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– ¿Podría usted prestarme la módica cantidad de cinco duros? Estoy en un mal momento y créame que me duele tener que recurrir a usted, hágase cargo.

– Dios le ampare, hermano, no me es posible socorrerle.

Adriano Aceijas era un sablista especializado en bodas y velatorios, los bautizos y las primeras comuniones también se le daban bien, pero no tanto, se conoce que tienen menos misterio, menos morbo, éstos son actos más rutinarios y la gente casi no se excita ni se entrega, tampoco se entrega. Adriano Aceijas se mostraba muy insistente, muy perforador del sentimiento, y se presentaba con tan buenos modales que al final siempre solía sacar algo, la verdad es que en las ciudades de tamaño medio no falta nunca un alma caritativa. Adriano Aceijas era maestro de escuela y lo echaron del escalafón por rojo, había estado afiliado a la Orga, la verdad es que tuvo suerte porque podían haberle dado el paseo, otros por menos llevaban ya varios años en el otro mundo.

– Muchas gracias por escucharme, por haberse dignado prestarme su atención, servidor de usted.

Doña Elisa Valladares Llorente, de setenta y ocho años de edad, huérfana del almirante Excmo. Sr. Don Isidro Valladares Mariño, falleció en el Ferrol del Caudillo el día 2 de los corrientes, bajo el manto de la Virgen del Pilar y reconfortada con los Santos Sacramentos. Don Jacobo le regaló un piso a su hija Betty Boop, pequeño pero muy mono y bien instalado y equipado con calefacción, cocina moderna, electrodomésticos, todo lo preciso en modalidad lujo, en la calle de Menéndez Pelayo, entrando por Linares Rivas la primera de la derecha, o sea casi frente a la mar, el piso de Betty Boop está siempre revuelto y sucio, con todo manga por hombro y destartalado y desordenado, ella era una calamidad, saltaba a la vista, yo creo que iba ya para loca; Robert vendió su parte en el estudio de aparejadores de Ribadavia y se instaló por su cuenta en Betanzos, iba y venía todos los días porque Betty Boop no hubiera querido salir de La Coruña, a Robert las cosas le iban bastante bien y tenía trabajo.

– Lo importante es tener trabajo, ¿verdad, usted?

– Sin duda, y salud, no lo olvide, lo importante es tener trabajo y salud, eso es lo primordial porque lo demás viene solo.

– Claro.

De repente pasaron muchas cosas en poco tiempo: al comandante don Alfonso lo operaron de la próstata, eso le acaba pasando a casi todo el mundo; Franco visita la zona regable de Bembézar; Heliodoro Erbecedo Fernández, el hermano de la fallecida Ermitas, o sea Clara, que reside desde hace muchos años en Buenos Aires, está haciendo un viaje por Europa y pasa por La Coruña; cl hombre más viejo del mundo se llama Shiraly Mislimov, tiene ciento sesenta y cuatro años de edad y vive en la aldea de Barravu, en el Azerbaiján; dos señoritas en monobikini son detenidas en Sevilla; el joven cubano Armando Socarrás viaja de La Habana a Madrid en el tren de aterrizaje de un avión de Iberia soportando temperaturas de hasta cuarenta grados bajo cero.

– Usted antes dijo un rabuño, con a, y a mí me parece que es un rebuño, con e.

– No sé, puede que sí, quizá sí.

– Le repito, ¿en español no será un rebujo, con e y con jota?

– A lo mejor, no le digo que no.

