– Me hubiera gustado depositar un ramito de estas flores silvestres sobre tu tumba, pero no fue posible porque tú no estás muerta todavía, se deben respetar siempre los confusos y aun inescrutables designios de Dios, aunque a veces sean entorpecedores, y los plazos de los hombres que sueñan apoyándose en la esperanza de la muerte. No todos los muertos tienen tumba propia, reconocida y registrada, los hay que se pierden en la tierra, o flotan en la mar, o son incinerados, o los disecan los padres, o los guardan en formol, o van a la fosa común, pero sí todos los vivos carecen de ella o al menos no la usan, la tienen no más que de remembranza de una decisión que la familia no entendió del todo o como inversión, algunas personas son muy previsoras, el precio del palmo cuadrado de tierra de muerto crece todos los días, también la tumba horra sirve para adormecerse fantaseando futuras pompas fúnebres solemnes y aparatosas, administrativas y protocolarias; hay quien compra un nicho para suicidarse con barbitúricos y champán mientras contempla por última vez, a la luz de un candil de aceite, su colección de postales pornográficas heredadas de algún abuelo, a mí me hubiera gustado dejar un ramito de estas flores silvestres sobre tu tumba, pero no fue posible, ya te digo.
El conde de Barcelona disuelve su consejo privado, presidido por don José María Pemán, y su secretariado político, presidido por don José María de Areilza, conde de Motrico.
– ¿Alguna de ustedes sabe en qué dos categorías clasificaba Rutherford a la ciencia?
– Sí, señorita, todas menos Pilarín.
Don Severino Fontenla y don Severiano Franqueira, ambos curas castrenses, tampoco sabían la clasificación de Rutherford, la mayor parte de la gente la ignora, a don Severino y a don Severiano lo que les interesaba de verdad era el viaje del hombre a la Luna.
– ¡Mira tú que si al final todo es una broma de los periodistas!
– Hombre, ¡no sé!, yo no creo que puedan mentir tanto.
– No te fíes, son capaces de todo.
Hace cincuenta años se fundó en La Coruña el club de fútbol Bolcheviki, que no duró mucho, Rutherford clasificaba a la ciencia en dos grandes categorías, física y filatelia, don Severiano padecía de la próstata y no podía decir misa por si le atacaba la incontinencia de orina.
– Pero, hombre, ¿por qué no te operas?
– Sí, no voy a tener más remedio.
A la Caralluda de Valadouro la soltaron a los quince o veinte días del botellazo al cabrito e invitó a todos a anís y a melindres de Melide.
– ¿Y a piñonatas de Betanzos?
– No, ya no se hacían.
La Caralluda se gastó casi mil pesetas en convidar a las compañeras y a los clientes, hay gente a la que no le cuesta nada ser espléndida y agradecida.
– ¡Viva la libertad!
– ¡Cállate, mujer, no vaya a ser que te prendan!
A don Severiano lo intervinieron en el Hospital Militar de Marina del Ferrol del Caudillo el mismo día que las Cortes, a propuesta del jefe del Estado y con diecinueve votos en contra, proclamaron a don Juan Carlos de Borbón y Borbón como la persona llamada, en su día, a sucederle a título de rey, a don Severiano lo operó el teniente coronel Bernáldez, don Casio Bernáldez, médico de la Armada, que era un urólogo muy responsable.
– ¿Usted cree que el demonio se mete mucho en las cosas de los hombres?
– No le quepa la menor duda, todo lo que Dios le deja, el demonio es incansable, es infatigable y no ceja ni un solo momento en sus propósitos, el demonio está siempre dispuesto a comprar el alma del primero que se la quiera vender.
Baldomero Calvete, el sacristán de Santa Lucía, es muy moderno, pero cree en el demonio, se pone un fular para salir de paseo pero cree en el demonio, Baldomero Calvete se sabe la Historia de España del padre Mariana de pe a pa, Fabio Couto Martínez, corresponsal volante de la Agencia Efe, era primo de primos de Matilde Verdú y había estado estudiando para cura en el seminario de Orense, yo creo que llegó a cantar misa, Fabio Couto era medio filósofo y medio político, pero tampoco se atrevía demasiado a hablar, a su amigo Baldomero Calvete le gustaba mucho su conversación.
