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«UN F15 SE ESTRELLA. EL PILOTO FALLECE.

Los oficiales de la base aérea de DavisMontham confirmaron la pasada noche que un avión de combate F15 del escuadrón de entrenamiento táctico 355 se desplomó durante los ejercicios de ayer en la reserva de la base aérea de Luke. El piloto, cuya identidad no se ha facilitado pues todavía no se ha contactado con sus familiares, falleció en el impacto. El avión se desplomó en una zona rocosa y se han iniciado ya las operaciones de rescate.,(En el momento de la edición no se disponía de más información.)»

Kelly comprobó que en el periódico del día siguiente no aparecía ninguna información más, algo que resultaba raro. Desplegó un atlas. La base aérea de Luke estaba en Arizona, a cientos de kilómetros de la cordillera de la base aérea Nellis. Pulsó la tecla para borrar. No tenía nada que ver con lo que estaba buscando.

Pero entonces se detuvo. ¿Y si así fuera? ¿Con qué frecuencia se estrellan los F15? No era algo que ocurriese cada día. ¿Era sólo coincidencia? Kelly no creía en coincidencias. Se le hizo un nudo en el estómago. ¿Con qué tipo de asunto había tropezado Johnny? Si aquel F15 era el F15 de la cinta, las Fuerzas Aéreas se habían tomado muchas molestias para señalar a otra dirección que no fuera Nellis y el Área 51. Y no sólo se informaba de que el avión se había estrellado, además el piloto había fallecido. En cambio, en la cinta parecía estar bien vivo.

A continuación Kelly intentó combinar «Buzón» con «ovni». Ello arrojó tres resultados que identificaron el «Buzón» como uno existente en un camino de tierra a las afueras del complejo Groom Lake, donde los aficionados a los ovnis se reunían para ver naves extrañas circular encima de las montañas. Evidentemente, el hombre que había enviado a Johnny la cinta -el Capitán- era uno de ellos. Por lo menos, ahora sabía que, si lo precisaba, podría encontrar esa pieza del rompecabezas.

Al probar con «Dreamland» y «Groom Lake» dio con una gran cantidad de historias sobre aquel paraje. Luego los relacionó con el Área 51, que era otro de los muchos nombres de un lugar cuyos objetivos eran desconocidos y cuya existencia oficialmente era desmentida.

Había varias teorías y Kelly conocía muchas de ellas. Había quien afirmaba que el gobierno había contactado con alienígenas en aquel lugar y que estaban intercambiando información y tecnología. Los teóricos más radicales, por su parte, decían que los seres humanos permitían que los alienígenas efectuaran mutilaciones al ganado y a otro tipo de fauna, y algunos incluso afirmaban que secuestraban seres humanos para experimentos oscuros. Kelly sacudió la cabeza. Eran historias de las que se convertían en titulares de los tabloides que se vendían en el supermercado, nada que interesase a periodistas de verdad.

Otra teoría postulaba que el Área 51 era el lugar donde el gobierno probaba un avión supersecreto y que el avión de combate F117 había realizado pruebas de vuelo en aquel lugar. El último avión secreto que supuestamente se iba a probar se llamaba Aurora, tenía una aspecto desconocido, se desplazaba entre Mach 4 y Mach 20 y era capaz de ascender hasta colocar satélites en órbita.

La versión oficial del gobierno era que el complejo Área 51 del Groom Lake no existía, una posición muy interesante si se consideraba que en los últimos cinco años las Fuerzas Aéreas se habían apoderado repentinamente de todos los terrenos circundantes.

En vista de la información que tenía ante sí, Kelly concluyó que evidentemente algo ocurría en el Área 51. Sabía que Johnny habría hecho la misma búsqueda, posiblemente más profunda, y que habría decidido que merecía la pena ir allí y comprobar si la cinta que le habían enviado era una trampa o, dado que Johnny conocía la experiencia que ella había tenido en Nellis, un montaje.

Al echar un vistazo a los artículos, destacó dos nombres: el de Mike Franklin, un supuesto experto en el Área 51 de la ciudad de Rachel, situada justamente en la parte exterior del complejo de la base aérea de Nellis, y el de Steve Jarvis, un científico que decía haber trabajado en el complejo Groom Lake/Área 51 y haber visto naves de alienígenas con las que el gobierno efectuaba pruebas de vuelo. Seguro que Johnny había visto los dos nombres.