A los pocos años, Betty Boop tuvo una niña, María Pía, pero no le hace demasiado caso, a María Pía la cuida Rosiña Abeledo, una asistenta mu\ maternal y con mucho instinto que estuvo casada con un carabinero que la dejó viuda a resultas de una borrachera, la dejó viuda y con seis hijos, Betty Boop no para un momento en casa se pasa el día entero en la calle, sale a desayunar y ya no vuelve hasta la noche, se pasa el día por las cafeterías tomando batidos y dejándose invitar, cafetería Safeway, cafetería Manhattan, cafetería Challenger, cafetería Sithon's. Al cabo de algún tiempo Robert decide que se van a vivir a Porriño, cerca de su madre, cuando enviudó su madre, que era de Porriño, volvió a su casa de familia, a la casa en la que había nacido, eso es algo que suele tirar mucho; contra todo pronóstico Betty Boop se adapta bien aunque se lleva a matar con su suegra, eran muy distintas las dos, tampoco se llevaba bien Loliña Araújo con Guillermina Fojo, su nuera, es frecuente, es como una costumbre, Enriqueta Chas viuda de Bahamonde, la madre de Robert, era una mujer chapada a la antigua, muy devota y hacendosa, muy relimpia y conservadora, muy de estar siempre en casa arreglando armarios y haciendo postres de cocina, Chas no es apellido pontevedrés, pero el padre de Enriqueta, funcionario público, era de Correos, vivió muchos años en Porriño, tanto en activo como ya jubilado, y allí murió.

Una vez más hago firme propósito de la enmienda y me dispongo a poner un mínimo orden en mis recuerdos y en mis papeles, que a mi marido y a mí nos vayan a clavar en la cruz de San Andrés no puede ser disculpa para omitir los deberes, ni argumento que aspire a justificar cl procedimiento doloso, debe leerse a Platón, sí, pero sin olvidar el catecismo, el mundo es un escenario y los hombres y las mujeres no somos sino meros actores con frecuencia poco y mal ensayados y con los papeles no del todo bien aprendidos.

Al cabo de dos o tres años Betty Boop, ya casada y esperando a María Pía, se le notaba bastante el embarazo, se encontró con Miguel Negreira, el profesor de violín, por la calle, empezaron a zumbarle los oídos y creyó que se le salía el corazón por la boca de lo emocionada que se puso.

– ¿Y tú?

– Pues va ves, pensando siempre en ti.

Miguel le contó a Betty Boop que había estado estudiando violín en Salzburgo, el violín es algo de lo que jamás se aprende lo bastante, nunca se llega a dominar del todo, y también le reprochó que se hubiera casado sin decírselo, ¿para qué esas prisas?

– Esto no se me hace, Claudia, yo me hubiera merecido otra cosa, jamás creí que fueras capaz de hacérmelo, yo te hubiera esperado siempre, Claudia, siempre, y tú lo sabes, tú tienes la obligación de saber que por ti hubiera hecho los mayores sacrificios y no me hubiera cansado nunca de esperarte.

Durante el tiempo que les duró la fiebre de amor, que fue hasta que Betty Boop tuvo que irse a Nuestra Señora de Belén a recibir a María Pía, los tórtolos se metían en la cama a diario de once de la mañana a tres de la tarde, Miguel era un sibarita y para él no había nada mejor que acostarse con una embarazada en los últimos meses de gestación; después se tomaban un sandwich de huevo, jamón y queso, un tres en uno, en el Linar, en General Mola entre Olmos y la calle Real. La vida barre todos los trances por hermosos o ruines que fueren, le ayuda la inteligencia, ésa es la servidumbre de la que no sabemos huir, nadie sabe huir jamás de nada y menos que nadie los enamorados, suele pensarse al revés, suele pensarse que todos sabemos huir siempre de todo y más que nadie los enamorados, Lucas Muñoz era capaz de recitar La Divina Comedia de memoria, Lucas Muñoz sabía hasta arameo, ¿qué no sabrá Lucas Muñoz?, Góngora llamaba ciego que apuntas y atinas, al amor; a Betty Boop se le fue diluyendo en la sangre aquel episodio, quizá el más bello y noble de su vida, y al final quedó todo en poco más que en un sueño borroso, duele mucho ver cómo se van haciendo borrosos los sueños que acaban por mermar y marearse, que terminan por difuminarse poco a poco y desaparecer como la voluta de humo azul de un cigarro habano, cualquier ánima del purgatorio, cualquier alma en pena de la Santa Compaña podría pedir hablar en el turno de ruegos y preguntas para decir: ¡Basta ya de ceremonias inútiles, carísimas y casi imposibles de ensayar! ¡Yo voto por la abolición de los impuestos indirectos, los uniformes de gala y la ley de herencia! ¡Procedamos a desterrar los castigos corporales! ¡Sáquesenos de aquí! ¡No es posible que sea Dios quien nos tenga encerrados aquí!