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Quilley, conocido en el oficio con el nombre de el Desesperante Quilley, quien jams haba ocultado la antipata que senta por Alastair, y que Alastair era la mala influencia que llevaba a Charlie a la adopcin de reprobables ideas polticas. En consecuencia, Alastair haba visitado personalmente a Quilley, con la idea de retorcerle el pescuezo. Sin embargo, despus de haber tomado unas cuantas tazas de caf, Quilley comenz a manifestar su imperecedera admiracin hacia su visitante, y, por fin, orden a la seora Longmore que llamara un taxi porque tena que irse urgentemente.

Aquel mismo da, al atardecer, mientras Quilley estaba sentado en el jardn tomando el sol muriente, antes de la cena -los Quilley haban gastado dinero, recientemente, en unos cuantos decentes muebles para tener al aire libre, de hierro fundido, pero siguiendo los originales modelos victorianos-, Marjory escuch gravemente el relato de su marido, y despus, con gran indignacin por parte de Ned, Marjory se ech a rer. Luego, Marjory dijo:

-Qu traviesa es esa chica! Seguramente ha encontrado un amante rico que, pagando, la ha desembarazado de Alastair!

A continuacin, Marjory vio la cara de su marido: empresas norteamericanas sin domicilio, nmeros de telfonos que no con-testan, cineastas que no se encuentran Y todo ello ocurra alrededor de Charlie y de Ned.

En el colmo de la desdicha, Quilley dijo:

-Y hay cosas peores.

-Por ejemplo?

-Han robado todas las cartas de Charlie.

-Qu?

Quilley dijo que haban robado todas las cartas manuscritas de Charlie. Las cartas fechadas en el curso de los ltimos cinco aos o ms. Todas sus ntimas notitas, escritas mientras se hallaba de gira o en un momento de soledad. Notas maravillosas. Retratos de productores teatrales o de compaeros. Dibujitos que a Charlie le gustaba trazar cuando se senta feliz. Todo desaparecido. Lo sacaron de los archivos. Lo hicieron aquellos horrendos norteamericanos que no quisieron beber; s, el tal Karman y su sacasillas. A la seora Longmore le dio un ataque. Y la seora Ellis se puso enferma.

Marjory aconsej a su marido que les escribiera una carta dejndolos como chupa de dmine.

En el colmo de la desdicha, Quilley dijo:

-Para qu? Y a qu seas?

Marjory le dijo que hablase con Brian.

Si; bueno, Brian era su abogado, pero qu diablos poda hacer un abogado?

Laciamente, Quilley entr en su casa, se sirvi un buen trago, y conect la televisin, slo para ver, en el boletn de noticias de ltima hora de la tarde, un reportaje sobre el ltimo bestial atentado con bombas, que haba tenido lugar en algn lugar u otro. Ambulancias, policas llevndose a los heridos Pero Quilley no estaba de humor para tan frvolas distracciones. No haca ms que repetirse, en su fuero interno, que haban saqueado literalmente el historial de Charlie. Y ha sido un cliente, maldita sea! Y en mi propio despacho! Y el hijo del viejo Quilley estaba sentado en su despacho, haciendo una siestecilla, mientras aquella gente actuaba Haca muchos aos que no se llevaba un disgusto parecido.

Si so, no tuvo recuerdo de ello al despertar. 0 quiz, al igual que Adn, al despertar descubri que su sueo se haba convertido en realidad, puesto que lo primero que vio fue un vaso con naranjada recin hecha, junto a la cama, y lo segundo que vio fue a Joseph yendo muy decidido de un lado para otro, abriendo alacenas, y descorriendo las cortinas para que entrara la luz del sol. Fingiendo seguir dormida, Charlie le observ con los prpados entornados, tal como haba hecho anteriormente en la playa. Vio la lnea de su espalda herida. La primera y leve escarcha del paso del tiempo en las sienes, sobre su cabello negro. Y, una vez ms, la camisa de seda, con sus gemelos de oro.

Charlie pregunt:

-Qu hora es?

-Las tres. -Tir de la cortina y aadi-: De la tarde. Ya has dormido bastante. Tenemos que ponernos en marcha.

Y Charlie crey ver, tambin, una cadena de oro en el cuello, con la medalla metida debajo de la camisa. Charlie pregunt:

-Cmo sigue el labio?

-Parece que no podr volver a cantar.

Se acerc a un viejo armario pintado del que extrajo un caftn azul que dej sobre una silla. Charlie no vio seales en la cara de Joseph, aunque s marcadas ojeras de cansancio. Charlie pens que Joseph seguramente no se haba acostado, y record lo absorto que haba estado con sus papeles sobre la mesa. Si, seguramente haba terminado aquel trabajo.

-Recuerdas la conversacin que tuvimos antes de que te acostaras, esta maana? Cuando te levantes, te ruego que te pongas este vestido, as como la ropa interior que encontrars en esta caja. Quiero que hoy vayas vestida de azul y que lleves el cabello suelto, sin moos.

