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-Quieres decir con esto que quieres que me deje la barba?

-Cuando lo quiera te lo dir.

Joseph sonri y Charlie le devolvi la sonrisa -fue otro encuentro con las candilejas en medio-, la mirada de Joseph dej libre a Charlie, y sta se fue al servicio de seoras, y all, rabiosa, contempl su propia cara en el espejo, mientras intentaba descifrar la manera de ser de Joseph. Pens: No es de extraar que tenga cicatrices de balas; fueron mujeres quienes le pegaron los tiros.

Ya haban comido, haban hablado con la cortesa propia de recin conocidos, y Joseph haba pagado la cuenta sacando el dinero de un billetero de piel de cocodrilo que seguramente cost la mitad de la deuda nacional del pas al que Joseph perteneciera, fuera cual fuese.

Mientras contemplaba cmo Joseph doblaba el recibo y se lo guardaba, Charlie le pregunt:

-Es que vas a incluirme en tu lista de gastos?

Joseph no contest la pregunta debido a que, de repente, a Dios gracias, su reconocido talento de director administrativo se haba hecho cargo de la situacin, y resultaba que tenan mucha prisa. Mientras ordenaba a Charlie que corriese, a lo largo de un pasillo estrecho procedente de la cocina, Joseph, cargado con el equipaje de Charlie, le dijo:

-Por favor, busca un Opel verde, con los guardabarros abollados, y con un chfer de diez aos de edad.

Charlie repuso:

-De acuerdo.

El coche en cuestin esperaba en la puerta lateral y, realmente, tal como Joseph haba prometido, tena los guardabarros abollados. Con presteza, el chfer se hizo cargo del equipaje de Charlie y lo puso en el portamaletas. Este chfer era un hombre pecoso, rubio, de aspecto saludable, con una amplia sonrisa que mostraba unos grandes dientes, y, s, ciertamente, aparentaba, si no diez aos, quince a lo sumo. Mientras abra la puerta trasera para que Charlie entrara en el automvil, Joseph dijo:

-Charlie, te presento a Dimitri. Su madre le ha dado permiso para regresar tarde esta noche. Dimitri, haz el favor de llevarnos al sitio que, en belleza, es el segundo del mundo.

Joseph se sent al lado de Charlie. El automvil se puso en marcha inmediatamente, al mismo tiempo que Joseph comenzaba su monlogo en burlona imitacin de los guas de turismo:

-Charlie, aqu vemos el hogar de la moderna democracia griega, que es la plaza de la Constitucin, en la que puedes ver cuntos son los demcratas que gozan de su libertad al aire libre en los restaurantes. A la izquierda puedes ver el Olimpen y la puerta de Adriano. Sin embargo, debo advertirte, antes de que te formes falsas ideas, que este Adriano no es el mismo que construy la clebre muralla. El Adriano de Atenas tena ms fantasa, no crees?, era ms artista.

Charlie dijo:

-Si, mucho ms.

Irritada, Charlie se dijo, en su fuero interno: Despierta, Charlie, despierta! Sal de este marasmo en que te encuentras. Es un viaje gratis, con un hombre nuevo y encantador, ests en la antigua Grecia, y a esto se le llama diversin. Ahora, el automvil circulaba ms despacio. Charlie divis ruinas a su derecha, pero los altos autobuses las ocultaron una vez ms. Tomaron una curva, ascendieron despacio por una cuesta adoquinada, y se detuvieron. Joseph salt del coche y abri la puerta correspondiente a Charlie, para que sta bajara. Joseph le cogi la mano, y la condujo de prisa, casi con aires de conspirador, hasta una estrecha escalera de piedra, bordeada de altos rboles. En un teatral murmullo, Joseph le dijo:

-Hablaremos slo en susurros, en la ms compleja clave. Charlie le contest con palabras tan carentes de significado como las de Joseph.

Joseph pareca llevar en la mano una carga de electricidad. El contacto con la mano de Joseph haca arder los dedos de Charlie. Avanzaban por un sendero en un bosque, en ocasiones pavimentado con piedras y en otras ocasiones de tierra, aunque siempre ascendente. La luna haba desaparecido y estaba muy oscuro, pero Joseph iba delante, de prisa y sin la menor duda, como si hubiera luz del da. En una ocasin pasaron junto a una escalera con peldaos de piedra, en otra ocasin cruzaron un sendero ms ancho, pero los caminos fciles no parecan haber sido hechos para Joseph. Ya no haba rboles, y Charlie vio a su derecha las luces de la ciudad, muy hacia abajo. A la izquierda, y en lo alto, vio una especie de picacho recortado en negro contra el cielo anaranjado.

