El silesio pareca pensar lo mismo, pero, con macabro sentido del humor, exclaim sonoramente:
-La hemos llamado la bomba de Bikini! Es el minimo! No Lleva extras!
Alexis, temerariamente, apostill:
-Ni indicios para efectuar detenciones!
Y fue recompensado por Schulmann mediante una sonrisa de admiracin y extrao reconocimiento.
Apartando bruscamente a su ayudante, el silesio meti la mano en la maleta y con airoso ademn extrajo de ella una pieza de madera sobre la que se haba montado el circuito elctrico, que tenia la apariencia de un autdromo de juguete, con hilo conductor cubierto de aislante, que terminaba en diez palitos de plstico gris. Mientras los profanos se arremolinaban alrededor de la mesa para ver mejor el ingenio, Alexis vio con sorpresa que Schulmann, con las manos en los bolsillos, se una a los mirones. Por qu?, se pregunt Alexis mirando descaradamente a Schulmann. A santo de qu hoy pierdes tan tranquilamente el tiempo, cuando ayer ni siquiera lo tenas para mirar tu maltratado reloj? Abandonando sus esfuerzos para fingir indiferencia, Alexis se puso rpidamente al lado de Schulmann. El silesio indicaba que sta era la manera en que se fabricaba una bomba, cuando se tiene una imaginacin convencional y se desea volar judos. Usted compra un reloj barato, como ste, no lo roba, sino que lo compra en unos grandes almacenes, en la hora punta, y, adems compra un par de chucheras para que el dependiente no se acuerde de usted. Arranca la saeta que marca las horas. Hace un orificio en el vidrio, mete un alfiler de sastre en el orificio, une mediante soldadura el circuito elctrico a la cabeza del alfiler. Ahora, pone la batera. Ahora pone la saeta a la distancia de la aguja que usted desee. Pero, por lo general, procure que tarde lo menos que sea posible en llegar al alfiler, para evitar dilaciones que puedan conducir al descubrimiento y desarme de la bomba. Ahora le da cuerda al reloj. Compruebe que la aguja de los minutos sigue funcionando. Si, funciona. En el instante en que esta saeta toca el alfiler se cierra el circuito elctrico, y la bomba estalla.
Para hacer una demostracin del funcionamiento de aquella maravilla, el silesio quit el detonador y los diez palitos de explosivo de plstico, sustituyendo a stos por una bombillita como las que llevan las linternas de pilas.
El silesio grit:
-Y ahora les voy a demostrar cmo funciona el circuito! Nadie dudaba duque aquello funcionaba, casi todos se saban de memoria el ingenio en cuestin, pero a pesar de ello y durante unos instantes, Alexis tuvo la impresin de que los espectadores se estremecan involuntariamente, cuando la bombillita se encendi alegremente. Slo Schulmann pareca indiferente. Alexis pens: Quiz ha visto demasiadas tragedias, y, al final, se ha quedado sin sentido de la piedad. Si, ya que Schulmann no haca el menor caso de la bombilla. Estaba inclinado sobre el circuito de alambre conductor, y lo contemplaba con el crtico inters de un entendido.
Un parlamentario deseoso de demostrar su sagacidad pregunt por qu la bomba no haba estallado en el momento deseado. En suave y elegante ingls, el parlamentario dijo:
-Esta bomba estuvo catorce horas en la casa. La saeta de los minutos da una vuelta por hora y la saeta de las horas da una vuelta en doce horas. Cmo se explica que la bomba tardara catorce horas en estallar, cuando la previsin slo poda ser de una hora a lo sumo?
El silesio tena una conferencia completa para contestar cada una de las preguntas que le formularan. Ahora, dio una conferencia, mientras Schulmann, con su benvola sonrisa, comenzaba a tentar suavemente los bordes del circuito, con sus gruesos dedos, como si hubiera perdido algo en el relleno que haba debajo. El silesio dijo que probablemente el reloj haba fallado. Quiz el traslado en automvil hasta la Drosseistrasse haba daarlo al mecanismo. El silesio tambin dijo que caba la posibilidad de que el agregado laboral, al dejar la maleta sobre la cama, haba alterado el circuito. Lo ms probable era que el reloj, debido a su baratura, se parase y volviera a ponerse en marcha. Lo ms probable era cualquier cosa, pens Alexis irritado. Pero Schulmann tena otra teora, mucho ms ingeniosa. Hablando como si distradamente hiciera un aparte, y dedicando su atencin a las bisagras de la maleta, dijo:
-O quiz el hombre de la bomba no rasc debidamente la pintura de la saeta.