Charlie le corrigi:

-Trenzas.

Joseph hizo caso omiso de la correccin. Dijo:

-Esta ropa es un regalo que te hago, y tendr sumo placer en decirte lo que debes llevar y el aspecto que debes tener. Sintate en la cama, por favor, y mira bien este cuarto.

Charlie iba desnuda. Ponindose la sbana junto a la barbilla, se incorpor cautelosamente, quedando sentada en la cama. Una semana atrs, en la playa, Joseph hubiera podido estudiar el cuerpo de Charlie cuanto hubiera querido. S, pero de ello haca va una semana. Joseph dijo:

-Aprndete de memoria todo lo que veas en este cuarto. Somos amantes en secreto, y ste es el dormitorio en el que hemos pasado la noche. Si, la cosa pas as: nos reunimos en Atenas, vinimos a esta casa y la encontramos desierta. Sin Marty, sin Mike, sin nadie; slo t y yo.

-Y t quin eres?

-Aparcamos el automvil donde lo aparcamos. Cuando llegamos, haba una luz en el porche. Abr la puerta, y, cogidos de la mano, subimos corriendo la ancha escalinata.

-Y el equipaje qu?

-Dos piezas. Mi cartera de negocios, y tu bolsa de viaje. Yo llev las dos piezas.

-En este caso, cmo te las arreglaste para cogerme la mano?

Charlie pens que quiz se estaba excediendo con sus preguntas, pero la precisin de las mismas pareci agradar a Joseph, quien dijo:

-Llevaba la bolsa para colgar del hombro, con la correa rota, debajo del brazo derecho, y la cartera en la mano del mismo lado. Yo iba a tu derecha, y mi mano izquierda estaba libre. Encontramos el cuarto exactamente tal como est ahora, con todo dispuesto. Tan pronto hubimos cruzado la puerta nos abrazamos. No podamos contener nuestro deseo ni un segundo ms.

En dos pasos, Joseph se acerc a la cama, y comenz a buscar por entre las revueltas sbanas, hasta que encontr la blusa de Charlie, que sostuvo ante la cara de sta para que la viera. Estaba desgarrada en la parte correspondiente a todos sus ojales, y faltaban dos botones.

Joseph dijo:

-Frenes. -Y lo dijo como si frenes fuera el nombre del da de la semana, con la misma indiferencia. Aadi-: Es sta la palabra adecuada?

-Es una de las palabras adecuadas.

-Bueno, pues frenes.

Ech la blusa a un lado y se permiti sonrer levemente. Dijo: -Quieres caf?

-Me parece una estupenda idea.

-Pan? Yogur? Aceitunas?

-Slo caf.

Joseph haba ya llegado a la puerta, cuando Charlie le dijo en voz ms alta:

-Lamento mucho haberte raptado, Joseph. Hubieras debido montar una de esas contraofensivas que montan los israeles y derrotarme antes de que se me ocurriera la idea.

La puerta se cerr, y Charlie oy los pasos de Joseph alejndose por el pasillo. Charlie se pregunt si algn da volvera. Sintindose absolutamente irreal, salt cautelosamente de la cama. Es una pantomima, pens. Trenzas de oro, en la cueva de los osos. Las pruebas de su imaginaria noche de amor se encontraban en todas partes: una botella de vodka, de la que faltaba un tercio del lquido, flotando en el agua de una cubitera, dos vasos usados, dos cuencos con fruta, dos platos con restos de tarta de manzana y semillas de uvas, el blazer rojo sobre una silla, la elegante cartera de cuero negro, con bolsillos a los lados, que formaba parte del equipo de virilidad de todo joven ejecutivo que se precie, colgando de la puerta un kimono de karate, Hermes de Pars, tambin de Joseph, de gruesa seda negra. En el cuarto de bao, el neceser de colegiala de Charlie, de piel de becerro, junto a sus esponjas. Charlie poda elegir entre dos toallas, eligi la que estaba seca. Cuando examin su caftn azul pudo comprobar que era relativamente lindo, de gruesa tela de algodn, con el cuello pdicamente alto, y teniendo todava, dentro, el papel de seda de la tienda, que era Zelide, Roma y Londres. La ropa interior era propia de una fulana cara, negra y de la medida de Charlie. En el suelo haba una bolsa para llevar colgada al hombro, nueva, de cuero, y un par de elegantes sandalias sin tacn. Se prob una Le sentaba a la perfeccin. Charlie se visti, y estaba cepillndose el cabello cuando Joseph regres al dormitorio con una bandeja en la que llevaba el caf. Joseph poda moverse pesadamente, y tambin poda moverse con tal levedad que pareca que la pelcula se haba quedado sin banda sonora. Era una persona dotada de una amplia gama de pesos y levedades.