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– Mis dos abuelas se llamaban Mary Brown.

– ¿De veras? -Wexford se distrajo por un momento-. No me lo habías dicho. ¿Y eran las dos de la misma región del país?

– Una era de Sussex y la otra de Herefordshire. Apuesto a que hay menos probabilidades de que ocurra algo así que de que se repita un hallazgo como el de Milvey con el bolso de Williams. Si lo piensas bien, la coincidencia no es para tanto. Sería otra cosa si lo hubieran metido bajo tierra o escondido en un árbol hueco y Milvey lo hubiese encontrado. Pero lo han echado a una laguna y Milvey se dedica a dragar lagunas. Desde el momento en que el bolso estaba en la laguna y estaba previsto que ésta fuese dragada, lo más probable era que Milvey lo encontrara. Ésta es la manera de plantear el asunto.

Wexford sabía que había algo más. No podía descartar la posibilidad con la misma facilidad que Burden. El comportamiento de Milvey había sido un poco extraño y Wexford estaba seguro de que no le había contado todo lo que sabía.

– ¿Cuánto tiempo piensas que llevaba el bolso en la laguna?

Estaba en el suelo entre los dos, sobre unas hojas de periódico, con su contenido, que Wexford ya había examinado, nuevamente en su interior.

– Desde la noche en que se fue, supongo, o desde el día siguiente.

Wexford tampoco se creía aquello, pero de momento lo dejó pasar. Aparte de la cazadora de ante marrón, en el bolso había un impermeable; una variante moderna de Burberry; las cincuenta libras, un cepillo de dientes, un tubo de pasta dentífrica y una maquinilla de afeitar desechable metidos en un par de calzoncillos; un frasco de colonia de Rochas y un par de calcetines nuevos. Los calzoncillos eran Homs para joven de color azul pálido y blanco, y los calcetines eran de seda marrón oscuro y de una marca cara.

Se trataba del tipo de equipaje que un hombre llevaría para pasar una noche en alguna parte, no para pasar tres noches, y los calzoncillos, los calcetines y la colonia hacían pensar en una noche en compañía. ¿O quizá había más objetos en el bolso y alguien los había sacado? El único motivo para hacer esto habría sido evitar que se identificara al propietario del bolso, pero de ser así, ¿por qué habían dejado el carnet de donante en el bolsillo de la cazadora? «Desearía ayudar a alguien a vivir después de mi muerte», rezaba con cierta ingenuidad en escarlata y blanco. En el dorso Rodney Williams solicitaba que en caso de muerte pudiese utilizarse cualquier parte de su cuerpo que se requiriera para tratar a otras personas. Debajo estaba su firma y una fecha del año pasado. El nombre del pariente más próximo al que había que avisar era, como cabía esperar, el de Joy Williams, y el número de teléfono el de Alverbury Road.

La naturaleza de los hombres rebosa de contradicciones y, sin embargo, Wexford no podía evitar maravillarse ante el hecho de que un marido y padre de familia pudiera, de manera premeditada y despiadada, engañar a su mujer acerca de sus ingresos y tener un comportamiento cicatero y mezquino con ella y sus hijos, y al mismo tiempo quisiera donar su cuerpo para trasplantes. Eso sí, esto último no le costaría nada, ya que estaría muerto. Pero ¿estaba realmente muerto?

– Tendremos que empezar a buscarlo. A buscarlo en serio, quiero decir. Habrá que batir Green Pond Hall.

Burden estaba paseándose por la oficina presa de los nervios. Había adquirido la costumbre de hacerlo hacía poco tiempo y su impaciente ir y venir tenía el efecto de poner nervioso a todos. Él, sin embargo, apenas se daba cuenta de lo que sucedía. Dos veces se había acercado a la ventana y dos veces había vuelto a la puerta, deteniéndose en una ocasión para sentarse un momento sobre el borde del escritorio. Ahora, tras llegarse nuevamente a la ventana, detenerse y dar la vuelta, estaba mirando a Wexford con cara de incredulidad y malhumor.

– ¿Buscarlo? Pero si es evidente que ha puesto tierra por medio para evitar las consecuencias de lo que haya hecho.

