– ¿Dónde está Lisbeth Salander? -preguntó Mikael.
Niedermann le echó una mirada rara. No entendía qué estaba pasando esa extraña noche en la que todo parecía ir mal.
Mikael se encogió de hombros. Volvió al coche, abrió el maletero y encontró una cuerda de remolque. No podía abandonar a Niedermann en medio de la carretera y con las manos atadas. Recorrió los alrededores con la mirada. Treinta metros más arriba, una señal de tráfico resplandecía a la luz de los faros. Peligro de alces.
– Levántate.
Puso la boca del arma en la nuca de Niedermann, lo condujo hasta la señal de tráfico y le obligó a sentarse en la cuneta y apoyar la espalda en el poste. Niedermann dudó.
– Todo esto es muy sencillo -dijo Mikael-. Tú asesinaste a Dag Svensson y Mia Bergman. Eran mis amigos. No pienso soltarte en medio de la carretera, así que o te ato aquí o te pego un tiro en la rodilla. Tú eliges.
Niedermann se sentó. Mikael le puso la cuerda de remolque alrededor del cuello y le inmovilizó la cabeza. Luego usó dieciocho metros de cuerda para atar al gigante por el torso y la cintura. Dejó un poco para poder atarle los antebrazos al poste y lo remató todo con unos sólidos nudos marineros.
Cuando terminó, Mikael volvió a preguntarle dónde se hallaba Lisbeth Salander. No recibió respuesta alguna, así que hizo un gesto de indiferencia y abandonó a Niedermann. Hasta que no volvió al coche, no sintió la subida de adrenalina y no tomó conciencia de lo que acababa de hacer. La imagen de la cara de Mia Bergman centelleó un instante ante sus ojos.
Encendió un cigarrillo y bebió Ramlösa de la botella. Contempló la silueta del gigante en la penumbra, junto a la señal de tráfico. Después, se puso al volante, consultó el mapa de carreteras y constató que le faltaba más de un kilómetro para alcanzar el desvío que conducía hasta la granja de Karl Axel Bodin. Arrancó el motor y pasó ante Niedermann.
Pasó despacio por el desvío indicado con el letrero de Gosseberga y aparcó junto a un granero, en un camino forestal, a unos cien metros al norte. Cogió la pistola y encendió la linterna. Descubrió marcas recientes de ruedas en el barro y constató que otro coche había estado aparcado antes en ese lugar, pero no le dio más importancia. Volvió andando hasta el desvío de Gosseberga e iluminó el buzón. «192 – K. A. Bodin.» Continuó caminando.
Era casi medianoche cuando vio las luces de la granja de Bodin. Se detuvo a escuchar. Permaneció quieto durante varios minutos pero no pudo oír más que los habituales ruidos de la noche. En vez de seguir por el camino de acceso hasta la casa, lo hizo a través del prado y se fue acercando por la parte del establo. Se detuvo en el patio, a treinta metros de la casa. Estaba en alerta total. La carrera de Niedermann hasta la carretera daba a entender que algo había ocurrido en la granja.
Mikael había recorrido más o menos la mitad del patio cuando oyó un ruido. Giró y se dejó caer de rodillas levantando el arma. Tardó unos segundos en percatarse de que el ruido procedía de una caseta. Sonaba como si alguien se quejara. Cruzó rápidamente el césped y se paró junto a la caseta. Al doblar la esquina, miró por una ventana y vio que en su interior había una luz encendida.
Escuchó. Alguien se estaba moviendo allí dentro. Levantó el travesaño y al abrir la puerta se encontró con un par de ojos aterrorizados en una cara ensangrentada. Vio el hacha en el suelo.
– Diossantojoder -murmuró.
Luego descubrió la prótesis.
«Zalachenko.»
Definitivamente, Lisbeth Salander había estado de visita.
Le costó imaginarse lo que podía haber pasado. Volvió a cerrar la puerta a toda prisa y colocó el travesaño.
