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Con una sabia sonrisa de importancia, Charlie dijo en cierto momento:

-Todo nos hubiera ido muy bien si hubisemos pertenecido a la clase obrera. Si, a uno le despiden, uno queda en el paro, las fuerzas del capital estn en contra de uno, y as es la vida; sta es la realidad, y uno sabe cul es su sitio. Pero no ramos de la clase obrera. Eramos nosotros. Estbamos en el bando de los vencedores. Y de repente pasamos al bando de los vencidos.

Gravemente, meneando su cabezota, Kurtz dijo:

-Es duro.

Volviendo hacia atrs, Kurtz pregunt acerca de hechos incontrovertibles, tales como las fechas y el lugar del juicio, la exacta duracin de la condena, los nombres de los abogados, en el caso de que Charlie los recordara. Charlie no lo saba todo, pero dijo cuanto saba, mientras Litvak apuntaba las contestaciones, permitiendo con ello que Kurtz centrara en Charlie toda su benvola atencin. Ahora, las risas haban cesado totalmente. Era como si la banda sonora hubiera dejado de existir. No se oa ni un chirrido, ni una tos, ni un roce de pies contra el suelo. A Charlie le pareca que jams, en toda su vida, hubiera tenido un pblico tan atento, que tanto se fijara en su interpretacin. Pens que aquella gente la comprenda. Saben todos lo que es llevar la vida propia del nmada, quedar limitada a tus propios recursos cuando tienes la suerte en contra. En cierta ocasin y en obediencia a una serena orden dada por Joseph, las luces se apagaron, y todos esperaron en una tensa oscuridad, en espera de que terminara la alarma de bombardeo, sintindose Charlie tan inquieta como los dems, hasta que Joseph anunci el cese de la alarma, y Kurtz reanud su paciente interrogatorio. Realmente Joseph haba odo algo, o acaso todo fue un intento de recordar a Charlie que formaba parte del grupo? El efecto en Charlie fue el mismo, fuese cual fuere tal intencin: durante aquellos tensos segundos, Charlie fue compaera en la conspiracin de aquella gente, y no pens en la posibilidad de ser rescatada.

En otras ocasiones, Charlie, apartando dificultosamente su mirada de Kurtz, vea a los muchachos dormitando en sus puestos: al sueco Raoul, con su rubia cabeza inclinada sobre el pecho, y la suela de una gruesa zapatilla de atletismo apoyada en la pared; a la sudafricana Rose, apoyada en la puerta de dos hojas, con sus piernas de corredora estiradas ante ella, y los brazos cruzados sobre el pecho; a la nortea Rachel, con las negras crenchas colgando, con los ojos entornados, pero manteniendo la suave sonrisa de sensual reminiscencia. Sin embargo, el ms leve roce inslito bastaba para que todos quedaran inmediatamente alerta.

Amablemente, Kurtz pregunt:

-Y cul fue la tnica general, Charlie? Me refiero en lo tocante a este primer perodo de tu vida, hasta el momento de lo que podramos llamar la Cada.

Charlie intent aclarar:

-Te refieres a la edad de la inocencia, Mart?

-Exactamente. Tu edad inocente. Defnemela.

-Fue un infierno.

-Podras darme alguna razn?

-La viv en un barrio residencial. No es esto suficiente?

-Oh, Mart, eres tan!

Charlie haba pronunciado estas palabras con su voz lnguida, en su tono de cariosa desesperacin. Acompandolas con un lacio movimiento de las manos. S, cmo iba a explicarlo? Dijo:

-Para ti, esto no es un problema, debido a que eres judo, no lo comprendes? Tienes esas grandes tradiciones, esa seguridad. Incluso cuando os persiguen sabis quines sois y por qu.

Con cierta renuencia, Kurtz reconoci la verdad del aserto de Charlie, quien prosigui:

-Pero nosotros, nosotros los nios ricos de esa zona residencial que podramos llamar Ningn lugar Nosotros, nada. No tenamos tradiciones, no tenamos fe, no tenamos nada.

-Pero me has dicho que tu madre era catlica.

