Al hacerlo, le vio: no a John, sino a Joseph, completamente inconfundible, sentado donde se haba sentado Michel, en el centro del patio de butacas, mirndola con el mismo inters terriblemente grave.
Al principio, realmente, no se sinti en absoluto sorprendida; la divisin entre su mundo interior y el mundo exterior haba sido un asunto balad en los mejores tiempos, pero aquellos das haban prcticamente dejado de existir.
As que ha venido -pens-. Ya era hora. Unas orqudeas, Joseph? Ninguna orqudea? Ni una chaqueta roja? Ni un medalln de oro? Algo de Gucci? Quiz debiera haber ido al camerino, despus de todo. Lee tu nota. Estaba segura de que ibas a venir, sabes? Prepar un pastel.
Haba dejado de leer en voz alta porque verdaderamente no tena ningn sentido seguir actuando, aun cuando el apuntador le disparara desvergonzadamente el texto y el director estuviese tras l hacindole gestos con los brazos, como quien se defiende de un enjambre de abejas; ambos se encontraban en su lnea de visin, aunque ella estuviese mirando exclusivamente a Joseph. 0 quiz solamente los estuviera imaginando, ahora que finalmente Joseph haba llegado a ser tan real. Detrs de ella, el marido John, sin la menor conviccin, haba empezado a inventar lneas para cubrirla. Necesitas un Joseph -quera decirle ella con orgullo-. Aqu, nuestro Joseph te dar textos para todas las ocasiones.
Haba una pantalla de luz entre ellos, no tanto una pantalla como una separacin ptica. Agregada a sus lgrimas, comenzaba a trastornar su visin del hombre, y se le insinuaba la sospecha de que, al fin, no fuese ms que un espejismo. Desde bastidores le gritaban que saliera; el marido John se haba aproximado a la parte delantera del escenario - clonc, clonc- y le haba asido amable, pero firmemente, por el codo, como paso previo para arrojarla al cubo de la basura. Supuso que en un minuto ms bajaran el teln sobre ella y le daran a esa pequea furcia -cul-es-su-nombre, su suplente- la oportunidad de su vida.
Aunque lo nico que le interesaba era llegar hasta Joseph y tocarle y asegurarse. El teln cay, pero ella ya estaba bajando los escalones para ir hacia l. Se encendieron las luces, y s era Joseph, pero al verle con tanta claridad, se sinti molesta; no era ms que otro miembro de su pblico. Ech a andar por el pasillo y sinti una mano sobre su brazo y pens: Marido John otra vez, aprtate. El vestbulo estaba vaco, con la excepcin de dos duquesas en situacin geritrica que probablemente constituyesen la junta directiva.
-Ve a ver a un doctor, querida; es lo que yo hara -sugiri una de ellas.
-O a dormir la borrachera -dijo la otra.
-Oh, no se preocupen! -les aconsej Charlie alegremente, empleando una expresin que nunca antes haba empleado.
No caa la lluvia de Nottingham, ni haba ningn Mercedes rojo aguardndolos, as que se dirigi a una parada de autobuses y se dispuso a esperar, con la expectativa de que llegara el muchacho norteamericano para decirle que buscara una furgoneta roja.
El vino hacia ella por la calle desierta, andando, enorme, y ella le imagin echando a correr para llegar antes que sus propias balas; pero no ech a correr. Se alz ante ella, algo agitado, y fue evidente que alguien le haba enviado un mensaje, muy probablemente Marty, aunque quiz hubiese sido Tayeh. El abri la boca para decirlo, pero ella se lo impidi.
-Estoy muerta, Joseph. T me disparaste, recuerdas?
Quera agregar algo acerca del teatro de lo real, de cmo los cuerpos no se levantan ni andan. Pero de algn modo lo olvid.
Pas un taxi y Joseph lo llam con la mano libre. No se detuvo, pero qu se puede esperar? Los taxis, en esta poca, una ley para ellos. Ella se apoyaba en l, y hubiese cado de no haberla sujetado el hombre tan firmemente. Las lgrimas le impedan ver casi por completo, y le oa desde debajo del agua. Estoy muerta -sigui diciendo-, estoy muerta, estoy muerta. Pero, al parecer, l la quera viva o muerta. Fuertemente cogidos, echaron a andar torpemente por la calzada, aunque la ciudad era desconocida para ellos.