Litvak, como si fuera un mdico dispuesto a intervenir en un parto, dijo:
-Llamamos a la puerta de su despacho, cuando hayamos terminado?
La ltima vez que Quilley los vio, estaban los dos sentados a la mesa circular de palo rosa, en la sala de espera, rodeados de seis de las sucias cajas de color castao de la seora Ellis, que parecan rescatadas de un naufragio. Igual que dos recaudadores de contribucin, los dos estudiaban el mismo conjunto de sospechosas cifras, con papel y lpiz, y Gold, el corpulento, se haba quitado la chaqueta y tena su asqueroso reloj sobre la mesa, como si quisiera cronometrarse a s mismo, mientras haca sus repulsivos clculos. Despus de esto, Quilley seguramente dormit un poco. Se despert con un sobresalto hacia las cinco de la tarde, y encontr la estancia contigua desierta. Cuando llam a la seora Longmore, sta contest muy intencionadamente que sus visitantes no haban querido molestar a Ned.
De entrada, Ned nada dijo a Marjory. Aquella misma noche, cuando Marjory le interrog al respecto, Ned repuso:
-Bueno, nada Slo he tenido la visita de un par de srdidos tratantes en artistas que mucho me temo se dirigan a Hamburgo. Nada digno de mencin.
-Judos?
-Pues s, judos, me parece. Muy judos, en realidad.
Marjory efectu un movimiento afirmativo de la cabeza como si lo hubiera sabido de antemano. Con muy poca conviccin, Ned aadi:
-Pero muy simpticos.
En sus horas libres, Marjory se dedicaba a visitar presos, por lo que los engaos de Ned eran para ella un libro abierto. Sin embargo, Marjory siempre daba tiempo al tiempo. Bill Lochheim era el corresponsal de Ned en Nueva York, y su nico socio norteamericano. En la tarde del da siguiente, Ned le llam por tel6fono. El buen Lloch jams haba odo hablar de aquel par, pero, siempre cumplidor de su deber, Loch comunic a Ned lo que ste ya saba: Gold y Karman eran nuevos en la profesin, contaban con ciertos apoyos, pero las empresas independientes no hacan ms que estropear el mercado, en la actualidad. A Quilley no le gust el tono con que Loch habl. Pareca que hablara coaccionado no por Quilley, quien en su vida haba coaccionado a nadie, sino por otra persona, una persona a la que Loch haba consultado. Quilley incluso tuvo la extraa impresin de que el buen Loch y l se encontraran en una misma situacin. Con pasmosa valenta, Ned, sirvindose de un pretexto, llam por telfono a GK (Gold y Karman) en Nueva York. Esta oficina result ser una representacin para el puro y simple contacto de compaas que trabajaban fuera de la ciudad, y no le dio informacin alguna. Ned no poda pensar en otra cosa que en sus dos visitantes y en el almuerzo que con ellos haba celebrado. Deseaba ardientemente no haberles recibido jams o haberles echado de buenas a primeras. Llam al hotel de Munich que los dos haban mencionado, y un seco recepcionista le inform de que Herr Gold y Herr Karman haban pasado una noche en el hotel, pero que se haban ido al da siguiente reclamados por asuntos urgentes e imprevistos. Por que daba el recepcionista tanta informacin? Ned pens que siempre ocurra, en aquel caso, que le daban demasiada informacin. O demasiado poca. Y siempre se adverta aquel matiz indicativo de que las personas con quienes Ned hablaba parecan actuar en contra de su voluntad. Un productor alemn que Kurtz haba mencionado en el curso de la conversacin le dijo que eran buenas personas, muy respetables, realmente muy buenas. Pero cuando Ned le pregunt si aquellos dos haban estado en Munich recientemente, y cules eran los proyectos en que intervenan, su interlocutor reaccion con hostilidad, y casi le colg el telfono.
