Выбрать главу

De repente, Charlie se acord de las cicatrices de Joseph y le pregunt:

-No se tratar de trfico de armas? No andars metido en alguna guerrita, para pasar el rato? Ocurre que no me gustan los estampidos. Tengo los odos muy delicados.

La forzada frivolidad de su tono haba dado a la voz de Charlie un sonido que era extrao a los odos de la muchacha. Oy a Joseph:

-No, Charlie, no es trfico de armas.

-No, Charlie, no es trfico de armas. Trata de blancas quiz?

-No, tampoco es trata de blancas.

Charlie tambin repiti estas palabras y aadi:

-En este caso, slo quedan las drogas. S, porque en algo traficas, no es verdad? Ahora bien, las drogas tampoco me gustan. Long Al me obliga a llevar su hachs cuando pasamos las aduanas, y paso tantos nervios que estoy enferma durante varios das.

Tampoco obtuvo contestacin. Charlie volvi a hablar:

-Se trata de algo ms alto y noble, de algo que se encuentra en un plano absolutamente diferente?

Alarg la mano, cerr la radio y dijo:

-Oye: por qu no paras el coche aqu mismo? No hace falta que me lleves a sitio alguno. Y, si quieres, puedes volver a Mikonos y buscar a alguna que me sustituya.

-Y dejarte ah, en pleno descampado? No seas absurda. Charlie chill:

-iAhora mismo! Para este maldito automvil!

Se acababan de saltar unas seales de trnsito, y haban efectuado un giro a la izquierda, tan violento que el cinturn de seguridad se clav en el cuerpo de Charlie, cortndole la respiracin. Charlie quiso coger el volante, pero Joseph levant el antebrazo a tiempo para impedrselo. Joseph efectu un segundo giro a la izquierda, y, por un portaln blanco, penetr en un sendero privado, bordeado de azaleas e hibiscos. El sendero presentaba una curva que el automvil recorri volando, y acto seguido se detuvo en una extensin de grava bordeada de piedras pintadas de blanco. El segundo automvil se detuvo detrs, bloqueando el camino de salida. Charlie oy pasos en la grava. Vio una vieja villa de recreo, cubierta de flores rojas. A la luz de los faros, las flores parecan manchas de sangre fresca. En el porche luca una plida luz. Joseph par el motor y se meti en el bolsillo la llave del encendido. In

clinndose hacia Charlie, abri la puerta correspondiente a sta, con lo cual al olfato de Charlie Lleg el rancio aroma de las hortensias, y a sus odos el familiar canto de las cigarras. Joseph se ape, pero Charlie sigui dentro del automvil. No soplaba la brisa, no se tena sensacin de aire fresco, slo se oa el rumor de ligeros pasos de gente joven congregndose alrededor del automvil. Se trataba de Dimitri, el chfer de diez aos, con su sonrisa de dientes salidos. De Raoul, el muchacho con el cabello del color del lino, devoto de Jess, y con un rico pap sueco. De dos muchachas, con pantalones tejanos, aquellas mismas muchachas que les haban seguido durante su ascenso a la Acrpolis, y que tambin eran las mismas - ahora, bajo una mejor luz, Charlie se dio cuenta de ello- que haba visto vagando por las calles de Mikonos, una o dos veces, cuando iba de escaparates. Al or el sordo ruido producido por alguien al descargar equipaje del portamaletas, Charlie sali furiosa, mediante un salto, del interior del automvil, gritando:

-Mi guitarra! Dejad inmediatamente mi guitarra!

Pero Raoul ya tena la guitarra bajo el brazo, en tanto que Dimitri se haba hecho cargo de la bolsa de viaje. Charlie se dispona a abalanzarse sobre los dos chicos, cuando las dos muchachas la cogieron por codo y mueca y la obligaron a dirigirse hacia el porche. Charlie chill:

-Dnde est Joseph, ese hijo de mala madre?

Pero Joseph, el hijo de mala madre, cumplida su misin, ya se encontraba a mitad de los peldaos que conducan a la casa, y no volvi la vista atrs, como si estuviera escapando de un accidente. Al alejarse del automvil, Charlie vio, a la luz que brillaba en el porche, la placa trasera de la matrcula. No era una matrcula griega. Era rabe, con ringorrangos a lo Hollywood alrededor del nmero, y una placa de plstico con las letras CD, Corps Diplomatic, en la tapa del portamaletas, junto al emblema de la Mercedes Benz.