– De acuerdo, Mike. Es posible. Pero, si así es, ¿qué ha hecho? En Sevensmith Harding nada. Tiene las manos limpias. ¿Qué otra cosa ha podido hacer? Cabe la posibilidad de que haya estado metido en algún fraude del que aún no se tiene noticia, pero todo hace pensar lo contrario. Si se largó fue porque pensaba que el descubrimiento del fraude era inminente, pero, si así es, ¿por qué no se ha descubierto nada?

Burden se encogió de hombros.

– ¿Quién sabe? Tal vez Williams haya tenido la buena suerte de que el fraude no haya salido a la luz.

– ¿Entonces por qué no ha regresado? Si el fraude no ha tenido consecuencias, ¿por qué no ha vuelto a casa? Del país no ha podido salir a menos que tenga un pasaporte falso. Pero ¿por qué habría de molestarse en conseguir un pasaporte falso cuando tiene uno propio y nadie ha empezado a echarle en falta hasta tres días después de su desaparición?

– ¿No se te ha ocurrido que el dejar el equipaje en la orilla de un río es la argucia más antigua para desaparecer?

– En la playa, querrás decir, no en la orilla de una laguna cuyas aguas son tan poco profundas que para suicidarte tendrías que tumbarte boca abajo y contener la respiración. Además ese bolso lleva en la laguna dos días como mucho. Si hubiera estado allí desde que Williams se fue de su casa, ahora estaría podrido y olería mal. Vamos a mandarlo al laboratorio, a ver qué pueden decirnos, aunque eso podemos verlo con nuestros propios ojos y olerlo con nuestras propias narices.

– Williams está muerto. Ese bolso suyo me dice que lo está. Si lo hubiera dejado en la laguna con el propósito de hacernos creer que está muerto, lo habría hecho inmediatamente después de irse y el contenido habría sido diferente. Habría habido más documentos de identidad, por ejemplo, pero no un frasco de colonia y un calzoncillo azul pálido. Tampoco creo que el dinero hubiese estado dentro. Le habría hecho falta, le habría hecho falta todo el dinero que le fuese posible conseguir. No hay motivos para pensar que pudiera prescindir fácilmente de cincuenta libras: no sé qué habrá hecho, pero no ha robado un banco. Está muerto, a pesar de la carta y de la llamada. Murió al cabo de un par de horas de despedirse de su familia.

Al día siguiente dio comienzo la batida de la finca de Green Pond Hall.

La finca tenía una extensión de tres hectáreas divididas en bosques, zonas ajardinadas abandonadas, establos y un prado. El sargento Martin dirigió la batida acompañado por tres hombres; Wexford también se desplazó allí para echar un vistazo a la laguna dragada e inspeccionar el terreno. Seguía lloviendo. Llovía de forma continuada desde hacía ya dos días e intermitentemente desde hacía tres semanas. Los meteorólogos decían que desde que se había comenzado a tomar datos no había constancia de que hubiera habido un mes de mayo tan húmedo como iba a ser aquél. El sendero era un barrizal y tenía el color y la textura de una taza de chocolate fundido surcada por los dientes de un tenedor gigante. Había otros caminos para llegar hasta la laguna, pero sólo eran practicables a pie.

A las tres Wexford tenía una cita en el Hospital Real de Stowerton. Colin Budd había sido ingresado en cuidados intensivos, aunque sólo para la noche. Por la mañana ya se encontraba lo bastante recuperado como para que lo trasladaran a una habitación situada al lado de la sala de cirugía. Las cuchilladas que había recibido eran más que superficiales, y una de ellas tenía una profundidad de más de siete centímetros. Milagrosamente, sin embargo, ninguna de las cinco había puesto en peligro al corazón o los pulmones. Tenía la parte superior del pecho cubierta por un grueso vendaje blanco y por encima llevaba una camisa de pijama a rayas floja. La camisa del pijama era de una talla muy grande y Wexford calculó que el pecho de Budd mediría unos ochenta y cinco centímetros. Era un joven de aspecto casi cadavérico, ya que era muy delgado y huesudo y tenía la cara blanca y el pelo negro y tirando a largo. Parecía tener una idea exacta de lo que Wexford quería saber de éclass="underline" con rapidez y nerviosismo repitió su nombre y su edad, le dijo que trabajaba de mecánico de automóviles y le dio su dirección, que era la de sus padres en Kingsmarkham.