Aquello tuvo que haber ocurrido hacía ya mil millones de años. Incluso entonces, LYS tuvo que haber tenido contacto con Diaspar. Parecía imposible que hubiera podido sobrevivir; tal vez, el mapa ya no significaba nada ahora.
Khedrom salió el primero del sueño en el que estaba inmerso. Daba la impresión de hallarse nervioso y a disgusto, habiendo dejado de ser el hombre seguro de sí mismo que siempre había parecido ser arriba en la ciudad.
— Creo que no deberíamos seguir adelante — No podría ser nada seguro… hasta que estuviéramos mejor preparados…
En aquella opinión latía una prudencia y una sabiduría evidente; pero Alvin reconoció una oculta nota de temor en la voz de Khedrom. De no haber sido por aquello, se habría mostrado más sensible; pero un impulso juvenil de valor en sí mismo combinado con un cierto desprecio por la intimidación de que hacía gala el Bufón, hizo que el joven se sintiera más empujado hacia delante en su aventura.
Parecía una enorme estupidez haber llegado tan lejos para volver la espalda a la meta que tenía a la propia vista.
— Voy a bajar por ese túnel — dijo Alvin obstinadamente, como si con ello desafiara a Khedrom a seguirle o evitar que intentara disuadirle —. Quiero saber a dónde conduce, es cosa decidida. —Y echó a andar resueltamente. Tras un momento de vacilación, Khedrom le siguió siguiendo la flecha de luz que brillaba bajo sus pies.
Al entrar en el túnel, sintieron la sensación familiar del campo peristáltico y en un instante fueron descendiendo hasta las profundidades. La jornada apenas si duró un minuto, y cuando el campo de energía les dejó al fin de su término, se encontraron al extremo de una cámara larga y estrecha en forma de medio cilindro. En su extremo final, dos túneles sombríamente iluminados se extendían en la distancia hasta el infinito.
Los hombres de casi todas las civilizaciones y que vivieron desde el Amanecer, habrían encontrado aquel entorno completamente familiar; con todo, para Alvin y Khedrom aquello era como una visión fugaz de otro mundo diferente. El propósito de la máquina que se extendía a lo largo del túnel, listada y resplandeciente aún, como un proyectil dirigido hacia el final lejano del túnel, resultaba evidente, aunque no dejara de resultarle a ambos algo nuevo y desconocido. La parte superior era transparente y mirando a través de su estructura, Alvin pudo observar una serie de lujosas hileras de butacas. No aparecía ninguna señal de entrada en aquel misterioso vehículo y toda la máquina flotaba como un pie por encima de un raíl metálico que se perdía en la distancia desapareciendo en el interior de uno de los túneles. A unas cuantas yardas, otro raíl conducía al segundo túnel; pero allí no había ninguna otra máquina flotando. Alvin tenía la seguridad, como si se lo hubieran dicho, de que en alguna parte, bajo lo desconocido, la ciudad de Lys lejana y misteriosa esperaba con otra máquina igual que aquélla esperando en otro subterráneo parecido a aquél.
Khedrom comenzó a hablar con cierta nerviosa precipitación.
— ¡Qué sistema tan peculiar de transporte! Apenas si puede llevar a un centenar de personas de una sola vez, por lo que es de suponer que no hubiese entonces mucho tráfico. Y… ¿por qué tendrían que tomarse tantas molestias en construir este subterráneo estando los cielos abiertos al transporte? Tal vez los invasores no les permitieran volar, aunque me resulta difícil creerlo. Quizás, esta obra se construyese durante el período de transición, mientras que los hombres viajaban todavía, pero sin querer saber nada del espacio. Podrían ir de una ciudad a otra, sin ver nunca el cielo y las estrellas… — Y dejó escapar una nerviosa carcajada —. Estoy seguro de una cosa, Alvin. Cuando Lys existió, debía ser muy parecida a Diaspar. Todas las ciudades deberían ser esencialmente las mismas. No es de extrañar que fuesen abandonadas para venir a reunirse solamente aquí, en Diaspar. ¿Qué ocurriría para que quedase una sola ciudad en el mundo?
Alvin apenas si escuchaba las palabras del Bufón. Estaba demasiado ocupado examinando aquel largo proyectil, tratando de encontrar la entrada. Si la máquina estaba controlada por alguna orden codificada o mental, nunca estaría en condiciones de que le obedeciese, y permanecería como un enloquecedor enigma para el resto de su vida.
La puerta que se descorrió silenciosamente, les dejó atónitos. No se había producido ningún ruido, ni ningún aviso, cuando toda una sección se desvaneció súbitamente ante sus ojos y quedó al descubierto el interior bellamente ornamentado y decorado ante sus propios ojos.
Era el momento de elegir y decidirse. Hasta aquel instante, podía haber vuelto la espalda, de haberlo deseado. Pero si entraba al interior de aquella puerta que parecía darle la bienvenida, sabía lo que podía ocurrirle, aunque no dónde pudiera conducirle. Dejaría ya de ser dueño de su propio destino, para quedar a merced de fuerzas desconocidas.
Apenas si Alvin vaciló. Tenía miedo de esperar demasiado, ante el temor de que si lo hacía, aquel momento no volvería a presentársele jamás o que seguramente perdería el valor para volver a enfrentarse con lo que tanto había anhelado en su loco deseo en busca del conocimiento. Khedrom abrió la boca en una ansiosa protesta; pero antes de que pudiera decir algo, Alvin ya había entrado en el misterioso vehículo. Se volvió para mirar al Bufón, que parecía petrificado frente a la entrada que acababa de franquear y durante unos breves instantes se produjo un denso silencio, como si cada uno esperase que hablara el otro.
La decisión fue tomada fuera de la voluntad de ambos. Se produjo un leve chasquido y la puerta abierta en la translúcida pared curvada del proyectil se cerró de nuevo. Aunque Alvin levantó la mano en un gesto de despedida, el largo cilindro metálico comenzó a deslizarse silenciosamente a lo largo del raíl. Antes de entrar en el túnel ya llevaba una velocidad superior a la de un hombre corriendo.
Tuvo que haber existido un tiempo en que cada día, millones de hombres realizaban tales viajes, en máquina básicamente igual a aquella, yendo desde sus hogares a sus lugares de trabajo. Desde aquel remoto pasado, el Hombre había explorado el Universo y vuelto de nuevo a la Tierra… había conquistado todo un Imperio y lo había dejado escapar de sus manos. Ahora aquel viaje volvía a hacerse de nuevo en una máquina donde legiones de hombres aventureros y ya olvidados, se habrían sentido completamente como en su propia casa.
Y constituía además, el más importante viaje que cualquier ser humano hubiese emprendido desde hacía mil millones de años.
Mystra había rebuscado la Tumba por más de una docena de veces aunque una sola hubiera sido suficiente, ya que no existía lugar en donde nadie pudiera esconderse. Tras la primera sorpresa, la chica comenzó a imaginar si lo que había estado siguiendo a través del Parque, no serían Alvin y Khedrom, sino sus imágenes proyectadas. Pero aquello resultaba absurdo; las proyecciones se podían materializar en cualquier lugar que se deseara visitar, sin la molestia de ir en persona. Ninguna persona en su sano juicio hubiese «paseado» su imagen proyectada durante un par de millas cuando podía hacerlo instantáneamente. No, eran realmente los propios Alvin y Khedrom a quienes había seguido hasta la Tumba de Yarlan Zey.
En alguna parte, por tanto, tenía que existir una entrada secreta. Ella podría igualmente buscarla, mientras esperaba que volviesen.