Sin todas estas respuestas, el islam actuó rápidamente. Masivas y violentas manifestaciones antiamericanas y antieuropeas tuvieron lugar por todo Oriente Próximo. Disturbios igualmente violentos estallaron por las calles de muchas ciudades francesas, perpetrados por jóvenes musulmanes de clases desfavorecidas fustigados por los clérigos radicales con lo que las autoridades tachaban de «intenciones sospechosas». Manifestaciones menos violentas tuvieron lugar en Inglaterra, los Países Bajos, Alemania, Italia y España. Se presentaron peticiones a las Naciones Unidas exigiendo que se dieran más explicaciones y detalles concretos. Ninguna de ella fue atendida porque, de momento, todavía no se habían encontrado los detalles del plan maestro de Foxx.
Tampoco los interrogatorios del vicepresidente Hamilton Rogers, el secretario de Estado David Chaplin, el secretario de Defensa Terrence Langdon, el jefe del Estado mayor Chester Keaton, ni el jefe de personal de la Casa Blanca, Tom Curran -los cuales proclamaron su inocencia después de ser devueltos a Washington y obligados a comparecer delante de un magistrado federal; y se encontraban bajo custodia policial en la Andrews Air Force Base-, habían dado todavía nueva información.
Tampoco los interrogatorios de los miembros del New World Institute presentes en la reunión de Port Cerdanya -ahora detenidos y bajo custodia en varios centros de detención por todo el mundo, acusados de pertenencia a banda terrorista y de conspiración para cometer un asesinato en masa- revelaron más hechos que los ya conocidos.
Ni tampoco se había sabido nada nuevo de la unidad ECSAP (Programa de los Agentes Especiales para la detección de Crímenes Electrónicos), encargada del análisis de los discos duros que Hap y el presidente se habían llevado del ordenador maestro de la iglesia de Port Cerdanya. Comprensiblemente, aquélla era una investigación que avanzaba a paso de tortuga y que se desarrollaba con un cuidado extremo, no sólo con el fin de recuperar la información que contenía, sino porque fuera lo que fuese podía ser una prueba crucial que podría usarse en el tribunal federal.
De momento, y con extrema discreción, las agencias de seguridad internacionales seguían trabajando en estrecha colaboración para ir juntando la información que llevaría a obtener un rastro claro de la Conspiración. Bajo un especial escrutinio estaban los partidos políticos de Alemania y Francia donde, como Jake Lowe le había dicho al presidente en la casa de Evan Byrd en Madrid, «antes, los nuestros no estaban todavía en su sitio. Ahora lo están. Nos lo han asegurado amigos de confianza. Amigos que están en posición de saberlo».
«¿Qué amigos -le había preguntado el presidente-. ¿De quién me están hablando?»
Estos «amigos» eran precisamente la gente que se buscaba ahora a escala internacional. En Alemania, un partido político menor llamado Das Demokratische Bündnis o Alianza Democrática, al cual había pertenecido la sombra en Barcelona de Marten, el ingeniero alemán Klaus Melzer Pelo Canoso, era uno de los objetivos secretamente perseguidos. Se había puesto bajo una intensa vigilancia a toda su militancia, y eso incluía el seguimiento electrónico de sus llamadas de teléfono, correos electrónicos, cuentas bancarias y viajes. Esta investigación desveló enseguida que contaban con una organización hermana en Francia, Nouveau Français Libre, Nuevo Francés Libre, con sede en Lyon y sucursales tan al norte como Calais, en el canal de la Mancha, y tan al sur como Marsella, en la orilla mediterránea.
La gran explosión e incendio de la iglesia y en los kilómetros de galerías mineras que llevaban desde la estación de invierno de Port Cerdanya hasta la antigua iglesia al otro lado de las montañas, conocida como «La iglesia dentro de la montaña», y casi todo el camino hasta el monasterio de Montserrat, todavía ardían.
