Volvi a ser detectado, cuando lleg por va area a Estambul, en donde se aloj en el Hilton, utilizando un pasaporte diplomtico chipriota. Durante dos das, Yanuka se entreg a los placeres religiosos y seculares que la ciudad ofreca. Quienes le siguieron dijeron que causaba la impresin de tomarse una ltima racin de Islam antes de regresar a los cristianos pagos de Europa. Visit la mezquita de Solimn el Magnfico, en donde fue visto entregado a la oracin no menos de tres veces, y luego se le vio hacindose lustrar sus zapatos Gucci, en el verde paseo que corre junto al Muro del Sur. Tambin bebi varios vasos de t en compaa de dos apacibles individuos que fueron fotografiados, aunque no identificados. Fue una pista falsa, y en manera alguna se trat del contacto que se esperaba. Yanuka se ri mucho al ver a unos cuantos viejos que con un rifle de aire comprimido disparaban dardos emplumados contra una caja de cartn. Quiso participar en el juego, pero no le dejaron.
En los jardines de la plaza de Sultanahmed, se sent en un banco entre naranjos y entre las flores de color malva de los parterres, y contempl pacficamente las cpulas y los minaretes que se alzaban a su alrededor, observando asimismo los grupos de turistas americanos que soltaban risitas, fijndose de modo especial en el formado por un grupo de chicas jvenes ataviadas con pantalones cortos. Pero algo le impidi acercarse a ellas, lo cual hubiera sido su normal conducta, y charlar y rer hasta ser aceptado. Compr diapositivas y postales a los nios que las vendan, sin fijarse en los escandalosos precios, vag por los alrededores de Santa Sofa, contemplando con igual placer las glorias del Bizancio de Justiniano como las de la conquista otomana, y se le oy emitir un grito de sincero pasmo al contemplar las columnas arrastradas desde Baalbek, en el pas que tan recientemente haba dejado.
Pero cuando ms devota concentracin mostr fue al contemplar el mosaico en el que se ve a Constantino ofreciendo su iglesia y su ciudad a la Virgen Mara, s, ya que ste fue el punto en que Yanuka hizo su clandestina conexin. Se trataba de un hombre alto y de lentos movimientos, con un ancho sombrero, que inmediatamente se convirti en su gua. Hasta el momento, Yanuka haba rechazado enrgicamente todas las ofertas en este sentido, pero aquel hombre le dijo algo que, juntamente con el lugar y el momento en que lo dijo, convenci inmediatamente a Yanuka. El uno al lado del otro, hicieron un segundo y algo apresurado recorrido del interior, admirando cual era de prever la antigua cpula sin apoyaturas, y luego, a bordo de un viejo Plymouth norteamericano, rodaron junto al Bsforo, hasta llegar a un aparcamiento cercano a la carretera de Ankara. El Plymouth se fue y Yanuka qued una vez ms solo en el mundo, pero, en esta ocasin, siendo poseedor de un bonito Mercedes rojo vino, que condujo tranquilamente hasta el Hilton, en donde registr el automvil como objeto de su propiedad.
Yanuka no fue a la ciudad aquella noche, ni siquiera para admirar a las tan celebradas artistas de la danza del vientre del Kervansaray, que tanto le haban gustado en la noche anterior. Yanuka volvi a ser visto a muy primera hora del da siguiente, cuando emprendi camino hacia el oeste, a lo largo de la recta carretera de piso ondulado que, al travs de las llanuras, lleva a Edirne e Ipsala. Al principio, el da era neblinoso y fro y los horizontes brumosos. Se detuvo en un pueblo para tomar caf, y sac una fotografa de un estornino que haba anidado en la cpula de una mezquita. Se subi a un montculo y orin, contemplando el mar. El da comenz a ser caluroso, y las ridas colinas se tornaron de color rojo y amarillo. A la izquierda de Yanuka, el mar pasaba por entre las colinas. En una carretera con aquellas caractersticas, los que seguan a Yanuka no tuvieron ms remedio que seguirle a horcajadas, como se dice en su jerga, mediante un automvil delante, y muy lejos, y otro automvil detrs, tambin muy lejos, confiando en que a Yanuka no se le ocurriera tomar una imprevista desviacin, de lo cual era muy capaz. Pero el carcter desrtico de la zona no les daba otra opcin, ya que los nicos signos de vida a lo largo de millas y millas eran tiendas de gitanos o de algn joven pastor, y algn que otro taciturno hombre vestido de negro cuya vida entera pareca consagrada a observar el extrao fenmeno del movimiento. Al llegar a Ipsala, sorprendi a todos al tomar en la bifurcacin el ramal que conduca a la ciudad, en vez de seguir hasta la frontera. Iba a devolver el automvil? Dios no lo quisiera! Entonces, qu diablos buscaba en una pequea y apestosa ciudad fronteriza turca?