Solo quedaban los colegas de Ned, en el negocio de agencias teatrales. Ned los consult con desgana y quitando de forma exagerada importancia a sus palabras, haciendo preguntas muy vagas, cubrindose siempre la retirada.
Ned se detuvo, como por casualidad, junto a la mesa en que se encontraba Herb Nolan, de Lomax Stars, en el Garrick, y le dijo:
-Hace poco conoc a un par de simpatiqusimos norteamericanos. Vinieron aqu para contratar gangas en vistas a una serie televisiva la mar de ambiciosa que estn preparando. Se llaman Gold y no s qu ms. Los has visto?
Nolan se ech a reir y contest:
-Yo fui quien te los mand, muchacho. Se interesaron por un par de mis horrorosos representados, y estaban la mar de interesados en Charlie. Queran saber si Charlie, a mi juicio, dara la medida artstica que esperaban de ella. Y se lo dije, y tanto que se lo dije.
-Si? Qu les dijiste?
-Pues les dije que Charlie dara su verdadera medida por el medio de mandarnos a todos al cielo, mediante una bomba.
Deprimido por el bajo nivel del sentido del humor de Nolan, Ned se abstuvo de hacer ulteriores investigaciones. Pero aquella misma noche, despus de que Marjory, inevitablemente, le hubiera extrado una confesin, Ned comparti sus angustias con ella:
-Tenan los dos mucha prisa. Tenan demasiadas energas, incluso teniendo en cuenta que eran norteamericanos. Me acosaron como si fueran un par de malditos policas. Primero uno, luego el otro.
Modificando su metfora, Ned aadi:
-Como un par de malditos perros terrier. -Luego dijo-: Creo que debiera recurrir a las autoridades.
Por fin, Marjory observ:
-Pero querido, por lo que me dices mucho temo que estos dos eran autoridades.
En tono muy decidido, Ned anuncio:
-Voy a escribir a Charlie. Si, s, estoy casi decidido a escribirle y ponerla sobre aviso, por si acaso. Pueden meterla en un lo.
Pero incluso en el caso de que Ned hubiera escrito a Charlie, lo hubiera hecho ya demasiado tarde. Antes de que transcurrieran cuarenta y ocho horas, Charlie parta hacia Atenas para proseguir su aventura con Joseph.
Una vez ms se consigui. Aparentemente, era solamente un aspecto accesorio de la operacin principal, aunque terriblemente arriesgado, cual Kurtz fue el primero en reconocer aquella misma noche, cuando modestamente inform de su triunfo a Misha Gavron. Sin embargo, qu otra cosa podamos hacer, Misha?
Dmelo? En qu otro lugar hubiramos podido encontrar tan abundante y preciosa correspondencia, durante un perodo tan largo? Haban buscado a otros recepcionarios de las cartas de Charlie, amigos, amigas, su repulsiva madre, una antigua profesora En un par de ocasiones haban fingido ser agentes de una empresa comercial interesada en adquirir los manuscritos y los autgrafos de los que en el futuro seran grandes personalidades. Esto hicieron hasta que Kurtz, con el consentimiento de Gavron, abandon esta campaa. Kurtz decret que ms vala dar un gran golpe que dar muchos golpes pequeos y peligrosos.
Adems, Kurtz necesitaba los valores intangibles. Necesitaba sentir el calor y la textura de su presa. Y, para esto, quin mejor que Quilley, con su largo e inocente conocimiento de Charlie? Y Kurtz impuso su voluntad sobre Quilley y obtuvo la informacin deseada. El da siguiente, se traslad a Munich, tal como haba dicho a Quilley, a pesar de que la produccin en que Kurtz estaba interesado no era la misma que haba insinuado a Quilley. Kurtz visit sus dos pisos francos. Volvi a dar nimos a sus hombres. Adems, organiz un cordial encuentro con el buen doctor Alexis, consistente en un largo almuerzo en el curso del cual de casi nada importante hablaron. Pero acaso los viejos amigos necesitan hablar de cosas importantes?