– ¿Podría usted jurar que la reclusa inglesa que parió sin que le soltaran las esposas se llamaba Mary Berriedale?
– No.
– ¿Y Aria Barnstaple?
– Tampoco.
– Bien, puede retirarse.
Clara Erbecedo fue una mujer guapa y extraña, ahora hay que hablar ya en pretérito, por aquí casi todas las mujeres son guapas y todas extrañas, los seres humanos son muy raros, mi tía Marianita fue siempre muy rara en su vulgaridad, y Raúl Barreiro, el novio que le dijo a Betty Boop que tirara al niño recién nacido por el retrete, también, tiras dos o tres veces de la cadena y no se entera nadie, vamos, no se entera ni Dios, todo el mundo es extraño, esto no debe ser dudado por nadie por raro que fuere, por extraño y desdibujado que fuere, Clara Erbecedo murió el mismo día que Gitanillo de Triana, el 24 de mayo de hace ya veinticinco años, Gitanillo se mató en accidente de automóvil, iba con su yerno Héctor Álvarez, novillero venezolano, que se mató también, venían de Villa Paz, la finca de Luis Miguel Dominguín, Clara Erbecedo murió de cáncer de útero, le picó la víbora de la espigaruela y no pudo resistirlo, el cáncer es igual que el accidente de carretera. Su hijo Jacobo publicó la esquela en los dos periódicos de La Coruña. Doña Ermitas Erbecedo Fernández, Clara, viuda de López Carreira, falleció en su casa de San Pedro de Nos el día 24 del actual, a los sesenta y tres años de edad, después de recibir los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad. Sus hijos, Santiago y Vicenta; hijos políticos, Eva Santana Araújo y Enrique Canelas Pose; nietos, Diego, Francisco, Marta, Claudia, Rebeca, Rodolfo y Benjamín Carlos; hermanos, Florián (sacerdote) y Heliodoro (ausente); sobrinos y demás familia, y sus fieles servidores Rómula Restande Iglesias y Evaristo Cruces Silva, ruegan a sus amistades, etc., dos meses después se llega a la Luna, pero todo sigue igual, Bertrand Russell afirma que se ha expandido el ámbito de la estupidez humana, ya se dijo. Esto de los nombres es en ocasiones confuso porque la gente no se llama siempre como se llama sino como quisiera llamarse, lo único que se explica en la esquela mortuoria es que a Ermitas le llamaban Clara, también conviene precisar la correspondencia onomástica que se expresa a continuación: Ermitas, Lucía, además de Clara; Santiago, Jacobo; Vicenta, Mary Carmen; Diego, Pichi; Francisco, Paquito y Fran; Marta, Matty; Claudia, Betty Boop, y Rebeca, Becky, a los hijos de Mary Carmen se los llamó siempre por sus nombres, lo más en diminutivo, Rodolfito y Benjaminín, si la gente leyera con más atención no harían falta estas enojosas repeticiones.
La tormenta no obedece a la rosa de los vientos ni al motor de vapor, la tormenta viene de donde quiere y no respeta lo que señalan los instrumentos de navegación, el norte magnético no es más que una referencia, cuando la tormenta se pinta de norte a sur, de las islas Gabeiras al cabo Prioriño para saltar después a la punta de Seixo Branco, las gaviotas se refugian en tierra y se esconden más allá de Carral y de Montouto, nadie sabe quién gobierna la brújula de las gaviotas. Fran cazaba gaviotas con anzuelo desde la terraza de su casa, ponía una miñoca de cebo, lanzaba la caña lo más lejos posible, cuanta más distancia y altura más emoción, y las cazaba al vuelo, después cobraba el sedal, las desenganchaba y las soltaba porque no sirven para comer, están muy duras. Matilde Verdú estaba obsesionada con la idea de la muerte.
– ¿Tú crees que se puede morir sin fe bastante?
– No, si creyeses en la vida con pasión, si te agarrases a la vida como una lapa, serías inmortal, pero al primer desmayo te morirías entre las carcajadas de los tuyos, todos sentados en el suelo, todos vestidos de limpio y todos borrachos.
– Es horrible esto que me dices.
– Perdóname, no pude evitarlo.
