Charlie se percat de todo lo anterior incluso antes de que la recia voz de Kurtz comenzara a llenar la estancia con sus frases tortuosamente imperativas. Si Charlie no hubiera ya previsto que le esperaba una larga noche, aquella voz implacable y contundente se lo hubiera revelado.
-Charlie, queremos explicarte lo que queremos hacer; queremos definirnos a nosotros mismos, queremos presentarnos, y aun cuando entre los aqu presentes nadie hay que sea propenso a pedir disculpas excesivas, tambin queremos decirte que lamentamos lo ocurrido. Pero a veces no queda ms remedio que actuar de determinada manera. Nosotros hemos actuado en uno o dos aspectos porque no nos ha quedado ms remedio. Lo siento. Te damos la bienvenida y te decimos hola.
Kurtz hizo una pausa lo bastante larga para que Charlie pudiera lanzarle otra andanada de insultos. Kurtz sonri, y dijo:
-Charlie, tengo la seguridad de que tienes muchas preguntas que hacernos, y te aseguro que, a su debido tiempo, las contestaremos, en la medida de lo posible. Entretanto permite que, por lo menos, te demos un par de informaciones de carcter bsico. Seguramente te preguntas quines somos.
En esta ocasin la pausa fue brevsima, casi inexistente, debido a que, en realidad, Kurtz no estaba tan interesado en estudiar el efecto de sus palabras como en utilizarlas para adquirir un amistoso dominio de la situacin y de la propia Charlie.
-Charlie, te dir que primordialmente somos personas decentes, tal como ha dicho Joseph. Somos buena gente. En este sentido, y al igual que la gente buena y decente que hay en todo el mundo, estimo que puedes calificarnos razonablemente de no sectarios, no alineados, y de profundamente preocupados, al igual que t, por los muchos malos caminos que el mundo sigue. Si aado que somos ciudadanos de Israel, espero que no comiences a echar inmediatamente espuma por la boca, ni a vomitar, ni a tirarte por la ventana, a no ser, desde luego, que sostengas la personal opinin de que Israel debiera ser borrado del mapa, o barrido con napalm, o entregado envuelto en papel para regalos a cualquiera de las muchas molestas organizaciones rabes que aspiran a eliminarnos.
Kurtz advirti un movimiento de secreto encogimiento del nimo de Charlie, por lo que se lanz inmediatamente a averiguar su naturaleza:
-Es realmente esto lo que piensas, Charlie?
Haba efectuado la pregunta bajando la voz. Prosigui:
-Bueno, quiz pienses as Por qu no nos dices lo que piensas al respecto? Tienes ganas de levantarte de la silla en este mismo instante? Ganas de irte a casa? Creo que tienes el billete de avin. Te daremos el dinero que necesites. Quieres irte?
Una helada inmovilidad se apoder de Charlie, cubriendo el caos y el momentneo terror que la muchacha senta. Que Joseph era judo, Charlie no lo haba dudado jams a partir de su abortado interrogatorio en la playa. Pero para Charlie, Israel era una confusa abstraccin que suscitaba, al mismo tiempo, sentimientos protectores y sentimientos de hostilidad. Charlie jams haba supuesto, siquiera por un segundo, que llegara a enfrentarse con Israel en carne y hueso.
Haciendo caso omiso de la oferta de Kurtz consistente en interrumpir las negociaciones antes de que hubieran comenzado, Charlie pregunt:
-Qu diablos est pasando aqu? Qu es esto? Una fiesta blica? Una incursin punitiva? Me van a poner electrodos? En qu consiste su gran idea?
Kurtz le pregunt:
-Has conocido en tu vida a algn israel?
-Que yo sepa, no.
-Tienes algo que objetar a los judos, desde un punto de vista racial? A los judos en cuanto a judos y basta? No olemos mal, en tu opinin, no tenemos malos modales en la mesa? Dnoslo. Son cosas que nosotros comprendemos.
-No sea tonto.
Charlie advirti que su voz no haba sonado debidamente, o acaso era su odo el que no haba percibido correctamente? -Te sientes entre enemigos, aqu?
Charlie contest:
-Cmo puede usted pensar tal cosa? Toda persona que me rapta es para m simpatiqusima.
