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Una ambulancia aparcaba ante la puerta delantera, con la parte posterior apuntada hacia la entrada. En su interior haba frascos de sangre y las sbanas tambin eran rojas, de modo que al principio se resisti a entrar. En realidad, se resisti con bastante energa y debe de haber repartido golpes considerablemente duros, porque una de las mujeres que la sujetaban la solt de pronto y se apart llevndose una mano al rostro. Se haba quedado sorda, as que slo poda or vagamente sus propios chillidos, pero su principal inters consista en quitarse el vestido, en parte porque era una puta, en parte porque haba en l demasiada sangre de El Jalil. Pero el vestido le resultaba an menos familiar que en el curso de la ltima noche, y no logr averiguar si llevaba botones o una cremallera, por lo que decidi no molestarse ms por el asunto. Entonces aparecieron Rachel y Rose, una a cada uno de sus lados, y cada una de ellas la cogi por un brazo, exactamente tal como lo haban hecho en la casa de Atenas a su llegada all para presenciar el teatro de lo real; la experiencia le indic que toda otra resistencia carecera de sentido. La hicieron subir a la ambulancia y se sentaron una a cada lado de ella, sobre una de las camillas. Baj los ojos y vio todas las estpidas caras que la contemplaban: los chicos duros con sus ceos de hroes, Marty y Mike, Dimitri y Raoul, y otros amigos tambin, algunos de los cuales todava no le haban sido presentados. Entonces la multitud se apart y de ella emergi Joseph, tras haberse desembarazado delicadamente del arma con que haba disparado a El Jalil, pero an, desgraciadamente, con bastante sangre en los tejanos y los zapatos deportivos, segn advirti. Lleg al pie de los escalones y levant la vista hacia ella, y primero fue como si la muchacha mirara su propia faz, porque vea en l exactamente las mismas cosas que vea en s. As tuvo lugar una suerte de intercambio de personajes, en el que ella asumi el papel de asesino y de chulo que le perteneca a l, y l, presumiblemente, el de ella, de seuelo, de puta y de traidora.

Hasta que, de pronto, mientras le miraba, una ltima chispa de violencia se encendi en ella, y le devolvi la identidad que l le haba robado. Se levant, y ni Rose ni Rachel tuvieron tiempo de sujetarla en su asiento; aspir muy profundamente y le grit al hombre que se marchaba, o al menos as lo crey ella. Quizs haya dicho simplemente: No. Lo ms probable es que no le importe a nadie.

27

De los resultados inmediatos y no tan inmediatos de la operacin, el mundo supo mucho ms de lo que comprendi; y, por cierto, muchsimo ms que Charlie. Supo, por ejemplo -o pudo haber sabido, de haber estudiado la letra menuda de la informacin en las pginas de extranjero de la prensa anglosajona-, que un supuesto terrorista palestino haba muerto en un tiroteo con miembros de una unidad especializada de Alemania Occidental, y que su rehn, una mujer, haba sido trasladada al hospital en estado de shock, pero, por lo dems, ilesa. Los peridicos alemanes llevaban versiones ms sensacionalistas de la historia -El salvaje Oeste llega a la Selva Negra-, pero los relatos eran tan serenos, si bien contradictorios, que se haca difcil sacar nada en limpio de ellos. La vinculacin con el fallido atentado con bomba del que fuera objeto el profesor Minkel en Freiburg -en un principio tenido por muerto y ms tarde descubierto como milagroso sobreviviente-fue tan graciosamente negado por el encantador doctor Alexis que todo el mundo dio por sentada su existencia. Convena a las circunstancias, sin embargo, segn los ms sabios editorialistas, el que no se nos revelara demasiado.

