Kurtz abraz� gravemente a cada uno de los hombres. Despu�s, mientras tomaban t� con galletas y queso, el mayor de los hombres, llamado Lenny, explic� detalladamente el estilo de vida de Yanuka, haciendo caso omiso del hecho consistente en que Kurtz llevaba ya varias semanas estando al tanto del menor detalle, a medida que se produc�a. Le hablaron de las llamadas telef�nicas que Yanuka efectuaba, de las llamadas que recib�a, de sus �ltimos visitantes, de sus �ltimas mujeres. Lenny era hombre de buen coraz�n y amable, pero un tanto retra�do con respecto a las personas a las que no observaba. Ten�a las orejas grandes y la cara fea, con facciones excesivamente grandes, y quiz� a esto se deb�a el que mantuviera la cara alejada de la dura mirada de sus semejantes. Llevaba un grueso jersey gris, de punto en cadena. En otras circunstancias, Kurtz se hubiera cansado f�cilmente de escuchar detalles, pero respetaba a Lenny y escuch� con la mayor atenci�n cuanto le dijo, moviendo afirmativamente la cabeza, felicit�ndole, manifestando cuanto era de esperar manifestara.
Lenny explicaba apasionadamente:
-�Es un hombre joven absolutamente normal, ese Yanuka. Los comerciantes le admiran. Sus amigos le admiran. Es una persona popular y simp�tica, Marty. Estudia, le gusta divertirse, habla mucho, es una persona seria con aficiones sanas.
Fij�ndose en la expresi�n de los ojos de Kurtz, Lenny dijo, poni�ndose un poco tonto:
-�De vez en cuando, resulta dif�cil creer que este hombre tenga esa otra faceta. Te lo aseguro, Marty.
Kurtz asegur� a Lenny que le comprend�a perfectamente. Se hallaba todav�a en ello cuando se encendi� una luz en la ventana del piso que se encontraba en el otro lado de la calle. El amarillo resplandor rectangular, que ninguna otra luz ten�a alrededor, parec�a la se�al de un amante. Sin decir palabra, uno de los hombres de Lenny se acerc� de puntillas a un par de prism�ticos que hab�a sobre una repisa, en tanto que otro se pon�a en cuclillas junto a un receptor de radio, y se llevaba un auricular al o�do.
Lenny pregunt� esperanzado:
-��Quieres echar una ojeada, Marty? Por la forma en que Joshua sonr�e me parece que hoy tiene una muy clara recepci�n de Yanuka. Pero Yanuka correr� la cortina. �Qu� ves, Joshua? �Se ha puesto Yanuka elegante para salir esta noche? �Con qui�n habla por tel�fono? Seguro que ser� una chica.
Apartando suavemente a Joshua, Kurtz se llev� a su gran cabeza los prism�ticos. Y estuvo largo tiempo as�, agazapado como un viejo halc�n, casi sin respirar, mientras estudiaba a Yanuka, el mamoncete.
Lenny pregunt�:
-��Ves los libros, ah�, al fondo? Este chico lee tanto como mi padre.
Con una sonrisa de f�rrea dureza, mientras se ergu�a lentamente, Kurtz dio la raz�n, por fin, a Lenny:
-�Guapo chico. No cabe duda de que es un buen mozo.
Kurtz cogi� su gabardina gris que hab�a dejado en una silla, seleccion� una manga y meti� en ella cuidadosamente el brazo. Dijo a Lenny:
-�Pero procura que no se case con tu hija.
Lenny pareci� m�s atontado todav�a que antes, pero Kurtz le consol� al instante:
-�Tenemos motivos para estarte muy agradecidos, Lenny. Y realmente lo estamos.
Luego, como si se tratase de un detalle que se le hab�a olvidado, a�adi�:
-�Sigue tomando fotograf�as de �l, y desde todos los �ngulos. No escatimes rollos, que no son caros.
Despu�s de estrechar la mano a cada uno de los hombres, Kurtz se encasquet� una vieja boina azul, y protegido de esta manera del bullicio de la hora punta, se dirigi�, con paso vigoroso, a la calle.
Cuando recogieron a Kurtz con la camioneta, hab�a ya comenzado a llover, y mientras los tres iban de lugar l�gubre en lugar l�gubre, matando el tiempo antes de que llegara el momento de la partida del avi�n de Kurtz, el clima parec�a afectar por igual a los tres, con su sombr�o humor. Oded conduc�a, y en su rostro joven y barbado se ve�a, al paso de las luces, una sorda ira.
