Sin embargo, el imperio del empeo de Schulmann era lo que Alexis perciba con ms fuerza. Schulmann era una especie de ultimtum humano que comunicaba a sus hombres las presiones que l senta en s mismo, e impona una presin casi insoportable sobre sus tareas. Podemos vencer, pero tambin podemos perder, vena a decir Schulmann en la vvida imaginacin del doctor Alexis. Y, adems, nos hemos demorado demasiado, durante demasiado tiempo. Schulmann era el empresario, el director, el general, todo al mismo tiempo, pero, a la vez, era un hombre muy mandado por otros. Por lo menos sta era la manera en que Alexis interpretaba a Schulmann, y Alexis no siempre se equivocaba. Lo interpretaba as en mritos de la dura e interrogativa manera en que sus hombres le trataban, y lo hacan, no en averiguacin de los detalles en las investigaciones, sino en los avances de las mismas: es un paso adelante? Contribuye al esclarecimiento? Alexis advirti que Schulmann tena un ademn caracterstico, consistente en subirse la manga de la chaqueta, agarrando con la mano su recio antebrazo, y despus se retorca la mueca con tal fuerza que pareca estimara fuese la mueca de otro, hasta el momento en que su reloj de pulsera, de acero, le devolva en reflejo la mirada. Alexis pens que Schulmann tambin tena un plazo lmite. Si, a sus pies tambin tena una bomba de relojera, haciendo tictac. S, y esta bomba la llevaba el sacasillas en su cartera de hombre de negocios.
La interaccin entre los dos hombres fascinaba a Alexis, y constitua un bienvenido descanso en su tensin. Cuando Schulmann daba un paseo por la Drosselstrasse y se detena ante las deleznables ruinas de la casa volada por la bomba, alargaba impulsivamente el brazo, como pidiendo disculpas, y miraba su reloj, comportndose tan indignadamente como si aquella casa hubiera sido la suya, y entonces, el sacasillas de Schulmann se ocultaba en las sombras cual si fuese la conciencia del otro, con sus esquelticas manos puestas enrgicamente en sus costados, causando la impresin de refrenar a su jefe, mediante la musitada confesin de sus creencias. Cuando Schulmann citaba al agregado laboral, para tener con l una ltima conversacin privada, y cuando el dilogo entre los dos, odo a medias al travs del tabique, llegaba a tono de gritos, y luego descenda hasta el bajo tono del confesionario, era el sacasillas quien sacaba de la estancia al destrozado interrogado, y quien personalmente le devolva a los cuidados de la embajada, con lo cual confirmaba una teora que Alexis haba alentado desde un principio, pero que las autoridades de Colonia le haban ordenado no desarrollar bajo pretexto alguno.
Todo conduca a esta teora. La introvertida y ansiosa esposa dedicada solamente a soar en su hogar sagrado; el aterrador sentido de culpabilidad del agregado laboral; su absurdamente generosa recepcin de la muchacha llamada Katrin, con la que se atribuy, prcticamente, el papel de hermano por poderes, otorgados en ausencia de Elke; su curiosa confesin de que haba entrado en el dormitorio de Elke, cosa que su esposa jams haca. Para Alexis, quien se haba encontrado en situaciones parecidas, en pasados tiempos, y que ahora volva a encontrarse en la misma situacin -desgarrado por sentimientos de culpabilidad, y con los nervios sensibles a las ms leves brisas sexuales-, los sntomas se encontraban escritos claramente en todo el expediente, y, en secreto, a Alexis, le gustaba que Schulmann tambin se hubiera dado cuenta de ello. Ahora bien, las autoridades de Colonia se cerraban de banda ante estos hechos, las autoridades de Bonn, por su parte, explotaban histricamente las circunstancias. El agregado laboral era un hroe, padre de un hijo muerto, marido de una mujer mutilada. Era la vctima de una salvajada antisemtica cometida en tierra alemana, era un diplomtico acreditado en Bonn, y, por definicin, era el judo ms respetable entre cuantos judos hayan sido inventados. Quines eran los alemanes, nada menos que los alemanes, se preguntaban a s mismos, para denunciar a tal persona en concepto de infiel al vnculo matrimonial? Aquella misma noche, el desdichado agregado laboral acompa al cadver de su hijo a Israel, y el telediario de mbito nacional inici el programa con la imagen de la ancha espalda del agregado subiendo la escalerilla, mientras el omnipresente Alexis, sombrero en mano, con ptreo respeto le contemplaba partir.
