Los ferrolanos tenían alquilado un piso en Riego de Agua, cerca de la Diputación, en la otra acera, casi esquina a la calle de la Trompeta, a veces nos reuníamos a cantar y a tocar la guitarra, pero la cosa jamás pasaba de ahí; un día, durante las vacaciones de Semana Santa, nos fuimos en autostop hasta Ferrol para verlos, nos llevó un dentista que trabajaba lunes y martes en Puentedeume y que no se propasó lo más mínimo, desde aquí fuimos en una camioneta de gaseosas y el chofer le fue pellizcando todo el camino a Matty, que era la que le quedaba al lado.
A mi marido y a mí nos clavaron en la cruz de San Andrés para que sirviéramos de ejemplo a los hijos de familia, a las hijas de familia, éstas aprendieron la lección todavía peor que sus hermanos; mi marido, cuando agonizábamos en la cruz, cuando ya casi no nos quedaba aliento, me preguntó,
– ¿Cuántos estúpidos crees que se precisan para formar un coro que cante la loa de los crucificados medianamente bien?
– No tengo la menor idea, a lo mejor no muchos.
Don Severino Fontenla, el cura castrense medio putero, se encontró en la calle con Guillermina Fojo, la nuera de Faneca, y se pusieron a hablar:
– ¿A usted qué le parece eso del yoga y la meditación trascendental, don Severino?
– ¡Calla, hija, calla! ¡Cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo espanta las moscas!
A mí me dieron un papel en el que se leía que en nuestro interior existen tremendos poderes y facultades de los que no somos conscientes, me lo dieron en los Cantones, se lo daban a todo el mundo, para mí que esto no es verdad del todo, tampoco somos conscientes del bazo o del páncreas, la práctica del yoga y la meditación nos ayuda a despertar la más elevada de las inteligencias, bueno, ¿y qué? Loliña Araújo nunca se llevó bien con su nuera Guillermina, a Loliña Araújo, a pesar de los años, los hombres le siguen gustando más que a su nuera, no digo que ésta sea lesbiana, no, a mí me parece que pasa de todo, que lo único que le gusta es mandar, bueno, esto tampoco se sabe nunca y lo mejor va a ser callarse, no merece la pena pasarse la vida argumentando.
– ¿Alguna de ustedes sabe el teorema de Pitágoras?
– Sí, señorita, todas menos Araceli.
– Bien. ¿Alguna de ustedes conoce la geometría cuatridimensional de Minkovski?
– No, señorita, eso no lo sabemos ninguna, eso no viene en el libro.
En La Coruña muere casi todos los días una cigarrera jubilada, da pena ver cómo a la historia la barre el viento, La Coruña es ciudad de mucho viento, sopla por todas partes, a las mujeres nos levanta las faldas y a los hombres les hincha la cabeza, se la llena de fantasías.
En Ferrol, de pronto, vimos al del violín vestido de marinero, el del violín era Miguel Negreira, estaba haciendo la mili y le quedaba ya poco para cumplir; ni cortas ni perezosas fuimos a saludarlo, él también se había fijado en nosotras y nos había reconocido, y quedamos en vernos cuando volviese por La Coruña. Después, cuando nos enteramos que el del violín era profesor de violín, a Betty Boop le faltó tiempo para apuntarse a sus clases particulares, las impartía, vamos, las daba muy serio y poseído, muy en su papel, en la calle de Rosalía de Castro, 27, estudio, a un grupo de jóvenes, tres chicos muy espiritados y pálidos, Bernabé, Cristino y Nicolás, y dos chicas muy alegres y animadas, Adelita, que también era poetisa y recitadora, bueno, iba camino de serlo, y Betty Boop, que estaba especializada en Rabindranath Tagore, sin duda por influencia de su hermana, y en Bécquer y Juan Ramón Jiménez, a estos poetas la aficionó la madrileña Shell. Betty Boop y el del violín, además de verse en las clases, se solían encontrar en la piscina de la Hípica, tampoco siempre; Miguel Negreira andaba mucho con Lucas Muñoz, que era muy simpático, muy cariñoso y culto y que se había licenciado ya en filología clásica. sabía hasta sánscrito y hebreo. Un domingo quedaron los tres en ir a bañarse a la playa de Balco, o, más allá de Arteijo, que era de muy difícil acceso y estaba casi siempre vacía, a la playa de Balcobo había que ir desde la playa de Barrañán y saltando por encima de las rocas, ésta es ya la mar abierta y las olas baten con mayor o menor fuerza pero iodo el año. Betty Boop iba de medio tacón y Miguel la cogió en brazos para cruzarle las peñas sin que se mojase; ya en Balcobo la puso sobre la arena con una delicadeza infinita, con un mimo amoroso y enfermizo, y él y Lucas, cada uno por su lado, la estuvieron adorando en silencio toda la tarde y sin rozarle siquiera la piel, Betty Boop se sentía como un rosa, quise decir como una diosa.