Buscaba a Dios. En una oscura mezquita de la plaza principal, en el mismsimo lmite con la cristiandad, Yanuka se encomend una vez ms a Al, lo cual, como dijo despus Litvak, con negro sentido del humor, fue una excelente medida para Yanuka. Al salir, fue mordido por un pequeo perro de pelo pardo, perro que escap antes de que Yanuka pudiera vengarse. Esto tambin fue considerado de mal augurio.
Por fin, con el intenso alivio de todos, Yanuka volvi a la carretera principal. El punto de paso fronterizo, en este lugar, es un hostil establecimiento. Los turcos y los griegos no hacen buenas migas. La zona est minada sin ton ni son en ambos lados. Hay terroristas y contrabandistas de todo tipo, con sus diferentes rutas y sus diferentes propsitos. Los tiroteos son frecuentes, aunque rara vez se habla de ello. En la zona turca hay un cartel que, en ingls, dice: Buen viaje, pero no consta expresin alguna de buenos deseos para los griegos. Primero se llega a un punto en el que se ve el emblema nacional turco, pintado en un cartel, despus se llega a un puente que pasa por encima de un caudal de perezosas aguas, a continuacin se llega a una pequea y nerviosa cola para cumplir con los formalismos turcos de emigracin. Yanuka se neg a pasar estas formalidades, amparndose en su pasaporte diplomtico, y se sali con la suya, con lo cual slo consigui acelerar su desdicha. Despus, entre la polica turca y los centinelas griegos, hay una tierra de nadie con una extensin de unas veinte yardas, en la que Yanuka se compr una botella de vodka, exenta de impuestos, y se tom un helado en un caf, vigilado por un muchacho de aspecto ensoado y de larga melena, llamado Reuven, que haba pasado las tres ltimas horas comiendo pastelillos all. El ltimo toque turco es un gran busto en bronce de Ataturk, el visionario y decadente, que contempla con severidad las hostiles llanuras griegas. Tan pronto Yanuka hubo rebasado el busto, Reuven mont en su motocicleta y transmiti una seal de cinco puntos a Litvak, quien esperaba a unos treinta kilmetros en el interior de Grecia, aunque fuera de la zona militar, en un punto en que el trnsito tena que reducir velocidad, hasta la propia de un hombre al paso, debido a unas obras. Luego, Reuven se apresur a reunirse con sus compaeros para estar presente en el jaleo que se avecinaba.
Se sirvieron de una chica, lo cual era cosa de sentido comn si se tena en consideracin la proclividad de Yanuka, y dieron una guitarra a la chica, lo que fue un certero detalle, ya que en los actuales tiempos una guitarra legitimiza a una muchacha, incluso en el caso de que no sepa tocarla. La guitarra es el uniforme de cierto espiritual pacifismo, cual haban podido observar recientemente en otros lugares. Dudaron si utilizar una chica rubia o morena, sabedores de que Yanuka era partidario de las rubias, aun cuando teniendo en cuenta que Yanuka siempre estaba dispuesto a hacer excepciones. Por fin se decidieron por una chica morena, debido a que era de ms buen ver, contemplada de espaldas y a que caminaba con ms garbo, y la situaron en el punto en que terminaban las obras. Estas obras fueron providenciales. As lo creyeron. Algunos incluso llegaron a creer que Dios -el Dios judo- y no Kurtz o Litvak era quien estaba dirigiendo la operacin.