La sucesin de otros incidentes menores en torno del hemisferio occidental dio lugar a especulaciones ocasionales acerca de las actividades de una u otra organizacin terrorista rabe, pero, en realidad, con tantos grupos rivales como hay en estos das, era muy difcil sealarlas con precisin. El estpido asesinato, en pleno da, por ejemplo, del doctor Anton Masterbein, el humanitario jurista suizo, defensor de los derechos de las minoras e hijo del eminente financiero, fue colocado directamente ante la puerta de una organizacin falangista extremista que poco antes haba declarado la guerra a los europeos manifiestamente simpatizantes de la ocupacin palestina del Lbano. El atentado ocurri cuando la vctima sala de su casa para dirigirse al trabajo -sin proteccin, como de costumbre-, y el mundo se sinti profundamente conmovido durante al menos la primera parte de una maana. Cuando el editor de un peridico de Zurich recibi una carta en que se exigan responsabilidades, que estaba firmada Lbano Libre y que fue declarada autntica, se pidi a un joven diplomtico libans que abandonara el pas y l lo hizo, tomando el asunto con filosofa.

La voladura del coche de un diplomtico del Rejectionist Front a la salida de una mezquita recientemente reconstruida en el bosque de Saint John apenas si fue considerada como noticia en lugar alguno; era el cuarto asesinato similar en igual nmero de meses.

Por otra parte, el sanguinario apualamiento del msico y columnista radical italiano Albert Rossino, y de su acompaante alemana, cuyos cuerpos desnudos y difcilmente reconocibles fueron descubiertos semanas ms tarde junto a un lago del Tirol, fue comunicado por las autoridades austriacas, que lo consideraron carente de toda significacin poltica, a pesar del hecho de que ambas vctimas tuvieran vinculaciones con medios extremistas. Con las pruebas disponibles, prefirieron tratar el caso como un crimen pasional. La dama, una tal Astrid Berger, era bien conocida por sus extraos apetitos, y se estim probable, a pesar de lo grotesco que poda parecer, que no hubiese una tercera parte implicada. Una serie de otras muertes, menos interesantes, pas virtualmente inadvertida, como tambin ocurri con el bombardeo israel de una antigua fortaleza en el desierto, en la frontera siria, de la cual fuentes de Jerusaln afirmaron que haba sido empleada como base de entrenamiento de terroristas extranjeros por los palestinos. En cuanto a la bomba de cuatrocientas libras que explot en la cima de una colina, en las afueras de Beirut, que destruy una lujosa villa de veraneo y mat a sus ocupantes -entre los cuales se contaban Fatmeh y Tayeh-, result tan indescifrable como cualquier otro acto de terror en aquella trgica regin.

Pero Charlie, en su refugio de junto al mar, no supo nada de esto; o, ms exactamente, lo supo todo de una manera general, y estaba demasiado aburrida o demasiado asustada como para escuchar los detalles. Al principio, no poda hacer otra cosa que nadar o dar plcidos paseos sin objeto hasta el final de la playa y regresar, cerrndose el albornoz hasta el cuello mientras sus guardaespaldas la seguan a una respetuosa distancia. En el mar, tenda a sentarse en la zona menos profunda y sin olas, y a frotarse con el agua como si se jabonara, primero la cara y luego los brazos y las manos. Las otras muchachas, en instruccin, se baaban desnudas; pero cuando Charlie declin seguir tan liberador ejemplo, el psiquiatra les orden volver a vestirse y esperar.

Kurtz iba a verla cada semana; algunas, dos veces. Era extremadamente gentil con ella; paciente y leal, aun cuando ella le gritaba. La informacin que le llevaba era prctica, y toda para beneficio de ella.

Se haba inventado un padrino para la muchacha, un viejo amigo de su padre que se haba hecho rico y haba muerto recientemente en Suiza, dejndole una crecida suma de dinero, el cual, al proceder del extranjero, estara libre de impuestos a la transferencia de capital en el Reino Unido.

Se haba hablado con las autoridades britnicas, y stas haban aceptado -por razones de las que Charlie no poda tener conocimiento- el hecho de que el seguir indagando en las relaciones de la muchacha con ciertos extremistas europeos y palestinos no servira a ningn fin til. Kurtz estaba tambin en condiciones de garantizarle que Quilley tena una buena opinin de ella: la polica, dijo, haba en realidad insistido en explicarle que sus sospechas respecto de Charlie haban sido producto de una informacin equivocada.