-Navidad y Pascua. Pura hipocresa. Estamos en la era poscristiana, Mart. No te lo ha dicho nadie? Cuando la fe desaparece, deja un vaco detrs. Y nosotros estamos en este vaco.

Mientras Charlie deca esto, vio que Litvak la miraba con ojos de ardiente expresin, con lo que Charlie tuvo el primer atisbo de la rabnica ira de Litvak.

Kurtz pregunt:

-Tu madre no se confesaba?

-Vamos, anda! Mi madre no tena nada que confesar. Este era su problema. No se diverta, no pecaba, no nada. Era toda ella apata y temores. Temor a la vida, temor a la muerte, temor a los vecinos. Temor, miedo! En algn ignoto lugar, la gente viva de verdad. Nosotros, no. En nuestro barrio, no. Imposible. Y que luego vengan a hablarnos de castraciones!

-Y t no tenas temores?

-Slo tena el temor de llegar a ser como mi madre. -Y esa idea que todos tenemos de una antigua Inglaterra aferrada a sus tradiciones?

-Olvdate de esto.

Kurtz sonri y movi su sabia cabeza como queriendo expresar: vivir para ver.

Kurtz insinu, la mar de satisfecho:

-Por eso, tan pronto pudiste, te fuiste de casa y te refugiaste en el teatro y en la poltica radical. Te convertiste en un exiliado poltico en el teatro. No s dnde he ledo esta frase, creo que fue en una entrevista que te hicieron. Me gust. Comienza a contarme tu vida a partir de aqu.

Charlie volva a trazar rayas sobre el bloc, dibujando ms smbolos de la psique. Dijo:

-Bueno, antes de hacer esto, utilic otros medios para apartarme de mi entorno.

-Por ejemplo?

Sin dar importancia a sus palabras, Charlie repuso:

-Bueno, ya se sabe, la sexualidad. Creo que todava no hemos hablado de la sexualidad en cuanto a base esencial de la rebelda. 0 las drogas.

Kurtz dijo:

-Ocurre que no hemos hablado de la rebelda.

-Bueno, Mart, pues puedes tener la seguridad de que

Entonces ocurri algo raro, que quiz fue demostracin de la manera en que un pblico perfecto puede conseguir lo mejor de un intrprete y mejorar su interpretacin a travs de la espontaneidad y de otros medios imprevisibles. Charlie haba estado a punto de endilgarles su habitual sermn dirigido a las gentes no liberadas. De explicarles que el descubrimiento de la propia identidad es requisito previo para identificarse con los movimientos radicales. Que cuando se escribiera la historia de la nueva revolucin, las verdaderas races de ella se encontraran en las salas de estar de la clase media, que era el natural medio de cultivo de la tolerancia represiva. Pero en lugar de hacer esto, Charlie se encontr, con la consiguiente sorpresa por su parte, recitando para Kurtz -o quiz para Joseph- listas y listas de sus primeros amantes, explicando todas las estpidas razones por las que se acost con ellos. Charlie insisti:

-Es algo incomprensible, Mart.

Y, al decir estas palabras, Charlie abri las manos en ademn de indefensin. Utilizaba demasiado las manos? Charlie pens que era muy posible, por lo que las puso sobre su regazo. Dijo:

-Incluso hoy no puedo explicrmelo. No los deseaba, no me gustaban. Slo los dejaba hacer.

Se haba dedicado a los hombres por aburrimiento, para agitar un poco el aire viciado de aquel rico ambiente residencial. Por curiosidad. Para demostrarles su poder, para vengarse de otros hombres, o para vengarse de otras mujeres, para vengarse de su propia hermana o de su maldita madre. Por pura y simple cortesa, o por haber quedado agotada por su insistencia. Y los productores y directores teatrales que quieren acostarse, oh, Mart, no puedes ni imaginarlo! Hombres para eliminar sus tensiones, hombres para crearle tensin. Hombres para instruirla, sus maestros en poltica, designados para explicarle en cama las cosas que ella jams poda comprender si las lea en libros. Las pasiones de cinco minutos que se rompan cual cacharros de barro en sus manos y que la dejaban ms sola que antes. Fracasos, fracasos, Mart, todos fueron un fracaso. 0, por lo menos, esto era lo que Charlie quera que Marty creyera.