6

Las dos muchachas llevaron a Charlie al retrete y estuvieron con ella, muy tranquilas, mientras sta usaba el servicio. Una era rubia y la otra morena, y las dos parecan haber recibido rdenes de tratar amablemente a Charlie. Llevaban zapatos de suela blanda, no se haban metido los faldones de la camisa en los tejanos, haban dominado fsicamente a Charlie sin la menor dificultad, cuando sta se lanz sobre ellas, y cuando Charlie las insult, le contestaron con una sonrisa dotada de la lejana dulzura de los sordos.

La morena dijo a Charlie en el curso de una breve tregua:

-Me llamo Rachel. Y mi amiga se llama Rose. Te acordars? Piensa en RR.

Rachel era la guapa. Tena remilgado acento del norte y ojos alegres. Fue la espalda de Rachel lo que detuvo a Yanuka en la frontera. Rose tena rizado cabello rubio, y el nervudo cuerpo propio de una atleta. Cuando abri las manos, sus palmas parecan hojas de hacha salidas de sus delgadas muecas.

Con un acento seco que bien hubiera podido ser sudafricano, Rose dijo a Charlie:

-No te preocupes, Charlie. Ya vers cmo no te pasar nada malo.

Charlie intent una vez ms, y en vano, forcejear con ellas, y dijo:

-Gracias, ya se me ha pasado.

Del retrete la llevaron a un dormitorio en la planta baja, en donde le dieron un peine y un cepillo para el pelo, as como un vaso de turbio t, sin leche. Charlie se sent en el borde de la cama y comenz a tomar sorbos de t, mientras maldeca, trmula de rabia, e intentando acompasar la respiracin. Musit:

-RAPTO DE UNA ACTRIZ SIN UN PENIQUE! Qu rescate pensis pedir, muchachas? El pasivo de mi cuenta corriente?

Pero estas palabras slo sirvieron para que las muchachas le sonrieran con ms dulzura, a uno y otro lado de Charlie, cados los brazos, esperando el momento de hacerla subir la gran escalinata. Al llegar al primer descansillo, Charlie volvi a atacar a las dos muchachas, en esta ocasin a puetazos, lanzando los puos en curva trayectoria paralela al suelo, furiosamente, lo cual slo sirvi para que Charlie se encontrara suavemente depositada de espaldas en el suelo, con la vista fija en los vidrios policromos en lo alto de la escalinata, que quebraban la luz lunar transformndola en un mosaico de plido color dorado y de color de rosa. Charlie explic a Racheclass="underline"

-Slo quera romperte las narices.

Pero la reaccin de Rachel consisti en una radiante sonrisa de comprensin.

La casa era vieja y ola a gatos que apestaba. Estaba atestada de malos muebles griegos, del estilo imperio, y tena marchitas cortinas de terciopelo, y candelabros de latn. Pero en el caso de que hubiera estado limpia como un hospital suizo o sucia como la bodega de un buque carguero, ella nada hubiera cambiado. Slo hubiera significado otra clase de pesadilla, ni peor ni mejor. En el segundo descansillo, unos agrietados tiestos con flores trajeron a la memoria de Charlie, una vez ms, la imagen de su madre. Charlie se vio a s misma, siendo nia, sentada al lado de su madre, llevando pantalones de pana, y mondando vainas de guisantes, en un invernadero. Pero fue incapaz de recordar, en aquellos momentos y luego, una casa que tuviera un invernadero y en la que ella hubiera vivido, como no fuera la primera que la familia tuvo en Branksome, cerca de Bournemouth, cuando Charlie contaba tres aos de edad.

Se acercaron a una puerta de dos hojas, que Rachel abri, echndose despus a un lado. Charlie vio ante s una estancia con aspecto de caverna, en cuyo centro haba dos figuras sentadas a una mesa, una de ellas ancha y grande, y la otra encorvada y muy delgada, las dos ataviadas con ropas de nebulosos colores castaos y grises, y que, contempladas desde lejos, tenan fantasmal aspecto. Sobre la mesa vio papeles diseminados, a los que una luz pendiente del techo daba desproporcionada importancia, y que, incluso vistos desde lejos, tenan aspecto de recortes de prensa. Rose y Rachel se haban rezagado, cual si fueran personas de inferior importancia. Rachel dio un empujn en el trasero a Charlie y dijo: