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Los analistas se congelaron al verla. Por qu esa B mayscula? Por qu estaba tan subrayada la frase? Tan inculta era Helga que aplicaba a los nombres comunes franceses una regla de su alemn nativo? Era ridculo. Y por qu aquel apstrofe tan cuidadosamente aadido en la parte superior izquierda de esa mayscula? Mientras los criptlogos y analistas sudaban sangre en su intento de descifrar la clave, mientras las computadoras se estremecan y crujan y sollozaban produciendo incontables permutaciones imposibles, fue la sencilla Rachel, precisamente, con la simplicidad tpica de las chicas del norte de Inglaterra, quien supo avanzar por el camino recto que conduca a la conclusin ms obvia. Rachel haca crucigramas en sus ratos libres y soaba con ganar un coche.

To Frei es la primera mitad, declar simplemente, y Bourgeois es la segunda. Los Freibourgeois son los habitantes de Freiburgo, que van a quedar escandalizados ante una operacin que ocurrir a las seis de la tarde del da veinticuatro. Habitacin 251

-Bien, creo que tendramos que investigarlo, no os parece? - dijo a los aturdidos expertos.

-S -tuvieron que admitir-. Tendramos que investigarlo.

Las computadoras fueron apagadas, pero durante uno o dos das todava rein el escepticismo. Era demasiado absurdo. Francamente infantil.

Sin embargo, tal como ya haban tenido ocasin de comprobar, Helga y los de su calaa se negaban casi por principio a utilizar ningn mtodo sistemtico de comunicacin. Crean que los camaradas deban hablarse de corazn revolucionario a corazn revolucionario, utilizando serpenteantes alusiones fuera del alcance de los cerdos.

-Probmoslo -dijeron.

Haba al menos media docena de Freiburg, pero en el primero que pensaron fue en una pequea ciudad de ese nombre situada en Suiza, pas de origen de Mesterbein. En este Freiburg se habla francs y alemn, y su burguesa tiene, incluso para los propios suizos, fama por su terquedad. Sin esperar ni un momento ms, Kurtz despach a un par de investigadores muy sigilosos con rdenes de descubrir cualquier objetivo concebible para un ataque antijudo, y especialmente a todas las empresas que tuvieran contratos con el ministerio israel de

Defensa; comprobar, hasta dnde pudieran sin colaboracin de las autoridades, todas las habitaciones 251 de los hospitales, hoteles y edificios de oficinas; y los nombres de todos los pacientes a los que se tenan que realizar apendicectomas el da veinticuatro del mes corriente; o las operaciones de cualquier clase que estuvieran fijadas para las 18.00 de ese mismo da.

La Agencia Juda de Jerusaln facilit a Kurtz una lista al da de todos los judos destacados residentes en esa ciudad, junto con la relacin de los templos a los que acudan y los centros donde se relacionaban. Pregunt si haba all algn hospital judo o, en caso negativo, si exista algn hospital que se hiciera cargo de las necesidades de los judos ortodoxos. Y as sucesivamente.

Pero Kurtz, al igual que los dems, luchaba contra sus propias convicciones. Todos aquellos presuntos objetivos carecan del efecto dramtico que haba distinguido a todos los anteriores; ninguno de ellos podra pater a nadie; no haba modo de comprender qu sentido poda tener.

Hasta que, en medio de todas estas pesquisas, una tarde, casi como si sus energas aplicadas sobre un punto hubieran forzado a la verdad a emerger en otro, Rossino, el sanguinario italiano, tom un avin que le llev de Viena a Basilea, y all alquil una motocicleta. Cruz la frontera, entr en Alemania, y recorri durante cuarenta minutos la carretera que llevaba a la antigua ciudad catedralicia de Freiburg-im-Breisgau, antigua capital del estado de Baden. Una vez all, despus de disfrutar de un sabroso almuerzo, se present en el Rektorat de la universidad y pidi amablemente que le informaran sobre un curso de conferencias de temas humanistas organizado por la facultad de derecho, y que estaba parcialmente abierto al pblico en general, y luego, con ms disimulo, pidi que le indicaran, sobre un plano de la universidad, la situacin del aula 251.

Fue un rayo de luz en medio de la niebla. Rachel haba acertado; Kurtz haba acertado; Dios era justo, y tambin lo era Misha Gavron. Las fuerzas del mercado haban llegado naturalmente a la solucin.

La nica persona que no comparti el jbilo general fue Gadi Becker.

Dnde estaba Becker? Haba ocasiones en las que haba otros que parecan saber la respuesta mejor que l mismo. Un da caminaba de un lado a otro por la casa de la calle Disraeli fijando su inquieta mirada en las mquinas de descifrado que, demasiado ocasionalmente para su gusto, informaban de los momentos en que su agente, Charlie, era localizada. Esa misma noche -o, por decirlo ms exactamente, a primera hora de la madrugada del da siguiente- apret el timbre de casa de Kurtz, despert a Elli y los perros, y pidi que le asegurasen que no se descargara ningn golpe contra Tayeh ni contra nadie hasta que Charlie estuviese a salvo; dijo que haba odo rumores.

-Misha Gavron no es famoso precisamente por su paciencia -dijo con sequedad.

Si regresaba alguno de los hombres que actuaban sobre el terreno -por ejemplo, el muchacho conocido por el nombre de Dimitri, o su compaero Raoul, que se haba escapado en un bote de caucho-, Becker insista en que se le permitiese estar presente en los interrogatorios, para hacerle preguntas acerca de la situacin en que Charlie se encontraba.

Despus de varios das de esta actitud, Kurtz acab hartndose de verle -me persigue como si fuese mi mala conciencia- y le amenaz abiertamente con prohibirle el acceso a la casa, hasta que algunos consejos ms prudentes le hicieron modificar su actitud.

-Un contrabandista de agentes sin su agente es como un director sin orquesta -le explic profundamente a Elli, mientras pugnaba por sofocar su propia ira-. Es ms apropiado mimarle, ayudarle a pasar el tiempo.

Secretamente, sin ms connivencia que la de Elli, Kurtz telefone a Frankie para decirle que su marido estaba all, y le dio el nmero en el que poda encontrarle; pues Kurtz, con una magnanimidad digna de Churchill, esperaba que todo el mundo tuviera un matrimonio como el suyo.

Como estaba previsto, Frankie telefone; Becker -si era l quien descolg- escuch su voz un rato y luego volvi a colgar suavemente y sin contestar, lo cual enfureci a su esposa.

El complot de Kurtz produjo, sin embargo, algn efecto porque al da siguiente Becker parti para un viaje que posteriormente fue interpretado como una expedicin en la que haba tratado de juzgarse a s mismo en relacin con los principios fundamentales de su vida. Alquil un coche y fue primero a Tel Aviv, donde, tras realizar algunas transacciones con el director de su banco, visit el viejo cementerio donde estaba enterrado su padre. Puso flores en la tumba, limpi meticulosamente la zona circundante con una azadita que le prestaron, y dijo Kaddish en voz alta, aunque ni l ni su padre haban tenido mucho tiempo para la religin. De Tel Aviv sali en direccin sudeste, hasta Hebrn, o como hubiera dicho Michel, El Jalil. Visit la mezquita de Abraham, que desde la guerra del 67 se utiliza, no sin dificultades, como sinagoga; charl con los soldados de la reserva que, con sus desaseados gorros de camuflaje y sus camisas desabrochadas hasta el ombligo, haraganeaban en la entrada y patrullaban por las almenas.