Выбрать главу

El nico factor que realmente no se previ fue la mordida del perro. Tendra la rabia el animalillo? Por si acaso, compraron suero antirrbico y se lo inyectaron a Yanuka.

Teniendo ya a Yanuka temporalmente apartado de la vida social, lo ms importante era conseguir que nadie, en Beirut o en cualquier otra parte del mundo, se diera cuenta de su ausencia. Los israelitas ya saban que Yanuka era persona de carcter naturalmente independiente y libre. Saban que renda culto al comportamiento ilgico. Que gozaba de justa fama por su costumbre de alterar sus planes en cuestin de segundos, basndose parcialmente en caprichos y basndose tambin parcialmente en que tena fe, con toda razn, en que ste era el mejor medio para despistar a sus perseguidores. Los israelitas estaban al tanto de la pasin que recientemente Yanuka haba adquirido por cuanto fuera griego, y de su conocida costumbre de ir en busca de antigedades, mientras estaba de paso en Grecia. En su ltimo viaje, Yanuka se haba adentrado en el sur de Grecia hasta llegar a Epidavros, sin decir nada a nadie, lo cual significaba una gran desviacin de su camino, sin que nadie supiera la razn por la que lo hizo. Este comportamiento errtico haba sido la causa y razn de que resultara muy difcil atrapar a Yanuka. Este mismo comportamiento, utilizado en contra de Yanuka, cual era ahora el caso, dejaba a ste, en opinin de Litvak, en situacin de insalvable, debido a que los propios hombres del bando de Yanuka se tropezaban con tantas dificultades para seguir su rastro cual antes los enemigos de Yanuka. El equipo israelita se apoder de Yanuka y lo quit de la circulacin. El equipo esper. Y en ninguno de los lugares en que dicho equipo tena odos prestos a escuchar se oy nada; no son ni un solo timbre de alarma, ni un solo murmullo de inquietud. Cautelosamente, Litvak concluy que si los jefes de Yanuka tenan una idea de su personalidad, esta idea los llevaba a pensar que Yanuka haba desaparecido temporalmente, en busca de experiencias vitales y -quin sabe?, por qu no?- de nuevos soldados que defendieran su causa.

En consecuencia, la novela, que era tal como Kurtz y sus colegas lo llamaban ahora, poda comenzar. El que esta novela tambin pudiera terminar, el que Kurtz tuviera tiempo, medido por su viejo reloj de acero, para desarrollarla de la forma prevista, esto ya era harina de otro costal. Las presiones que condicionaban la actuacin de Kurtz eran de dos tipos diferentes. La primera de ellas consista en una disyuntiva basada en tener que dar muestras de progresos en la operacin o, por otra parte, tener que aguantar que Misha Gavron diera carpetazo al asunto, dejando a Kurtz con una mano delante y otra detrs. La segunda presin era la amenaza esgrimida por Misha Gavron, en el sentido de que si no se producan los antes mentados progresos, l, Gavron, ya no tendra el poder suficiente para acallar los crecientes clamores en peticin de una solucin militar de tan enojoso problema. Esto ltimo era algo que aterraba a Kurtz.

En una de sus muchas y frecuentes discusiones, Gavron le dijo gritando a Kurtz:

-Me ests echando sermones como los que suelen soltar los ingleses! -Y, acto seguido, Gavron aadi-: Y fjate en los crmenes de esa gente, en los crmenes de los ingleses!

Kurtz esboz una sonrisa furiosa, y con fingida calma aconsej a su jefe:

-Bueno, en este caso quiz debiramos bombardear tambin a los ingleses.

Pero el tema de los ingleses no era, en aquellos momentos, oportuno. No, debido a que se daba la paradoja de que Kurtz, ahora, comenzaba a pensar que los ingleses podan ser su salvacin.

3

Fueron formalmente presentados en la isla de Mikonos, en una playa con dos merenderos, durante un tardo almuerzo, en la segunda mitad del mes de agosto, en el tiempo en que el sol de Grecia pega ms duro, aproximadamente. Dicho en trminos histricos un poco ms amplios, el encuentro se produjo cuatro semanas despus de que los aviones a reaccin israelitas bombardearan el populoso barrio palestino de Beirut, en lo que despus se denomin operacin encaminada a aniquilar a los dirigentes palestinos, aun cuando no haba dirigente alguno entre los centenares de muertos, a no ser, desde luego, que se tratara de futuros dirigentes, ya que muchos de los muertos eran nios.