– A mí me parece que la honradez, como el culto a la verdad, el valor físico y la memoria, son características con las que puede nacerse, sin duda, pero que también pueden ser adquiridas y acrecentadas en los veinte primeros años de la existencia, apoyándose en la voluntad puede llegarse a la levitación, a vencer en la lucha contra el demonio e incluso a conservar la vida hasta los ciento treinta años o más.
– ¿Tú crees?
– ¡Y tanto que lo creo!
En una buhardilla del Cantón, mismo frente al Obelisco, en la casa de la peluquería de Victoriano, vive una señora mayor, de unos setenta y tres o setenta y cinco años, muy pintada, a la que llaman nada menos que Mesalina, a mí me parece que es un nombre muy exagerado, Mesalina vive muy estrechamente de una pensión que nunca fue ni siquiera holgada y se ayuda cuidando viejos enfermos, haciendo a mano y con unas plantillas posaplatos y posavasos de estaño, dibujos geométricos, volutas jónicas y margaritas, y decorando ceniceros con vitolas de puros y sellos de Bosnia y Herzegovina, tenía muchos, a Mesalina le ayuda con cierta frecuencia una señora como ella pero en rico, le llaman la Muñeca Mecánica, viuda de un funcionario o de un militar, me parece que de un militar, que lleva peluca pompón rubia, los ojos de un azul nacarado intenso, las ojeras sombreadas del mismo color, las pestañas postizas y muy largas, las uñas lo mismo, los labios de rosa fuerte o naranja quemado, en forma de corazón y muy perfilados, Mesalina y la Muñeca Mecánica son buenas amigas pero no íntimas porque tampoco hay por qué no guardar las distancias, la Muñeca Mecánica va siempre bien perfumada y enjoyada, viste de forma muy llamativa y lleva zapatos de vedette, cuando los trajes y los zapatos se le quedan algo viejos se los regala a Mesalina, el guardia municipal Pepíño Méndez, el que está de servicio en la esquina de Juana de Vega con la calle de San Andrés, las saluda siempre con mucho respeto.
– Adiós, señorita Margarita, siga usted bien. Adiós, doña Consuelo, que usted lo pase bien.
A Mesalina le gustan mucho las plantas y en el tejado tiene cinco o seis tiestos con marijuana, esto no lo sabe nadie; Mesalina sueña con flores misteriosas y de colores raros y difíciles, flores verdes y azules y anaranjadas de nombres secretos o poco conocidos y propiedades mágicas, el piragüista Cándido Julián la invita algunas tardes a merendar chocolate con churros en el café Oriental, a veces se les suma Urbano Lugrís, que es un gran pintor, que es muy inteligente y ocurrente, también muy alto, su padre escribió una Gramática do idioma galego, A Cruña, Imprenta Moret, Galera 48, 1931, Cándido Julián le puso nombre por entretenerse a las flores inventadas por Mesalina, las hizo figurar muchos años más tarde en el prólogo que lleva el Alfabeto fantástico, un libro muy bonito editado por la Biblioteca Nacional.
– ¿Guarda usted en la memoria todos los dictados de su conciencia, incluso los más remotos y minúsculos?
– No, ya no, la verdad es que se me han olvidado ya muchos, los años no perdonan.
Nuestro líder se llama Amancio, hablé de seis de sus corporalidades y me faltan otras cinco para cerrar el aro del Supremo Bien Desnudo, Amancio Lameiro el Santo, Amancio Serantes el Bendecido, Amancio Centoira el Valeroso, Amancio Caamaño el Desmemoriado Y Amancio Chouciño Pasandín el Sabio, todos son parientes de san Aniano bendito, luz, ayuda, fuerza y fe, paz y bien, cuando invoquemos e imploremos a nuestro líder en cualquiera de sus once advocaciones deberemos pensar y hablar siempre expresando los nobles conceptos primordiales con letra inicial mayúscula, es difícil pero no imposible, sólo así no le faltaremos al respeto ni desataremos su ira.
Cuando a un hombre se le oscurece el pensamiento se vuelve paradójico.
– ¿Y reiterativo?
– No, eso no de una manera obligada.
A la mujer le pasa menos, cuando a una mujer se le nubla el sentimiento empieza a pensar como un hombre y a portarse como un perro, la ley de Herbrandston no admite excepciones, ninguna ley admite excepciones, pensar lo contrario supondría atentar contra el espíritu mismo de la ciencia.