Annotation
En la adormecida e idílica Comarca, un joven hobbit recibe un encargo: custodiar el Anillo Único y emprender el viaje para su destrucción en las Grietas del Destino. Acompañado por magos, hombres, elfos y enanos, atravesará la Tierra Media y se internará en las sombras de Mordor, perseguido siempre por las huestes de Sauron, el Señor Oscuro, dispuesto a recuperar su creación para establecer el dominio definitivo del Mal.
J. R. R. Tolkien
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
I
LA COMUNIDAD DEL ANILLO
Minotauro
Título originaclass="underline" The Lord of the Rings I. The Fellowships of the Ring
Primera edición en inglés: 1954
Traducción: Luis Domènech
© George Allen & Unwin Ltd., 1966
Ilustrado por Alan Lee
ISBN: 978-84-450-7749-8
Tres anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo.
Siete para los Señores Enanos en casas de piedra.
Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.
Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
PREFACIO
Esta narración nació mientras se narraba, hasta convertirse en una historia de la Gran Guerra del Anillo e incluir muchos atisbos de la historia aún más antigua que la antecede. Fue iniciada poco después de haberse escrito El Hobbity antes de que se publicase en 1937; pero no continué esta secuela, pues primero deseé completar y ordenar la mitología y las leyendas de los Días Antiguos, que habían empezado a cobrar forma años antes. Quería hacer esto para mi propia satisfacción, y tenía pocas esperanzas de que a otra gente pudiera interesarle este trabajo, sobre todo porque era de inspiración originariamente lingüística, y fue comenzado para proporcionar un necesario fondo «histórico» a las lenguas élficas.
Cuando aquellos a quienes solicité opinión y consejo cambiaron pocas esperanzaspor ninguna esperanza, volví a la secuela, animado por los lectores que me pedían más información sobre los hobbits y sus aventuras. Pero la historia fue llevada inexorablemente al mundo más viejo, y de alguna manera se convirtió en un relato del fin y el acabamiento de ese mundo antes de que fuera contado el principio y el medio. El proceso había comenzado mientras escribía El Hobbit, donde hay ya algunas referencias al material más antiguo: Elrond, Gondolin, los Altos Elfos, y los Orcos, así como lo que había alcanzado a vislumbrar en cosas que eran más altas o más profundas, o más oscuras que la superficie: Durin, Moria, Gandalf, el Nigromante, el Anillo. El descubrimiento del significado de estos atisbos, y de la relación que tenían con las viejas historias, me llevó a la Tercera Edad y a su culminación en la Guerra del Anillo.
Aquellos que requirieron más información sobre los hobbits, la consiguieron eventualmente, pero tuvieron que esperar un largo tiempo, pues la composición de El Señor de los Anilloscontinuó a intervalos desde 1936 a 1937, período en el que yo tenía muchas obligaciones que no descuidé, y muchos otros intereses como profesor que muy a menudo me absorbían. El retraso se alargó, por supuesto, con el estallido de la guerra en 1939, y el año concluyó cuando el relato no había alcanzado aún el fin del Libro I. A pesar de la oscuridad de los próximos cinco años descubrí que ahora la historia no podía ser abandonada por completo, y continué adelante, principalmente de noche, hasta que llegué a la tumba de Balin en Moria. Allí me detuve un largo rato. Pasó casi un año antes que retomara la historia, y a fines de 1941 llegué a Lothlórien y el Río Grande. Al año siguiente escribí los primeros esbozos de lo que sería el Libro III, y los comienzos de los capítulos 1 y 3 del Libro V, y me detuve cuando los fuegos llameaban en Anórien y Théoden llegó al Valle Sagrado. La visión se había apagado y no era tiempo de ponerse a pensar.
Fue en 1944 cuando, abandonando los cabos sueltos y perplejidades de una guerra que me tocaba conducir, me obligué a narrar el viaje de Frodo a Mordor. Estos capítulos que eventualmente se convertirían en el Libro IV, fueron escritos y remitidos como un serial a mi hijo Cristopher, entonces en África del Sur con la R.A.F. No obstante, pasaron otros cinco años antes de que el relato alcanzase su forma actual; en ese tiempo cambié casa, cátedra y colegio, y las jornadas eran menos oscuras, pero no menos laboriosas. Y ahora que había llegado al «fin», había que revisar toda la historia, y en verdad re-escribirla, hacia atrás. Y yo mismo tenía que pasarla a máquina, una y otra vez, pues el costo de una dactilógrafa profesional estaba fuera de mi alcance.
El Señor de los Anillosha sido leído por mucha gente desde que al fin apareció impreso, y me gustaría decir algo aquí a propósito de las muchas opiniones o atisbos que he recibido o leído en relación con los motivos y el significado del relato. El primer motivo fue el deseo de un cuentista: probar la mano en una historia realmente larga que mantendría la atención del lector, lo divertiría, lo deleitaría, y a veces quizá lo excitaría o lo conmovería profundamente. No tenía otra guía que mis propios sentimientos acerca de lo que es atractivo o conmovedor, y para muchos esta guía no era, por supuesto, adecuada. Algunos de los que leyeron el libro, o al menos que lo reseñaron, lo han encontrado aburrido, absurdo, o despreciable; y yo no tengo por qué quejarme, pues pienso casi lo mismo acerca de sus obras, o de los tipos de libros que evidentemente prefieren. Pero aun desde el punto de vista de muchos de los que han disfrutado de mi narración hay cuestiones insatisfactorias. Quizá no sea posible en un relato tan largo contentar de continuo a todo el mundo; pues descubrí en las cartas que me enviaban que los pasajes o capítulos que para algunos eran un defecto, eran para otros motivo de alabanza. El más crítico de los lectores, yo mismo, encuentra ahora muchos defectos, menores y mayores, pero como por fortuna no estoy obligado a reseñar el libro o a escribirlo de nuevo, no los tendré en cuenta, excepto uno que ya ha sido señalado por otra gente: la obra es demasiado corta.
En cuanto a algún significado interior o «mensaje», no hay ninguno, en las intenciones del autor. A medida que la historia crecía, iba desarrollando raíces (en el pasado) y echaba ramas inesperadas; pero el tema principal ya estaba decidido en un comienzo por la inevitable elección del Anillo como eslabón entre la nueva historia y El Hobbit. El capítulo crucial, «La sombra del pasado», es una de las partes más viejas de la narración. Fue escrito mucho antes de que las prefiguraciones de 1939 se hubieran convertido en una amenaza de desastre inevitable; y desde ese punto la narración se desarrollaría esencialmente a lo largo de las mismas líneas, si el desastre llegaba a evitarse. Las fuentes son episodios que yo llevaba en la mente desde hacía tiempo, o que en algunos casos ya habían sido escritos, y poco o nada de esto fue modificado por la guerra que había estallado en 1939 o por sus secuelas.