A pesar de que forzosamente ten�a que saber la respuesta, Kurtz pregunt�:
-��Qu� tiene ahora?
Oded contest�:
-�Lo �ltimo que lleva es un BMW de rico. Con direcci�n especial, alimentaci�n inyectada, y con cinco mil kil�metros solamente. Los autom�viles son su debilidad.
El otro muchacho, sentado detr�s, a�adi�:
-�Los autom�viles, las mujeres y la vida f�cil. Por tanto me pregunto cu�les ser�n sus puntos fuertes.
Dirigi�ndose de nuevo a Oded, Kurtz pregunt�:
-��Alquilado otra vez?
-�Alquilado.
Kurtz aconsej� a los dos:
-�No perd�is de vista ese autom�vil. En el momento en que devuelva el autom�vil a la empresa a la que lo ha alquilado, y en que no alquile otro, �ste es el momento que debemos saber al instante.
Los dos hab�an o�do estas palabras hasta quedarse sordos. Las hab�an o�do incluso antes de salir de Jerusal�n. De todas maneras, Kurtz las repiti�:
-�El momento m�s importante es aquel en que Yanuka devuelva el autom�vil.
De repente, Oded estall�. Quiz�, en m�ritos de su juventud y de su temperamento, era m�s propenso a la tensi�n de lo que hab�an supuesto aquellos que le seleccionaron. Quiz�, por ser tan joven, no le hubieran debido asignar una misi�n que exig�a esperar tanto. Acerc� la camioneta al bordillo de la acera, fren� bruscamente, tan bruscamente que todos dieron un salto, y pregunt�:
-��Por qu� le permitimos que haga lo que le d� la gana? �Por qu� nos andamos con jueguecitos con �l? �Y si regresa a su pa�s y no vuelve a las andadas? Entonces, �qu�?
-�Entonces, le perder�amos de vista.
-��Mat�mosle ahora! Esta noche. Si me da la orden, es cosa hecha.
Kurtz le dej� que siguiera rabiando. Oded dijo:
-�Tenemos el piso frontero al suyo, �s� o no? Le lanzamos un cohete. Es cosa que ya hemos hecho en otras ocasiones. �Por qu� no?
Kurtz sigui� en silencio. Para Oded aquello era lo mismo que atacar a una esfinge. Oded repiti�, en voz ciertamente muy alta: -�Por qu� no lo hacemos?
Kurtz, sin perder la paciencia, le dio la debida explicaci�n:
-�Porque esto a nada conducir�a. Esta es la raz�n, Oded. �Es que jam�s has o�do lo que Misha Gavron sol�a decir? Es una frase que a m�, personalmente, todav�a me gusta repetir. Si quieres cazar un le�n, primero tienes que atar a una cabra. Me pregunto qu� clase de est�pidas ideas te han metido en la cabeza, en lo tocante a luchar. �Realmente pretendes decirme que quieres cargarte a Yanuka, cuando por diez d�lares m�s puedes atrapar al mejor activista que esa gente ha tenido en muchos a�os?
-��El es quien hizo lo de Bad Godesberg! �Lo de Viena, y quiz� tambi�n lo de Leyden! �Est�n matando jud�os, Marty! �Es que esto ha dejado de importar a Jerusal�n, en los presentes d�as? �A cu�ntos permitiremos que maten, mientras nosotros seguimos con nuestros juegos?
Cogiendo cuidadosamente el cuello de la cazadora de Oded, Kurtz, con sus manazas, sacudi� dos veces el cuerpo de Oded, y la segunda vez, por error, la cabeza del muchacho se golpe� dolorosamente contra la ventanilla del veh�culo. Kurtz no pidi� disculpas y Oded no se quej�.
Esta vez con tono amenazador, Kurtz dijo:
-�Ellos, Oded. No �l. Ellos. Ellos hicieron lo de Bad Godesberg. Ellos hicieron lo de Leyden. Y son ellos a quienes intentamos atrapar. Y no a seis inocentes alemanes y a un muchachito tonto.
Sonroj�ndose, Oded dijo:
-�Bueno, de acuerdo. No me d� m�s la lata.
-�No, de acuerdo no, Oded. Yanuka tiene amigos, Oded. Parientes. Personas a las que no conocemos. �Quieres dirigir esta operaci�n, en vez de que la dirija yo?
-�He dicho que de acuerdo.