Con la consiguiente sorpresa de Charlie, estas palabras suscitaron espontneas carcajadas en las que todos parecan tener derecho a participar. Salvo Joseph, que estaba muy atento a su lectura, tal como Charlie saba gracias al leve sonido de roces que Joseph produca al volver las pginas.
Kurtz aument un poco la presin de su interrogatorio. Sin dejar de sonrer cordialmente, insisti:
-Tranquilzanos un poco, Charlie. Olvidemos que, en cierto sentido, ests privada de libertad, aqu. Crees que Israel debe sobrevivir, o que todos nosotros debemos hacer las maletas y volver a nuestros pases de origen, para volver a empezar? Quiz estimes ms oportuno que ocupemos un pedacito del Africa central? O del Uruguay? Egipto, no, muchas gracias, ya lo intentamos y no dio buenos resultados. 0 crees que debemos dispersarnos una vez ms y volver a nuestros ghettos de Europa y Asia, en espera del prximo pogrom? Qu dices a esto, Charlie?
Esquivando la cuestin una vez ms, Charlie repuso: -Quiero que dejen en paz de una maldita vez a los pobres rabes.
-Gran idea. Y cmo lo vamos a hacer, as en trminos especficos?
-Dejando de bombardear sus campamentos, de echarlos de sus tierras, de arrasar sus pueblos, de torturarlos.
-Has mirado alguna vez el mapa de Oriente Medio?
-Naturalmente.
Con la misma peligrosa alegra mostrada anteriormente, Kurtz dijo:
-Y, mientras contemplabas el mapa, has deseado alguna vez que los rabes nos dejen en paz a nosotros?
A la confusin y temor que Charlie senta ahora, se aadi un sentimiento de vergenza, que probablemente era lo que Kurtz deseaba. Ante una tan clara realidad, las sarcsticas frases de Charlie adquirieron cierto matiz propio de una colegiala algo tonta. Charlie se sinti como una insensata dando sermones a gente sabia. Charlie contest con una estupidez:
-Quiero paz.
Sin embargo, las palabras de Charlie eran verdad. Cuando se lo permitan, Charlie tena la decente visin de una Palestina mgica-mente devuelta a aquellos que haban sido expulsados de ella, a fin de que en ella cupieran los ms poderosos custodios europeos.
Muy satisfecho, Kurtz dijo:
-En este caso, por qu no vuelves a mirar el mapa y te preguntas qu es lo que Israel quiere?
Y Kurtz guard unos instantes de silencio, que pareca el silencio de recuerdo a los seres amados que no pueden estar con nosotros esta noche.
Y este silencio se hizo ms y ms extraordinario a medida que ms duraba, debido a que era la propia Charlie quien contribua a prolongarlo. Y Charlie, que haca pocos minutos chillaba clamando a los cielos y a la tierra, ahora, de repente, nada tena que decir. Fue Kurtz, no Charlie, quien finalmente rompi el silencio, mediante unas palabras que parecan una meditada declaracin a la prensa:
-Charlie, no estamos aqu para combatir tus ideas polticas. Ahora es muy pronto todava, por lo que no me vas a creer (a santo de qu vas a creerme?), pero lo cierto es que tus ideas polticas nos gustan. En todos sus aspectos. En todas sus paradojas y buenas intenciones. Respetamos tus ideas y las necesitamos. No nos remos de ellas, y albergo esperanzas de que, a su debido tiempo, podamos volver a ellas y discutirlas de una forma abierta y positiva. Nos proponemos hacer una llamada al natural sentido humano que hay en ti, y nada ms. Hacer una llamada a tu buen corazn, a tu corazn humanitario. A tus sentimientos. A tu sentido de la justicia. No queremos pedirte nada que de un modo u otro sea contrario a tus recias y decentes convicciones ticas. En cuanto a tu polmica poltica, al nombre o a los nombres que le das, quisiramos quemarla, pura y simplemente. Por el contrario, respetamos del todo tus convicciones, cuanto ms confusas, ms irracionales y ms frustradas sean. Aceptando esta premisa, espero que te muestres dispuesta a quedarte aqu un tiempo ms y escuchar lo que tenemos que decirte.