Betty Boop cree más en la vida que en la muerte y ama la aventura imprevista y la zancadilla de la monótona ruleta que decide quienes han de morir cada mañana y de qué manera, Betty Boop vive inmersa en el sueño o flotando en la vida, pero no pudo nunca echar raíces en la tierra.
– ¿Te gusta volar?
– Sí.
– ¿Y nadar?
– También.
– ¿Más en la mar que en la piscina?
– Sí.
– ¿Y andar por el campo o por las calles de la ciudad?
– Menos.
En el Cerro de los Ángeles, Franco renovó la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Franco inauguró la nueva iluminación de la catedral de Córdoba. Franco inauguró la presa y el embalse de Iznajar. Betty Boop puso fin a su recua de novios casándose con Roberto Bahamonde, un aparejador de Ribadavia violento, mandón y autoritario, que la puso firme ya desde el noviazgo, yo creo que hasta le sacudía con la mano o con el cinto, Betty Boop le había regalado un cinto de cocodrilo muy elegante de color negro, Roberto le daba trallazos restallantes y se reía mucho, Betty Boop se dejaba gobernar y él no le daba descanso y hacía el amor con ella, siempre a lo bravo, donde se encontrasen, no desperdiciaba ocasión, en la playa, en el coche, en el portal de su casa, en un palco del teatro Rosalía, en el campo, la verdad es que todos los sitios pueden ser buenos. A Betty Boop la mueve un resorte misterioso, venenoso y audaz, Roberto salió de viaje y Betty Boop se fue en bicicleta hasta el puente del Burgo y paró un camión.
– ¿Me lleva? Estoy cansada de pedalear.
– Sube, pon la bici ahí detrás. ¿Adónde quieres ir?
– A Santiago.
– Venga, sube.
El camionero iba en camiseta y fumando una tagarnina, tenía el pecho recio y peludo, los brazos poderosos y tatuados, el cuello fuerte y la cabeza grande, del sobaco le nacía una pelambrera más que cumplida y tenía también la voz solemne, grave y armoniosa, hablaba como un canónigo. Al llegar a Sigüeiro se metieron por la carretera de Vilarromariz a buscar el río Tambre, se pararon en la linde de la carballeira de Cotobal, justo donde empiezan los helechos.
– ¿Te quieres bañar?
– Sí.
– ¿Trajiste bañador?
– No, yo me baño desnuda si tú me defiendes.
El camionero se llamaba Saturio y tenía un sexo descomunal, muy cumplido y bien dibujado, Betty Boop jamás había visto nada parecido, Saturio no se anduvo con mayores miramientos y Betty Boop lo dejaba hacer, Saturio tumbó a Betty Boop sobre la yerba y le clavó violenta e inevitablemente lo mandado, Betty Boop no podía ni respirar, tampoco hubiera querido ni respirar, pero gozó casi con fiereza, gozó seguido y no alentando más que lo preciso durante mucho tiempo.
– ¿Tienes bastante, señorita de la mierda?
Betty Boop sonrió, lo besó en la boca y le dijo que no, que no tenía bastante, que una mujer nunca jamás tenía bastante, que son los hombres los que se cansan de amar, los que se hartan de amar, los que se aburren y al final se espantan de amar. Saturio se llegó a la cabina y trajo medio jamón, un pan de hogaza y una bota de vino, es fácil pescar truchas con la mano, tan fácil que lo prohíbe la ley, se mete la mano debajo de una piedra del río y se sacan dos truchas relucientes y plateadas, saltarinas y escurridizas, las truchas pequeñas, las de cuatro o cinco dedos, se pueden comer crudas, sin quitarles ni las espinas ni las tripas, lo primero que se muerde es la cabeza para matarlas y que no se escapen, Betty Boop no había comido nunca truchas crudas y vivas.
– ¿Te gustan las truchas así, como salen del agua?
– Sí, mucho.
– ¿Y el jamón?
– También.
– ¿Y el pan?
– También.
– ¿Te gusta todo?
– Sí, todo.
Después Betty Boop se echó a llorar y Saturio se quedó medio desorientado; como no sabía lo que hacer, se subió al camión y se fue por la carretera abajo, a seguir rodando y rodando, con el azaramiento olvidó devolverle la bicicleta a Betty Boop.