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Me escudo en el más paciente de todos los ascos, en la más heroica de todas las náuseas, y declaro con absoluto rigor que he desobedecido la norma hasta el límite de mis fuerzas, hasta la frontera misma de mis posibilidades, mi marido y yo pedimos a Dios, decimos a los santos del cielo y exigimos a los hombres que se nos dé la razón, la pena a la que se nos condena es a todas luces desproporcionada con nuestro pecado, ni mi marido ni yo somos herejes, ni apóstatas, ni blasfemos, mi marido y yo siempre hemos creído en el Padre, siempre hemos proclamado nuestra fe en el Hijo y siempre hemos defendido al Espíritu Santo de las asechanzas de la impiedad, mi marido y yo preferimos el garrote a la cruz de San Andrés, es mejor que se rían de uno a que lo apedreen.

– ¿Usted cree que los asiduos a los tés de doña Leocadia conocían sus devaneos?

– Perdóneme, pero me reservo la respuesta, yo prefiero no opinar sobre lo que no me incumbe y además doña Leocadia es amiga mía, buena amiga mía.

El demonio Lucifer Taboadela cría gusanos de seda en Escornabois, le gusta vestir bien y se niega a usar productos artificiales o sintéticos, la seda natural es inigualable. Javier Perillo se acostaba con doña Leocadia, con Clara Erbecedo y con Dora, la de don Leandro, este amor fue menos permanente que los otros, la verdad es que no fue sino un amor esporádico, Dora le pagó los dos últimos plazos de la moto y Javier Perillo quiso corresponder. Matty ni fuma ni bebe, jamás fumó ni bebió, Matty no es viciosa, siente cierta atracción por los hombres, los obedece con los ojos cerrados, pero no se puede afirmar que sea viciosa, no estoy diciendo que sea la Virgen María, pero tampoco la reina Cleopatra.

– ¿Usted, don Severino, cree que el Deportivo podrá quedar campeón de Liga algún año?

– ¡Anda! ¿Y por qué no?

En aguas del muelle de Calvo Sotelo Norte, casi en el ángulo que forma con el muelle de la Batería, apareció flotando el cadáver de un niño en traje de baño, debía llevar ya varios días muerto porque estaba medio comido por los peces y Lis medusas, a la policía no le costó demasiado trabajo identificarlo, José María Renedo Medina, de once años, natural de Valladolid, había venido con sus padres y sus hermanos a veranear, se ahogó en la playa de Santa Cristina, tuvo mala suerte porque ahí no le pasa nunca nada a nadie.

– ¿Usted cree que los ferrolanos son más animosos que los coruñeses?

– ¡Hombre, no sé! ¡Habrá de todo!

– ¿Y que los padroneses?

– No, eso no, eso salta a la vista que no.

Lisardo Toxosoutos Méndez, el conductor de la funeraria El Crisantemo, había dos, el otro se llamaba Florentino Ferreiro Lindín, era amigo de Evaristo, solían tomarse unos vasos juntos todas las tardes, Lisardo ayudó en alguna ocasión a Evaristo a llevar al manicomio de Conjo a Mary Carmen, la tía de Matty y Betty Boop, Mary Carmen también se pasaba temporadas en Conjo, es frecuente que algunas enfermedades vayan por familias, el cáncer, la locura, la lepra, otras no, la sarna, la tiña, la blenorragia, no se pueden dar normas generales, es cierto, pero sí aproximadas.

– Es la segunda vez que se lo pregunto, ¿usted cree que Pichi es feliz con Matilde?

– No lo creo, pero eso no se sabe nunca, eso no lo sabe nadie, a veces ni el interesado siquiera, es la segunda vez que se lo digo.

Hay dos clases de locura, a cual peor, las dos pueden ser leves pero también graves, locura de la cabeza y locura de la conciencia, en algunos casos ambas se pueden presentar entreveradas, mechadas.

– ¿También recíprocamente embutidas?

– Quizá no tanto.