Charlie oy pasos y risas a su espalda, pero se trataba slo de un par de cros jugando.

Sin reducir la velocidad de su paso, Joseph pregunt:

-No te molesta la caminata?

-Enormemente.

Joseph se detuvo y dijo:

-Quieres que te lleve en brazos?

-Desgraciadamente tengo un esguince en la espalda. Oprimiendo con ms fuerza la mano de Joseph, Charlie dijo:

-Ya lo vi.

Charlie volvi a dirigir la vista a la derecha y vio algo que le pareci las ruinas de un antiguo molino ingls, con una ventana arqueada inmediatamente encima de otra ventana arqueada, y la ciudad iluminada a su espalda. Mir hacia la izquierda y advirti que el picacho se haba convertido en la negra silueta rectangular de un edificio, con algo que pareca una chimenea sobresaliendo en uno de sus extremos. Luego, volvi a haber rboles, con el ensordecedor canto de las cigarras, y un olor a pino tan fuerte que picaba en los ojos a Charlie.

Tirando de Joseph para que se detuviera, por lo menos durante unos instantes, Charlie murmur:

-Es una trampa, verdad? Sexualidad en la colina. Cmo has sabido adivinar mis secretos deseos?

Pero Joseph ya volva a avanzar vigorosamente, precediendo a Charlie. Charlie estaba jadeante, pero poda seguir adelante durante un da entero, cuando se lo propona. Otra era la causa de su falta de aliento. Penetraron en un ancho sendero de piedras. Ante ellos, dos figuras grises vestidas de uniforme hacan guardia junto a una pequea cabaa de piedra en la que brillaba una luz dentro de una jaula de alambre. Joseph se acerc a los dos hombres uniformados, y Charlie oy el saludo en murmullos. La cabaa se levantaba entre dos puertas de hierro, en forma de reja. Detrs de una de ellas se volva a ver la ciudad que ahora no era ms que un distante resplandor de luces apretujadas. Pero detrs de la otra puerta no haba ms que una oscuridad total, y aquella oscuridad era el lugar al que iban a penetrar, ya que Charlie oy el sonido de llaves entrechocando, y el gemido del hierro al girar la puerta sobre sus goznes. Durante un instante, Charlie se sinti dominada por el miedo. Qu estoy haciendo aqu? En dnde estoy? Sal corriendo, muchacha, sal corriendo! Aquellos hombres eran policas o funcionarios, y, por su servil comportamiento, Charlie pens que Joseph seguramente los haba sobornado. Todos miraron sus relojes, y Charlie, una vez ms, record el maltratado cronmetro de Joseph y lo compar con el nuevo reloj de oro que ahora llevaba, con su brazalete de oro, con su elegante camisa de color de crema, y con sus gemelos. Joseph le indicaba con la mano que avanzara. Charlie mir hacia atrs y vio a dos muchachas en pie, ms abajo, en el sendero de piedra, mirando hacia arriba. Joseph la llamaba. Charlie se dirigi hacia la puerta abierta. Sinti que los policas la desnudaban con la mirada, y se le ocurri que Joseph todava no la haba mirado de esta manera. No, Joseph an no le haba dado rudas muestras de que la deseara. En su incertidumbre, Charlie deseaba ardientemente que se las diera.

La puerta se cerr a sus espaldas. Haba unos peldaos, y despus de los peldaos un sendero de resbaladiza piedra. Oy que Joseph le recomendaba que anduviera con cuidado. Charlie, de buena gana, hubiera pasado el brazo por la cintura de Joseph, pero ste la coloc delante de l, dicindole que no quera que su propio cuerpo le impidiera ver el panorama. Se trata de un panorama, se dijo Charlie. El panorama que, en belleza, es el segundo del mundo. Aquella piedra seguramente era mrmol, por cuanto resplandeca incluso en la noche, y las suelas de cuero resbalaban peligrosamente. En una ocasin poco falt para que Charlie se cayera, pero la mano de Joseph la cogi con una rapidez y con una fuerza que, comparadas con las de Al, dejaban a ste convertido en un mequetrefe. En otra ocasin, Charlie oprimi el brazo de Joseph contra su costado, de modo que tocara su pecho izquierdo. Mentalmente, Charlie le dijo con desesperacin: Toca. Es mo, el primero de dos, el izquierdo es un poco ms ergeno que el derecho. Pero a quin importa? El sendero avanzaba en zigzag, la oscuridad menguaba y daba calor a Charlie, como si an retuviera el sol del da. Abajo, por entre los rboles, la ciudad estaba lejana, como un planeta que se fuera. En lo alto, Charlie slo poda percibir la mellada negrura de torres y estructuras. El murmullo del trnsito haba cesado, dejando la noche a las cigarras.