Выбрать главу

»No había aterrizado aún entre los suyos cuando en lo alto del cielo, directamente por encima del granero, empezó un fenómeno de lo más maravilloso. Cien rayos de sol parecieron enredarse, como un gatito enmaraña un ovillo de lana, y enrollarse juntos una mujer la masa en una fuente de hornear. Luego ese conjunto de luz gloriosa desarrolló patas, brazos, una cabeza y por fin alas y descendió directamente sobre el granero. Era un ángel con alas de rojo y azul y verde y dorado, y aunque parecía no más voluminoso que él, no bien el gallo lo miró a los ojos supo que por dentro era mucho más grande.

»“Ahora —dijo el ángel—, oye a la justicia. Dices que no hay criatura con plumas que se te pueda oponer. Aquí estoy yo, criatura visiblemente emplumada. He dejado atrás todas las armas poderosas de los ejércitos de la luz, y lucharemos tú y yo.”

»Ante eso el gallo abrió las alas y se inclinó tanto que su maltrecha cresta barrió el polvo. “Me honrará hasta el fin de mis días que se me haya creído digno de un desafío — dijo—, que ninguna otra ave había hoy. Lamento profundamente tener que deciros que no puedo aceptar, y esto por tres razones, la primera de las cuales es que, aunque vos tenéis plumas en las alas, como decís, no es contra vuestras alas que yo lucharía sino contra vuestra cabeza y vuestro pecho. De modo que a los fines del combate no sois una criatura con plumas.”

»El ángel cerró los ojos y se pasó las manos por el cuerpo, y cuando las retiró el pelo de la cabeza se le había convertido en plumas más brillantes que las del canario más hermoso, y el hilo de la túnica en plumas más blancas que las de la más brillante paloma.

»“La segunda de las cuales —continuó el gallo sin arredrarse un ápice—, es que teniendo, como se ve claramente, el poder de transformaros, vos podríais elegir en el curso del combate cambiaros en alguna criatura que no tuviera plumas: por ejemplo, una gran serpiente. De modo que si luchara contra vos, no tendría garantía de juego limpio.”

Al oír eso el ángel se rasgó el pecho y, exhibiendo a las reunidas aves del corral todas las cualidades que contenía, extrajo la facultad de cambiar de for ma. Se la entregó al ganso más gordo para que la tuviera mientras durase el encuentro, y el ganso en seguida se transformó en un ganso de color sal gris, como los que van de un polo a otro. Pero no voló, y cuidó de la facultad del ángel.

»“La tercera de los cuales —continuó el gallo desesperado—, es que sois claramente un oficial al servicio del Pancreador y al llevar adelante la causa de ¡ajusticia, como hacéis, estáis cumpliendo vuestro deber. Si yo luchara contra vos como pedís, cometería un grave crimen contra el único gobernante que los pollos valientes reconocen.”

»“Muy bien —dijo el ángel—. Es una posición legal sólida, y crees, supongo, que te has ganado la libertad. Lo cierto es que con ese argumento te has ganado la muerte. Yo sólo iba a retorcerte un poco las alas y arrancarte las plumas de la cola.” Entonces alzó la cabeza y lanzó un grito extraño y salvaje. De inmediato un águila planeó desde el cielo, y como un trueno se dejó caer en el corral.

»Por toda la granja lucharon, y junto al estanque de los patos, y por el prado ida y vuelta, porque el águila era muy fuerte pero el gallo era valiente y rápido. Apoyada en una pared del granero había una vieja carretilla con una rueda rota, y debajo de ella, donde el águila no pudiera atacarlo desde arriba, y él pudiera reanimarse un poco en la sombra, el gallo buscó el lance final. Pero sangraba de tal modo que antes que el águila, que sangraba casi tanto como él, pudiera acercársele, se tambaleó, cayó, intentó levantarse, y volvió a caer.

