinculaban arbitrariamente El Salvador con el presupuesto germano-occidental de defensa, y las elecciones en Espaa con algn reciente escndalo ocurrido en Sudfrica. Hablaba furiosamente de los bombardeos sionistas del Lbano y se refera a la solucin final que queran aplicar los israeles a los palestinos. Hablaba del placer de vivir, pero lo encontraba todo mal en todas partes; y, presuponiendo claramente que el correo de Mesterbein estaba siendo ledo por las autoridades, se refera virtuosamente a la necesidad de mantenerse en todo momento dentro de los lmites legales. Pero tena una posdata, de una sola lnea, escrita apresuradamente como un simple chiste de despedida, subrayada muchas veces y respaldada por signos de exclamacin. Un jactancioso y burln juego de palabras privado pero que contena quiz, como otras frases de despedida, todo el sentido del discurso que la anteceda. Y estaba escrita en francs: Attention! On va pater les Bourgeois!