Con Zalachenko en la caseta y Niedermann atado en la carretera de Sollebrunn, Mikael atravesó el patio hasta la casa principal. Tal vez hubiera una desconocida tercera persona que podría representar un peligro, pero la casa le pareció desierta, casi deshabitada. Apuntó al suelo con el arma y, con mucho cuidado, abrió la puerta exterior. Entró en un vestíbulo oscuro y vio un haz de luz que procedía de la cocina. Lo único que pudo oír fue el tictac de un reloj de pared. Al llegar a la puerta, descubrió de inmediato a Lisbeth Salander tumbada encima de un banco.
Por un instante, se quedó como paralizado contemplando su cuerpo maltrecho. Notó que en la mano -que colgaba flácida- llevaba una pistola. Se acercó y se puso de rodillas. Pensó en cómo había encontrado a Dag y Mia y, por un segundo, creyó que Lisbeth estaba muerta. Luego vio un pequeño movimiento en su caja torácica y percibió una débil y bronca respiración.
Alargó la mano y, cuidadosamente, le empezó a quitar el arma. De pronto, Lisbeth la agarró con más fuerza. Sus ojos se abrieron formando dos delgadas líneas y miraron a Mikael durante unos largos segundos. Su mirada estaba desenfocada. Después, él la oyó murmurar unas palabras en voz tan baja que apenas pudo percibirlas.
– Kalle Blomkvist de los Cojones.
Cerró los ojos y soltó la pistola. Mikael puso el arma en el suelo, sacó el móvil y marcó el número de emergencias.
Stieg Larsson
Nació el 15 de agosto de 1954, en Skelleftehamn, Suecia, con el nombre de Kart Stig-Erland.Larsson. Creció en un medio rural, en la pequeña comunidad de Norsjö, unos 100 km al norte de Umeå. Vivió con sus abuelos hasta la muerte de su abuelo en 1962. Entre 1977 y 1999 trabajó como diseñador gráfico para la agencia de noticias Tidningarnas Telegrambyrå (TT). Militó en la Kommunistiska Arbetareförbundet (Liga Comunista de Trabajadores). Profundamente comprometido en la lucha contra el racismo y la ultraderecha antidemocrática, participó a mediados de los 80 en la fundación del proyecto antiviolencia Stop the Racism, y en 1995 de la Fundación Expo, de cuya revista, Expo, fue director desde 1999. Escribió varios libros de investigación periodística acerca de los grupos nazis de su país y de las oscuras conexiones entre la extrema derecha y el poder político y financiero.
Gran lector y entusiasta del género negro y de la ciencia ficción, escribía sus novelas por las noches, prácticamente en secreto. Cuando finalizó el segundo volumen (Flickan som lekte med elden) de la serie y con el diseño de la trama del tercero cerrado, pasó su manuscrito a un amigo editor, y así empezó todo.
Inesperada y trágicamente, Stieg Larsson falleció el 9 de noviembre de 2004 en Estocolmo, víctima de un ataque cardíaco, días después de entregar a su editor el tercer volumen (Luftslottet som sprängdes) y poco antes de ver publicado el primero (Män som hatar kvinnor). No pudo ver la obra que le llevó a la fama publicada, y su trágica muerte truncó el plan de unas siete novelas de la serie, que algunos de sus allegados aseguran que tenía en mente.
Los hombres que no amaban a las mujeres, el primero de estos tres libros, recibió en 2006 el prestigioso premio Llave de cristal, otorgado a la mejor novela de misterio de autor nórdico.
[1] Acronimo de Bondage, Discipline, Domination, Submission y Sado-massoquism. (N. de los T.)
[2] Estimada señorita Salander: / Por medio de la presente le comunico que, a 20 de enero del año en curso, se ha efectuado el último pago de su propiedad. Tal y como acordamos, le adjunto las copias de toda la documentación, pero conservo los originales. Confío en que todo sea de su agrado. / Permítame añadir que deseo que esté bien, querida. Disfruté enormemente de su visita sorpresa el verano pasado. Debo decir que su presencia me resultó agradable del todo. Si me necesita, estaré encantado de volver a prestarle mis servicios. Atentamente, / J. S. M.