»“Ya habéis visto —dijo el ángel dirigiéndose a las aves reunidas— cómo se cumple la justicia. ¡No seáis orgullosos! No hagáis alardes, pues es seguro que se os impondrá una retribución. Creisteis que vuestro campeón era invencible. Helo ahí, víctima no de esta águila sino del orgullo, derrotado y destruido.”

»Entonces el gallo, a quien todos habían creído muerto, levantó la cabeza. “Sin duda eres muy sabio, Ángel —lijo—. Pero de gallos no sabes nada. Ningún gallo está vencido hasta que no dobla la cola y muestra la pluma blanca que hay debajo de las otras plumas. Me han fallado las fuerzas, que yo solo me hice volando y corriendo y en muchas batallas. Pero no me ha fallado el espíritu, que recibí de manos de tu amo el Pancreador. Águila, no te pediré clemencia. Ven y mátame ya. Pero si valoras tu honor, no digas nunca que me has derrotado.”

»Al oír lo que había dicho el gallo el águila miró al ángel, y el ángel miró al águila. “El Pancreador está infinitamente lejos de nosotros —dijo el ángel—. Ypor lo tanto infinitamente lejos de mí, aunque vuele mucho más alto que vosotros. Sus deseos los imagino; nadie puede hacer otra cosa.”

»Una vez más se abrió el pecho y volvió a guardar la facultad que había rendido por un tiempo. Luego él y el águila se alejaron volando, y por un rato el ganso gris los siguió. Así acaba la historia.

Melito había hablado tendido de espaldas, mi extendida arriba. Tuve la sensación de que estaba demasiado débil para apoyarse aun en un codo. Los demás heridos habían guardado tanto silencio como durante la historia de Hallvard. yo dije: —Es un hermoso cuento. Me será muy difícil juzgar entre los dos, y si a Hallvard y a ti os parece bien, y a Foila, me gustaría darme tiempo para pensar.

Foila, que estaba sentada con el mentón sobre las rodillas dobladas, dijo: —No juzgues. El torneo todavía no ha acabado.

Todo el mundo la miró.

—Mañana me explicaré —dijo—. Tú simplemente no juzgues, Severian. Pero ¿qué piensas de esa historia? —Te diré lo que pienso —gruñó Hallvard—. Pienso que Melito es listo, como dijo que era yo. Está menos sano, menos fuerte que yo, y de este modo se ha atraído la simpatía de una mujer. Muy astuto, gallito. La voz de Melito sonó más débil que mientras contaba el combate de las aves. —Es la peor historia que conozco.

—¿La peor? —pregunté. Todos estábamos sorprendidos.

—Sí, la peor. Es un disparate que les contamos a nuestros niños, que no conocen nada más que el polvo y los animales de la granja y el cielo que tienen encima. Eso está bien claro en cada palabra.

Hallvard preguntó: —¿No quieres ganar, Melito? —Por supuesto que sí. Tú no amas a Foila como yo. Yo moriría por poseerla, pero preferiría morir antes que decepcionarla. Si la historia que he contado puede ganar, entonces no la decepcionaré nunca, al menos con mis historias. Tengo cien mejores que ésa. Hallvard se levantó y vino a sentarse en mi catre como el día anterior, y yo descolgué las piernas por el borde para sentarme a su lado.

—Lo que dice Melito es muy inteligente —dijo—. Todo lo que dice es muy inteligente. Pero tú debes juzgarnos por los cuentos que contamos, no por los que no contamos pero decimos conocer. Yo también conozco muchas historias. Nuestras noches de invierno son las más largas de la Mancomunidad.

Le contesté que según Foila, que había tenido la idea del torneo y era el premio, aún no debía juzgar en absoluto.

El ascio dijo: —Todo el que habla según el Pensa miento Correcto habla bien. ¿Dónde está pues la superioridad de ciertos estudiantes sobre otros? En el modo de hablar. Los estudiantes inteligentes hablan el Pensamiento Correcto con inteligencia. El oyente sabe que comprenden por la entonación de las voces. Por este modo de hablar superior de los estudiantes inteligentes, el Pensamiento Correcto se transmite de uno a otro como el fuego.