Alguien dijo en tono excitado:

-Charlie, quiero que conozcas a Joseph!

Y el deseo se cumpli.

Sin embargo, los dos se comportaron como si la presentacin apenas hubiera tenido lugar. Ella frunci las cejas, en su habitual ceo revolucionario, y ofreci la mano para ejecutar un apretn de manos propio de una colegiala inglesa, de absolutamente total brutalidad. Y l le dirigi una mirada calma y de tolerante aprecio, aunque totalmente carente de ambiciones.

El dijo:

-Mucho gusto, Charlie.

Y sonri justamente lo preciso para ser corts. Pero, a fin de cuentas, fue l, y no Charlie, quien dijo: Mucho gusto.

Charlie advirti que aquel hombre tena el hbito militar de oprimir los labios inmediatamente antes de hablar. La voz de aquel hombre, de matices extranjeros y muy controlada, tena cierta obsesionante tolerancia. Charlie estaba ms consciente de lo que aquella voz callaba que no de lo que la voz deca. El comportamiento de aquel hombre hacia ella era lo opuesto a la agresin.

El nombre de Charlie era, en realidad, Charmian, pero todos la llamaban Charlie, y, a menudo, Charlie la Roja, en mritos del color de su cabello y de sus actitudes radicales un tanto locas, actitudes que constituan su manera de demostrar su inters por el prjimo, y de atacar las injusticias. Charlie era como un apndice de una endeble compaa de jvenes actores ingleses que dorman en una ruinosa casa de campo que se alzaba a cosa de media milla de la costa, compaa que iba a la playa como una familia siempre unida. El modo en que haban ido a parar a aquella casa de campo, y el modo en que haban ido a parar a aquella isla, era un milagro para todos los miembros de la compaa, aun cuando, por su condicin de actores, los milagros no los sorprendan. El mecenas de esta compaa teatral era una opulenta empresa de Londres que recientemente haba decidido convertirse en la providencia del teatro itinerante. Terminada la gira por provincias, la media docena de principales miembros de la compaa qued pasmada al enterarse de que aquella empresa obsequiaba a todos con un perodo de descanso y diversin, a costa de la empresa. En un vuelo charter fueron transportados a la isla, la casa de campesinos los esperaba amablemente, y el dinero para gastos qued asegurado gracias a un modesto aumento de los sueldos. Era demasiado amable, demasiado generoso, demasiado sbito, y haca ya demasiado tiempo. Cuando recibieron la noticia, todos se mostraron gozosamente de acuerdo en que slo un hatajo de cerdos fascistas poda comportarse con tal filantropa, una filantropa que los dejaba desarmados. Despus de esto, se olvidaron todos de la manera en que haban llegado a aquel lugar. Y olvidados de ello estaban hasta el momento en que alguno levantaba medio dormido el vaso y murmuraba el nombre de la empresa, en un tibio brindis.

Charlie no era, ni mucho menos, la ms linda de las chicas, a pesar de que su sexualidad era patente, lo mismo que su buena voluntad, siempre incurable y jams totalmente oculta por sus actitudes voluntariamente adoptadas. Lucy, a pesar de ser estpida, era preciosa, en tanto que Charlie, de acuerdo con los generales criterios, resultaba un tanto insulsa, noche, con su fuerte y larga nariz, con la cara prematuramente hosca, que en un momento determinado pareca infantil y en el instante siguiente quedaba tan vieja y fnebre que causaba la impresin de haber tenido una vida terrible hasta el presente momento y se tema lo que la muchacha poda llegar a ser. A veces, Charlie era la huerfanita de la compaa, en otras ocasiones era la madre, quien contaba el dinero, quien saba dnde se encontraba el medicamento para curar picadas, o las tiras para poner en los cortes en los pies. En estas ltimas funciones, Charlie era la que ms corazn tena y la ms capacitada. De vez en cuando, Charlie se transformaba en la conciencia de la compaa, los rea a gritos por algn imaginario o real delito de chauvinismo, de sexismo o de occidental apata. Sus derechos a actuar de semejante manera tenan su fundamento en la clase social a que Charlie perteneca, ya que era el elemento distinguido de la compaa. Haba sido educada en escuelas de pago y era hija de un agente de cambio y bolsa, aun cuando era preciso tener en cuenta, cual Charlie jams se cansaba de repetir a sus compaeros, que dicho seor, pobre hombre, acab entre rejas, por defraudar a sus clientes. Pero la distincin siempre se nota.