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Se reunió con Khedrom y mentalmente, como un eco repitió las palabras que el Bufón había pronunciado en voz alta: DIASPAR NO FUE SIEMPRE Así. Instantáneamente, como si los millones de años transcurridos desde la única operación no hubiesen jamás existido, las expectantes máquinas respondieron. La gran losa de piedra sobre la que permanecían, comenzó a conducirles suavemente hacia las profundidades.

Por encima de sus cabezas el recuadro de cielo azul parpadeó un instante y desapareció por completo. Aquella chimenea ya no estaba abierta al exterior; y no existía peligro alguno de que alguien hubiese podido despeñarse por ella. Alvin imaginó si otra losa igual habría reemplazado a la que les había soportado a él y a Khedrom, aunque después se decidió en sentido contrario. La losa original probablemente seguiría pavimentando el suelo de la Tumba; y sobre la que ellos descendían podría sólo existir por infinitesimales fracciones de segundo, siendo continuamente recreada a mayores y mayores profundidades en la tierra dándole así la ilusión de un movimiento descendiente y seguro.

Ni Alvin ni Khedrom hablaron mientras que las paredes discurrían silenciosamente a su paso. Khedrom reflexionaba, como si le remordiese la conciencia, si no estaría yendo demasiado lejos en aquella ocasión. No podía imaginar a dónde les llevaba aquel camino, si es que conducía a alguna parte. Por primera vez en su vida, empezó a comprender el verdadero sentido del terror.

Alvin no sentía miedo; estaba demasiado excitado para ello. Aquella era la misma sensación que había experimentado en la Torre de Loranne, cuando había mirado al desierto a través de aquella rejilla, viendo después las estrellas conquistando la noche en el espacio. Entonces, sólo había echado un Vistazo hacia lo desconocido, ahora se dirigía rectamente hacia él.

Las murallas cesaron de pasar. Una mancha de luz apareció a un lado de aquella misteriosa habitación en movimiento, se hizo más y más brillante y repentinamente apareció una puerta. Pasaron a través de ella, anduvieron unos cuantos pasos por el corto corredor que se extendía más allá… y se encontraron en una caverna circular y enorme cuyos muros confluían juntos en una suave curva a trescientos pies por sobre sus cabezas.

La gran columna por la que habían bajado, parecía demasiado esbelta y sencilla para soportar los millones de toneladas de roca que tenía sobre si, ciertamente no parecía ser una parte integral de la cámara en absoluto; pero daba la impresión de ser una impresión tardía. Khedrom, siguiendo la mirada de Alvin, llegó a la misma conclusión.

— Esta columna — dijo hablando rápidamente con la ansiedad de explicar algo tuvo que ser construida simplemente para albergar a la chimenea, que como una caja de ascensor, nos ha traído hasta aquí. Con seguridad que no estaba destinada al tráfico cuando Diaspar estaba abierta al mundo. El tráfico tuvo que haber discurrido por aquellos túneles que hay allí, supongo que los conocerás ahora…

Alvin miró con detenimiento hacia las paredes de la gran cámara a más de un centenar de yardas de distancia. Perforándolas a intervalos regulares, aparecían anchos túneles, una docena de ellos, partiendo radialmente en todas direcciones exactamente como lo hacían las vías rodantes de la Diaspar actual en el exterior. Comprobó que ascendía suavemente hacia arriba, reconociendo la familiar superficie gris de las vías rodantes. Eran del mismo extraño material de aquellos sistemas de comunicación y que entonces permanecían inmóviles y sin vida, condenados a una perpetua detención. Cuando se construyó el Parque, el núcleo del sistema de las vías rodantes tuvo que haber sido sellado y enterrado. Pero nunca destrozado.

Alvin comenzó a caminar hacia el túnel más próximo. Había andado unos cuantos pasos cuando se dio cuenta de que algo estaba ocurriendo en el suelo bajo sus pies. Se estaba volviendo transparente. A unas cuantas yardas más de distancia, daba la impresión de hallarse suspendido en medio del aire, sin soporte visible. Se detuvo y miró fijamente al vacío que se extendía a sus pies.