A Baldomero, el sacristán de Santa Lucía, le gustaba mucho leer la Historia de España del padre Mariana, el de sacristán no es un oficio muy instruido, es cierto, pero siempre hay sus excepciones a todo.
– ¿Usted cree que la historia hay que contarla con detalle y parándose en minucias y pejigueras?
– Sí, sin duda, con todo detalle y sin pararse en nada, la historia no es más que el detalle y su interpretación, lo demás es la crónica; si se le quita el detalle, la historia se esfuma porque los sucesos no acontecen de forma general sino particular.
– Sí, puede que tenga usted razón, no se lo niego, yo aprendo algo cada día que pasa, en eso soy muy afortunado.
Baldomero Calvete no se siente con fuerzas para luchar contra el feo vicio de la masturbación, parece un mico, entre cuidar la iglesia, leer al padre Mariana y masturbarse se le va la vida, debe andar ya cerca de los cincuenta años. A la salida de la novena del Carmen, doña Concha Reigosa le dijo a doña Fermina la del registrador:
– ¿Qué opina usted de eso que se dice de que Loliña Araújo comete actos deshonestos con el sacristán en el primer confesonario de la izquierda según se entra de la calle? Que Dios me perdone, pero es un rumor muy extendido.
– ¡Quite usted allá, mujer! ¡Quite usted allá! Ésas no son más que habladurías y murmuraciones de gente desocupada, si la gente trabajase más no pasarían estas cosas. ¿Para qué iba a querer Loliña Araújo meterse en esas aventuras sacrílegas teniendo a Evaristo?
– Sí, eso es lo que yo pienso, pero parece que no es así, todas sabemos que Evaristo no es de Loliña sino de su consuegra. doña Clara, Evaristo es el jardinero de doña Clara, el del invernadero de San Pedro de Nos, lo de Loliña y el sacristán Baldomero es otra cosa, cierta o falsa pero otra cosa, yo ni quito ni pongo rey.
– Sí, ya entiendo, ahora ya entiendo, es triste eso de que le cuelguen a una lo que no hizo. Doña Concha Reigosa hace ya lo menos siete años que no peca más que contra el mandamiento de la ley de Dios que prohíbe levantar falsos testimonios y mentir.
– ¿Cuál es?
– No sé, no lo recuerdo bien, el octavo, creo que el octavo, sí, es el octavo, el séptimo no robar, el octavo no levantar falsos testimonios ni mentir, el noveno no codiciar la mujer de tu prójimo, tomando carrerilla desde el principio salen todos.
– Sí. ¿Y las mujeres podemos codiciar al hombre de nuestras amigas y nuestras vecinas, al hombre de las demás?
– Eso no lo sé y además tampoco quiero meterme en líos.
Los tres excursionistas de Balcobo, cuando volvieron a La Coruña se fueron a casa de Lucas que también era buen cocinero, Lucas lo hacía todo bien, bueno, digamos que casi todo, con las mujeres tengo mis dudas.
– Puedo daros coca-cola o fanta, no tengo vino.
– No importa, yo no bebo.
– Ni yo.
Lucas sacó coca-cola de la nevera, les puso unos amorosos valses de Chopin en el tocadiscos, se metió en la cocina, les preparó unos espaguetis carbonara riquísimos, se los sirvió y se esfumó, Lucas sabía que Betty Boop era más de Miguel Negreira que suya, vamos, la verdad es que suya no lo era nada, él tampoco tenía ninguna otra, pensaba que las mujeres éramos poco de fiar; en la cena la pareja habló de cosas banales e intrascendentes, los versos de Adelita, la inmensidad de la mar, la belleza de la música, cómo el amor puede llenar la vida entera, y después se sentaron en el sofá, encendieron un cigarrillo, ¿tienes un porro?, no, yo no fumo porros, fumé uno un día y no me gustó, entornaron los ojos y esperaron hasta sentirse abrazados y besándose, todo llega a su tiempo y es siempre malo precipitarse, Lao Tse culpaba a la prisa de todos los males, esto se lo oí decir a Lucas Muñoz más de una vez.