Betty Boop padece locura de la cabeza y Matty enfermó de locura de la conciencia, ambas producen mucho dolor en torno.

– ¿Y no dan risa a nadie, puede usted asegurarme que no dan risa a nadie?

– No, salvo a los muy herméticos o muy civilizados.

Los locos de la cabeza, en los casos graves, dicen que son Alejandro Magno o Napoleón Bonaparte, si son varones, y Helena de Troya o madame Curie, si son mujeres.

– ¿Y no varían?

– Sí, mucho, pero yo estoy citando sólo los ejemplos más tópicos y con mayor incidencia en el registro.

En los casos leves, estos locos se creen Nuvolari o el general Franco, y María Pita o Tórtola Valencia, según el sexo.

– ¿Y doña Emilia Pardo Bazán?

– Sí. Y Rosalía de Castro, sobre todo entre gallegas.

A las hienas se les barren los malos pensamientos devorando gacelas muertas y medio podres, los pensamientos, tanto los buenos como los malos, no se borran jamás de la cabeza, cuando incomodan basta con barrerlos para que se los lleve el viento terral camino de la mar abierta; las leonas, que son de sentimientos más generosos y decentes, persiguen gacelas vivas y ágiles y sólo las muy viejas llegan a criar malos pensamientos.

– ¿Se encontró usted un carnero con cintas azules y encarnadas?

– No, ¿por qué me lo pregunta?

– No, por nada, era para darle el teléfono del dueño, se ofrece gratificación, viene en La Voz de Galicia.

El juez mandó llamar al loquero Chus Chans Chao y le preguntó acerca de Mary Carmen y algunas circunstancias.

– ¿Conoce usted a la enferma Vicenta López Erbecedo?

– Sí, señor.

– ¿Tuvo usted acceso carnal con ella alguna vez?

– ¿Mande?

– Que si se acostó usted con ella.

– Sí, señor, puede que sí.

– ¿Le es posible ser algo más preciso?

– No, señor.

Los locos de la conciencia, en los casos graves, se sienten san Juan Bautista o Poncio Pilatos, si son hombres, y santa Ana o María Magdalena y hasta en ciertas ocasiones la esposa de Lot, si son mujeres. En los casos leves los hombres se proclaman el Papa de Roma, sin mayores señalamientos, o Gandhi, y las mujeres Carolina Otero o la Monja de las Llagas o Agustina de Aragón cuando el sitio de Zaragoza o sea antes de regentar una casa de lenocinio en Ceuta.

Los reseñados suelen ser los casos más frecuentes, aunque también puede haber variaciones según los gustos y criterios. Doña Mencía y la mamá de Adelita la poetisa son dos descaradas que las matan callando, estas golfas de oficina pública son las peores, además doña Mencía tiene amores sacrílegos, todo el mundo lo sabe.

– ¿Está usted en lo cierto?

– Bueno, digamos que estoy en lo probable.

– ¿Y en lo posible?

– Más aún, eso se le ocurre a cualquiera.

Don Severino es amigo de las dos y les tira de la lengua para que le entere cada una de las cochinadas de la otra.

– Muchas cuentas va a tener que dar a Dios don Severino.

– No te preocupes porque sabe que Dios es un infinito chorro de paciencia y misericordia.

Me duele tanto como me indigna el tener que admitir que las mujeres no tengamos historia, me subleva la pasividad de los hombres y el desinterés de las mujeres; los locos de la cabeza no sufren más que los locos de la conciencia, quizá padezcan menos porque no les vacía el pensamiento ni la vecindad de Dios ni los enfermizos caprichos de los elegidos.

– ¿Usted sabe que se pueden capar adolescentes obligándolos a tocar valses ingleses, el Vals de las velas, el Vals de las horas, en la flauta dulce?

– No, no lo sabía.

– Pues sí, como usted lo oye.

A los locos no se les puede crucificar porque se desclavan solos, los romanos ya ni lo intentaban siquiera porque, ¿para qué?, cuando se tienen que regir unos vastos dominios no se puede andar perdiendo el tiempo.