— ¡Khedrom! — llamó— ¡Venga y mire esto!

El Bufón se le aproximó y juntos miraron la maravilla existente a sus pies. Ligeramente visible a una profundidad indefinible, aparecía extendido como un enorme mapa… una gran red de líneas convergiendo hacia un lugar que radicaba bajo la chimenea central. Se miraron en silencio por un momento y entonces el Bufón, dijo con calma:

— ¿Te das cuenta lo que esto es?

— Creo que sí —repuso Alvin —. Es un mapa de la totalidad del sistema de transporte y esos pequeños círculos tienen que ser otras ciudades de la Tierra. Puedo ver sus nombres junto a ellos; pero apenas si puedo leerlos.

— Alguna vez tuvo que haber existido alguna forma de iluminación interna — dijo Khedrom como ausente, mientras que iba trazando líneas bajo sus pies siguiéndolas hacia el terminal en las paredes de la gran cámara —. ¡Creo que di con la cuestión! ¿Ves cómo todas esas líneas en forma de radios conducen hacia los pequeños túneles?

Alvin había comprobado que además de los grandes trazados de las vías rodantes existían innumerables túneles más pequeños que conducían a la caverna… túneles que conducían hacia abajo, en vez de la dirección contraria.

Khedrom continuó, sin esperar réplica del joven:

— Hubiera sido difícil pensar en un sistema más sencillo. La gente vendría aquí abajo por las vías rodantes, escogería en lugar a donde querían dirigirse y seguirían la línea apropiada sobre el mapa…

— Bien, ¿y qué ocurriría después? — preguntó Alvin.

Khedrom estaba silencioso, intentando descubrir con sus ojos el misterio de aquellos túneles descendentes. Había treinta o cuarenta de ellos, todos con la misma exacta apariencia. Sólo los nombres impresos en el mapa habrían permitido distinguirlos, nombres que ahora resultaban indescifrables.

Alvin había comenzado a errar a cierta distancia, dando la vuelta al pilar central. A poco su voz llegó hasta Khedrom, reverberando con los ecos de la enorme caverna subterránea.

— ¿Qué es ello? — repuso Khedrom no deseando moverse de donde estaba, pues estaba a punto de conseguir leer uno de aquellos casi ilegibles grupos de caracteres. Pero la voz de Alvin era insistente, y así fue a reunirse con él.

Más profunda, se hallaba la otra mitad del gran mapa, con sus líneas radiantes parecidas a una tela de araña, extendidas hacia todos los puntos de la rosa de los vientos. Esta vez, sin embargo, no todo aparecía oscurecido para ser apreciado claramente, ya que una de las líneas, y sólo una… aparecía brillantemente iluminada. Daba la impresión de no tener conexión con el resto del sistema y apuntaba como una brillante flecha a uno de los túneles inclinados hacia abajo. Cerca de su final, la línea sé transfiguraba en un círculo de luz dorada y contra aquel círculo, aparecía la simple palabra: LYS. Aquello era todo.

Durante un buen rato Alvin y Khedrom permanecieron mirando hacia abajo hacia aquel símbolo silencioso. Para Khedrom era como un desafío que sabía no podía aceptar y que, ciertamente, hubiera deseado que no existiera. Pero para Alvin significaba el despertar al logro de todos sus sueños, aunque la palabra LYS no significara nada para él. Repitió una y otra vez aquella palabra, como si la estuviese paladeando en su exótico sabor. La sangre le latía en las venas y su piel se puso ardiendo como si estuviese atacado de fiebre. Miró a su alrededor, tratando de imaginar lo que habría sido en los antiguos tiempos, cuando los transportes aéreos habían terminado; pero las ciudades de la Tierra continuaban comunicándose una con otra. Pensó en el incontable número de siglos que habían transcurrido con aquel tráfico allí inmovilizado, muriendo una tras otras luces que habían iluminado el curso de las líneas hasta no quedar más que aquella de LYS. ¿Por cuánto tiempo había estado encendida entre las demás, esperando servir de guía a los pasos que nunca llegaron hasta que Yarlan Zey había sellado los caminos rodantes y había cerrado a Diaspar del resto del mundo?