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Muy poco de la antigua Diaspar quedaba cuando se construyó la nueva ciudad; el Parque casi la había ocupado por completo. Incluso antes de la transformación, había existido un claro cubierto de hierba en el centro de Diaspar circunvalando la conjunción de todas las calles radiales. Después se había expandido diez veces más barriendo todas aquellas calles y los edificios próximos en la misma forma. La Tumba de Yarlan Zey, había surgido al mismo tiempo, reemplazando una estructura circular muy ancha que previamente había estado situada en el punto de reunión de todas las calles. Alvin nunca había creído en la antigüedad que las leyendas atribuían a la Tumba; pero entonces comprobó que era cosa cierta.

Supongo — dijo Alvin, asaltado súbitamente por una idea— que podremos explorar esta imagen, de igual manera que hemos explorado la imagen presente de la ciudad…

Los dedos de Khedrom se movieron ágilmente sobre el control del monitor y la pantalla dio la respuesta a la pregunta de Alvin. La ciudad, tan lejanamente desvanecida en el pasado, comenzó a expandirse ante sus ojos, examinando detenidamente aquellas antiguas avenidas y calles estrechas de la vieja Diaspar. Aquella imagen de la ciudad, de la Diaspar que hubo existido una vez en el pasado era todavía tan clara y definida como lo era en la actualidad. Durante mil millones de años, los circuitos de memoria, la habían mantenido en una fantasmal pseudoexistencia, esperando que alguien quisiera reviviría hacia el presente. Y no era simplemente una memoria lo que estaba observando. Era algo más complejo que aquello, era… la memoria de una memoria.

Alvin no sabía qué podría aprender de su contemplación y si podría ayudarle en sus propósitos. Pero no importaba, era fascinante mirar en el pasado y ver un mundo que había existido en los días en que los hombres todavía viajaban entre las lejanas estrellas. Señaló hacia el bajo y circular edificio que aparecía erecto en el corazón de la ciudad.

— Comencemos desde aquí —dijo a Kheldrom —. Parece un buen lugar para empezar.

Tal vez fuese una pura suerte, quizás era algún viejo recuerdo, o posiblemente una lógica elemental. Pero no existía diferencia, desde que había llegado a aquel lugar más pronto o más tarde, el punto sobre el cual convergían todas las calles radiales de la ciudad.

Le llevó diez minutos descubrir que no se reunían allí por razones de pura simetría solamente… diez minutos en que comprendió que su larga búsqueda había hallado por fin, una recompensa.

CAPÍTULO IX

Mystra descubrió una sencilla manera de seguir a Alvin y a Khedrom sin que ellos lo advirtieran. Parecían ir con prisa, algo que en ellos estaba fuera de lo usual, sin mirar nunca atrás. Le había resultado un divertido juego perseguirles a lo largo de las vías rodantes, escondiéndose entre la multitud; pero sin quitarles ojo de encima. Hacia el fin su meta resultaba obvia; cuando abandonaron las calles y se dirigieron hacia el Parque, sólo podían dirigirse hacia la Tumba de Yarlan Zey. El Parque no contenía otros edificios y dos personas animadas de tanta prisa como Alvin y Khedrom, no estarían, sin duda alguna, interesadas en la contemplación del paisaje circundante.

Al no poder esconderse en las últimas cien yardas que quedaban para llegar hasta la Tumba, Mystra esperó a que Khedrom y Alvin desaparecieran en la inmensa construcción de mármol. Después, y en cuanto se quitaron de su vista, se dio prisa a todo correr ladera arriba. La joven estaba completamente segura de esconderse entre alguna de las grandes columnas de la Tumba y que le llevaría algún tiempo él verles; pero lo importante era que al fin pudiese saber lo que estaban haciendo allí.

La Tumba consistía en dos círculos concéntricos de grandes columnas, encerrando en su interior un patio circular. Excepto en un sector, las columnas ocultaban totalmente el interior de la construcción, y Mystra lo evitó aproximándose desde uno de los lados. Se las arregló con toda clase de precauciones entre el primer círculo de las columnas, vio que no tenía a nadie a la vista y anduvo de puntillas hacia el segundo. A través de los espacios de las columnas, vio la colosal figura de Yarlan Zey mirando hacia la entrada y a través del Parque que había construido en tiempos, sobre la ciudad que había estado observando tan silenciosamente durante tantas edades.

Pero no había nadie más en aquella soledad marmórea. La Tumba estaba vacía.

* * *

En aquel momento, Alvin y Khedrom se hallaban a cien pies bajo tierra, en una pequeña habitación como una caja en forma de cubo perfecto cuyas paredes resplandecían misteriosamente dando la sensación de discurrir firmemente hacia arriba. Aquella era la única indicación de movimiento; no existía traza alguna de vibración que mostrase que se hundían rápidamente hacia abajo, descendiendo hacia una meta, que ninguno de ellos comprendía del todo.

Parecía absurdamente fácil, por la forma en que parecía estar preparada para ellos. (¿Por quién? — se preguntó Alvin. ¿Por él Computador Central? ¿O tal vez por el propio Yarlan Zey cuando transformó la ciudad?) La pantalla del monitor les había mostrado aquella chimenea vertical hundiéndose en las profundidades, habiéndola seguido durante un cierto trecho hasta que la imagen quedó en blanco. Aquello significaba, pensó Alvin, que estaba solicitando una información que el monitor no poseía, y que tal vez jamás hubiera poseído.

Apenas había considerado aquella idea, cuando la pantalla se iluminó de nuevo. Sobre ella apareció un breve mensaje estampado en la simple escritura que las máquinas solían utilizar para comunicarse con los hombres desde que habían logrado una equivalencia intelectual con ellos:

«Permanezcan quietos donde mira la estatua… y recuerden:»

DIASPAR NO FUE SIEMPRE ASÍ

Las últimas palabras aparecían escritas en letras mucho mayores y el significado de la totalidad del mensaje, se le apareció a Alvin evidente y al instante. Mensajes codificados y estructurados mentalmente se habían utilizado por dilatadas épocas de la historia de la ciudad para abrir las puertas o poner las máquinas en acción. Y por lo que respectaba a… «Permanezcan quietos donde mira la estatua«…resultaba realmente demasiado sencillo.

— Me gustaría saber cuántas personas han leído este mensaje — dijo Alvin pensativamente.

— Catorce, por lo que yo sé —replicó Khedrom —. Puede que lo hayan leído otras. — Y no amplificó aquel comentario bastante misterioso a pesar de la prisa que Alvin tenía en seguir preguntándole más cosas.

No pudieron estar muy seguros de que los mecanismos pudieran responder a un inmediato impulso. Cuando llegaron a la Tumba, les había llevado apenas unos instantes en localizar la simple losa entre todas las que formaban el pavimento, y sobre la cual la fija mirada de Yarlan Zey aparecía detenida eternamente. A primera vista daba la impresión de que miraba a toda la ciudad, si se permanecía frente a ella; pero mirándola más detenidamente, se comprendía que su evasiva sonrisa estaba dirigida hacia un lugar exacto precisamente en el interior de la entrada de la Tumba. Una vez descubierto el secreto, ya no existía duda de su significado. Alvin se desplazó hacia la losa inmediata y vio que Yarlan Zey ya no le miraba.