Kelly levantó el auricular del teléfono y preguntó al servicio de información el número de teléfono de Franklin. Lo marcó y esperó a que sonara cinco veces. Cuando estaba a punto de colgar, alguien habló al otro lado del aparato. Era una voz de mujer y parecía triste.

– ¿Sí?

– Me gustaría hablar con Mike Franklin. Soy Kelly Reynolds.

– Mike ya no está aquí-dijo la mujer.

– ¿Sabe cuándo volverá?

– Ya no está aquí-repitió la mujer.

– Estoy trabajando en un artículo sobre ovnis para una revista importante -explicó Kelly, acostumbrada a que de vez en cuando le dieran la espalda-. Me gustaría hablar con…

– Le he dicho que ya no está aquí -la interrumpió bruscamente la mujer. Y, acto seguido, empezó a sollozar-. Mike ha muerto. Murió en un accidente la noche pasada.

La mano de Kelly se asió con fuerza al auricular.

– ¿Dónde ocurrió el accidente?

– En la carretera 375, a unos veinticuatro kilómetros de la ciudad.

– ¿Iba solo?

– ¿Cómo dice?

– ¿Iba solo en el coche?

– Sí. La policía dice que posiblemente se salió de la calzada, tal vez intentando esquivar un ciervo. Se comportaron como si hubiera bebido. Pero Mike nunca bebía tanto. No le gustaba. Alguien estuvo hojeando sus papeles aquí, en casa. Lo noté en cuanto entré esta mañana, y eso que habían intentado dejarlo todo en su sitio. Tengo miedo de que ellos vuelvan otra vez.

– ¿Quiénes son ellos? -preguntó Kelly.

La mujer soltó una risa aguda.

– Ellos. Ya sabe.

– No. No lo sé -dijo Kelly-. ¿A quién se refiere?

– Olvídelo -replicó la mujer-. Mike no debería haber hecho lo que hacía. Se lo advertí.

– ¿Cómo se llama usted?

– No quiero hablar con nadie. Voy a marcharme de aquí. No sé qué estaba haciendo Mike y tampoco quiero saberlo.

El teléfono enmudeció y Kelly bajó lentamente el auricular.

– Johnny, Johnny -dijo dulcemente-. Diste de lleno en el clavo y éste era más duro de lo que creías.

Kelly se levantó y miró la pizarra blanca donde anotaba sus citas y encargos para las semanas siguientes. Con unas cuantas llamadas, no había nada que no pudiera posponerse por un tiempo.

Tras hacerlas marcó el teléfono de una agencia de viajes y reservó un vuelo, que salía al mediodía, para Nashville, en Las Vegas. Luego llamó al servicio de información telefónica y le dieron el teléfono de Steve Jarvis en Las Vegas. Le respondió una voz masculina.

– ¿Diga?

– ¿Es usted Steve Jarvis?

– ¿Quién llama?

– Soy Kelly Reynolds. Soy una periodista independiente que escribe un artículo sobre…

– Mi tarifa por una entrevista es de quinientos dólares -la interrumpió Jarvis-. Eso le da derecho a una hora.

– Señor Jarvis, sólo pretendo encontrar…

– Quinientos dólares la hora -repitió-. En efectivo o por giro postal. No acepto cheques. No hay preguntas gratis.

Kelly calló para intentar contener sus emociones.

– ¿Podría verlo hoy?

– En el bar Elefante de Zanzíbar. Esté allí a las siete en punto.

– ¿Cómo lo reconoceré?

– Yo la reconoceré a usted – repuso Jarvis -. Lleve algo rojo. Algo sexy. Pida un trago al camarero.

Kelly apretó los dientes.

– Oiga. Soy una profesional y voy a Las Vegas para hacer un trabajo serio. No necesito…

– Evidentemente -la interrumpió de nuevo Jarvis-, no necesita entrevistarme. Ha sido un placer hablar con usted, señora Reynolds.

Kelly aguardó. Él no colgaba, y ella, tampoco. Habían llegado a un punto muerto.