Schulmann extrajo un viejo cortaplumas de mltiples usos, seleccion un punzn, y comenz a empujar levemente la cabeza del alfiler hacia arriba, confirmando la facilidad con que se poda arrancar. Dijo:
-Sus tcnicos de laboratorio han rascado toda la pintura, pero quiz el hombre de la bomba no era tan cientfico como sus tcnicos.
Cerr ruidosamente el cortaplumas y aadi:
-Ni tan hbil, ni tan cuidadoso.
En su fuero interno, Alexis protest: Pero si era una chica! Por qu razn Schulmann comenzaba a hablar repentinamente del hombre de la bomba, cuando todos estamos pensando en una linda muchacha vestida de azul? Sin darse cuenta, al parecer, que de momento haba desbancado al silesio mientras ste se hallaba en plena actuacin, Schulmann fij su atencin en el circuito situado en la parte interior de la tapa de la maleta.
Con angelical modestia, el silesio pregunt:
-Ha visto algo interesante, Herr Schulmann? Ha descubierto una pista, quiz? Por favor dganoslo. Ser interesante.
Schulmann medit tan generosa oferta. Y mientras se acercaba a la mesa con sus macabros restos, que examinaba atentamente, dijo:
-Falta hilo conductor. Si, ya que aqu tiene usted un resto de setenta y siete centmetros de hilo.
Schulmann sostena en la mano un chamuscado ovillo de hilo conductor. Estaba enrollado como se suele enrollar el hilo de lana, con un extremo cindolo. Schulmann dijo:
-En su reconstruccin tiene usted un mximo de veinticinco centmetros. A qu se debe el que en su reconstruccin falte medio metro de hilo?
Hubo un momento de intrigado silencio, antes de que el silesio soltara una sonora y benvola carcajada. Como si se dirigiera a un nio, el silesio explic:
-Herr Schulmann, este hilo es hilo sobrante. Cuando quien quiera que fuese construy la bomba, le sobr hilo y ech este hilo sobrante al interior de la maleta. Esto es normal, por una razn de limpieza.
El silesio repiti:
-Es hilo sobrante. Ubrig. Sin significado tcnico. Sag ihm dock ubrig.
Alguien tradujo, sin que hubiera necesidad de ello:
-Sobras. Carece de significado, Herr Schulmann. Son sobras.
La pequea crisis pas, la laguna qued colmada, y la prxima vez que Alexis dirigi la vista a Schulmann le vio discretamente situado junto a la puerta, dispuesto a irse, con la ancha cabeza parcialmente orientada hacia Alexis, levantado el antebrazo en cuya mueca llevaba el reloj, pero con un aire que antes pareca tentarse el estmago que mirar la hora. Los ojos de uno y otro no se encontraron del todo, pero Alexis supo con toda certeza que Schulmann le estaba esperando, que deseaba que l cruzara la estancia y le dijera, almuerzo. El silesio segua hablando montonamente, y sus oyentes le rodeaban, en pie, como un grupo de pasajeros de avin en espera en un aeropuerto. Apartndose discretamente del grupo, Alexis se acerc de puntillas a Schulmann. En el pasillo, Schulmann cogi de! brazo a Alexis, en un gesto de sincero afecto. Ya en la calle -era un da soleado- los dos hombres se quitaron la chaqueta, y, ms tarde, Alexis record muy bien que Schulmann se remang las mangas de su camisa del desierto, mientras Alexis paraba un taxi y le daba las seas de un restaurante italiano, situado en lo alto de una colina, en un extremo de Bad Godesberg. Alexis haba llevado a mujeres a tal restaurante, pero jams a hombres, y Alexis, que jams dejaba de ser voluptuoso, siempre tena conciencia de las primeras veces.