Las autoridades y los expertos en minería estaban de acuerdo en que pasarían semanas, si no meses, hasta que acabara de consumirse y se enfriara lo bastante como para que los equipos pudieran explorar los túneles sin peligro. El origen de las explosiones, como el de la que había tenido lugar apenas un día antes en el subsuelo del monasterio de Montserrat, fue atribuido a una acumulación de décadas de gas metano en las galerías precintadas desde hacía tanto tiempo. Pero ésta fue una declaración que inmediatamente hizo levantar cejas de sospecha y que hizo plantear la pregunta de cómo podía alguien haber planeado aquel tipo de destrucción masiva.
Sin embargo, a pesar de todo aquello, había pruebas. Al presidente y a Nicholas Marten se les había tomado declaración secretamente sobre lo que habían visto en los túneles y laboratorios, en la iglesia y en los otros lugares. También fueron interrogados Demi Picard, Hap Daniels, Miguel Balius y los muchachos españoles José, Héctor y Armando. Otros que declararon -el agente especial del USSS Bill Strait, el piloto del helicóptero de la Marina, mayor George Herman Woody Woods, y los miembros del equipo médico y de la tripulación a bordo del Chinook- confirmaron que la muerte del asesor de Seguridad nacional, el doctor James Marshall, públicamente anunciada como trágico accidente, tenía como causa el suicidio. La muerte del asesor político Jake Lowe fue presentada como un posible homicidio, en especial después de escuchar el testimonio secreto de la inspectora de la policía española, Belinda Díaz, y de interrogar más a fondo al agente Strait sobre las informaciones aportadas por el doctor Marshall cuando comunicó el incidente.
Al mismo tiempo, los abogados constitucionales del vicepresidente, el secretario de Estado, el secretario de Defensa y los otros -a pesar de su posicionamiento ofendido y sus alegaciones de total inocencia- trataban ya de pactar una rebaja de la acusación, para reducir la alta traición a «amenazas contra el presidente».
Todo lo cual daba al presidente esperanzas de que la verdad que había contado en su discurso en Auschwitz no fuera el suicidio político que muchos vaticinaban, sino sencillamente la acción honesta de un hombre que creía en decirle a la gente qué era qué y quién era quién, porque sentía que en aquel punto frágil de la historia no había otra manera de hacer las cosas.
Cuidadoso de mantener su nombre y rostro lejos de la vista del público, Marten tenía los ojos puestos en las noticias y la atención en el proyecto Banfield.
El viernes 21 de mayo por la mañana, Robert Fitzsimmons lo llamó a su despacho y le pidió que volara a Londres para reunirse con un cliente especial, un prominente cirujano londinense llamado Norbert Holmgren que vivía justo al lado de Hyde Parle y que tenía una extensa propiedad en la zona rural de Manchester donde quería llevar a cabo una exhaustiva remodelación paisajística.
El doctor Holmgren no estaba en casa cuando Marten llegó, pero le hicieron pasar al salón. Cuando entró, cuál fue su sorpresa al encontrar a dos personas que le esperaban, Hap Daniels y el presidente Harris, de visita secreta en Londres para mantener conversaciones privadas con el primer ministro británico, Jack Randolph. La reacción inmediata de Marten fue una ancha sonrisa y un fuerte y espontáneo abrazo a cada uno de aquellos hombres. Luego, rápidamente, una lucecita de advertencia se le encendió en la cabeza y se apartó:
– Y ahora ¿qué? -preguntó.
Ese «ahora qué» era una información secreta que el presidente deseaba compartir con él.
– Aradia Minor -dijo el presidente, explicándole que Demi había sido interrogada por el FBI en París y que les había contado sus pesquisas a lo largo de décadas para encontrar a su madre y lo que había descubierto sobre el antiguo y secreto aquelarre de brujas italianas llamado Aradia, que usaba como símbolo identificativo la cruz de Aldebarán, y lo que Giacomo Gela le había contado sobre la orden todavía más secreta dentro de la misma, Aradia Minor. Una orden que se identificaba simplemente por escrito con la letra A seguida de la letra M, escritas en una combinación del alfabeto hebreo y griego como «Kja». Se trataba de un culto profundamente religioso de auténticos creyentes que a lo largo de siglos habían sido manipulados para que proporcionaran sus brujas para los sacrificios de la Conspiración.