Algunas actividades de Schulmann no llegaron a odos de Alexis hasta despus de que el equipo israelita hubiera partido rumbo a Israel. Por ejemplo, descubri casi por casualidad, aunque no del todo, que Schulrann y su sacasillas haban efectuado conjuntamente investigaciones acerca de Elke, con independencia de los investigadores alemanes, y que la haban convencido, a altas horas de la noche, de que demorase su provecto de regresar a Suecia, con el fin de que los tres pudieran gozar de una conversacin privada totalmente voluntaria y bien pagada. Los dos israelitas pasaron una tarde entera interrogando a la muchacha en el dormitorio de un hotel, y, despus, en contraste con la economa de que hacan gala en otras ocasiones sociales, los dos acompaaron a la muchacha en taxi hasta el aeropuerto. Alexis intua que hicieron lo anterior con la finalidad de descubrir quines eran los verdaderos amigos de Elke, y a dnde iba Elke a divertirse cuando su novio quedaba a buen recaudo, en manos del ejrcito. Y en dnde compraba Elke la marijuana y las anfetaminas que encontraron entre los restos de su dormitorio. O para averiguar, lo cual era ms probable, quin la obsequiaba con estos productos, y en los brazos de quin prefera abandonarse para hablar de s misma y de la familia en la que trabajaba, cuando se senta realmente a gusto y tranquila. Alexis dedujo todo lo anterior debido, en parte, a que sus propios hombres le entregaron un informe confidencial sobre Elke, y las preguntas que Alexis atribua a Schulmann eran exactamente las mis-mas que l hubiera formulado a la muchacha, si Bonn no le hubiera amordazado, prohibindole esta clase de investigaciones.
Las autoridades de Bonn siempre decan que era preciso no jugar sucio, dejar, primero, que creciera la hierba sobre las ruinas. Y Alexis, que ahora estaba luchando por su supervivencia, comprendi estas insinuaciones y se call, s, debido a que de da en da el prestigio del silesio iba en alza, mientras el de Alexis iba en baja.
De todas maneras, Alexis hubiera apostado cualquier cosa a que habra acertado la clase de respuestas que Schulmann, con el ejercicio de su frentica y despiadada presin, pudo extraer de la muchacha, entre miradas a aquel reloj que llevaba, con el retrato a pluma de un viril estudiante rabe o de un agregado diplomtico principiante en algn puesto de escasa importancia, aunque tambin caba la posibilidad de que se tratase de un cubano, contando con dinero sobrado as como con los pertinentes paquetitos de droga, y una inslita predisposicin a escuchar. Mucho despus, cuando ello careca ya de importancia, Alexis tambin se enter -gracias a los servicios de seguridad suecos quienes tambin se sintieron interesados por la vida amorosa de Elke- que Schulmann y su sacasillas haban exhibido a altas horas de la madrugada, mientras los dems dorman, una coleccin de fotografas de los ms probables candidatos. Y que de entre estas fotografas, Elke eligi una correspondiente a un hombre que se deca chipriota, a quien Elke haba conocido con el nombre de Marius, nombre que el hombre en cuestin exiga se pronunciara a la francesa. Y Alexis tambin supo que Elke haba firmado una declaracin al efecto -S, ste es el Marius con quien me acost- que, segn Schulmann y su sacasillas dijeron a la muchacha: necesitaban para llevrsela a Jerusaln. Y a santo de qu?, se pregunt Alexis. Para que Schulmann consiguiera que le ampliaran el plazo concedido? Para conseguir crdito en la base? Alexis comprenda esas cosas. Y cuanto ms pensaba en ellas, mayor era su sentimiento de afinidad con Schulmann, y su sentido de camaradera y comprensin. Alexis pensaba: t y yo somos iguales. Luchamos, percibimos, vemos.