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»Contraalmirante Coakley, vicedirector, inteligencia naval. La Marina se encarga del contraespionaje. Doctor Von Seeckt, director del consejo científico, Majic12. El doctor Von Seeckt es la única persona de esta sala que ha estado en el proyecto desde el principio -explicó-. Doctora Duncan, nuestro último miembro, asesora presidencial en Majic12 en ciencia y tecnología.

»Señor Davis, coordinador de proyectos especiales, Organización de Reconocimiento Nacional. La ORN es la agencia a través de la cual se dirigen nuestros fondos. Doctor Ferrell, profesor de física, Instituto de Tecnología de Nueva York. Nuestro jefe del consejo científico responsable de las tareas de ingeniería invertida. Doctor Slayden, psicólogo del proyecto, Majic12 -siguió presentando Gullick-. Doctor Underhill, de aeronáutica, laboratorio de propulsión. Nuestro experto en vuelos. Doctor Cruise, médico. -Gullick dio por terminadas las presentaciones.

»Me complace dar la bienvenida a nuestro grupo a la doctora Duncan. -La miró-. Sé que ya le han entregado la documentación confidencial informativa sobre la historia del proyecto Majic12, así que no voy a aburrirla con esa información; de todos modos, me gustaría repasar algunos puntos clave de nuestra operación tal como se encuentran en la actualidad.

»En primer lugar, todo detalle relacionado con el proyecto es estrictamente confidencial, con acreditación Q y de nivel 5. Es el nivel máximo posible de clasificación. Majic12, que es el nombre oficial con que se designa el grupo de personas que se encuentran en esta mesa, existe desde hace cincuenta años. Durante estos años jamás hemos sufrido un incidente de seguridad.

«Nuestra misión principal es doble: primero aprender a volar con los agitadores y rediseñar a la inversa su sistema de propulsión. -Pulsó una tecla y apareció la fotografía de nueve discos plateados, alineados en un hangar inmenso. Aunque era difícil distinguirlo claramente en la fotografía, parecía que cinco discos fueran idénticos entre sí, mientras que los otros cuatro eran algo distintos-. Llevamos treinta y tres años volando con los agitadores y su tripulación la integran dos pilotos, que son los que conocen su funcionamiento. Sin embargo, no hemos logrado conocer su sistema de propulsión. -Echó un vistazo a los asistentes y arqueó una ceja.

– Estoy al corriente de esta investigación -intervino Duncan. Gullick asintió.

– Seguimos volando con los agitadores para mantener en forma las tripulaciones de vuelo y también para proseguir con las pruebas del sistema de propulsión y sus características de vuelo. Tenemos varios prototipos del motor del agitador, pero todavía no hemos podido crear uno que funcione correctamente -dijo, sin mencionar los grandes problemas con que habían topado durante los años y aliviado por poder pasar precipitadamente los errores del pasado y encararse al futuro-. Nuestro segundo objetivo, la nave nodriza, es una historia totalmente distinta.

En la pantalla apareció un objeto con una forma semejante a la de un gran puro negro alargado, colocado también en un hangar de paredes de piedra. Aunque era imposible determinar la escala de la nave, incluso en esa proyección de dos dimensiones daba la impresión de ser inmensa.

– Durante todos estos años la nave nodriza ha desafiado a nuestros mejores científicos, pero por fin creemos disponer de suficiente conocimiento del sistema de control para activar el sistema de propulsión. En la actualidad ésta es nuestra prioridad número uno del proyecto. Será…

– Será un desastre poner en marcha la nave nodriza -interrumpió Von Seeckt mirando a la doctora Duncan-. No tenemos la menor idea de cómo funciona. Sí, claro, estos locos le dirán que entendemos el sistema de control, pero eso no tiene nada que ver con la mecánica y la física del motor en sí. Es como invitar a una persona a ver la cabina de un bombardero nuclear y creer que podrá manejarlo pues, al fin y al cabo, sabe conducir un coche y los controles del bombardero y los del coche son muy parecidos. Es de locos.

El párpado izquierdo de Gullick se agitó nervioso pero el tono de voz era tranquilo.

– Gracias, Von Seeckt, pero ya lo hemos discutido. Nunca entenderemos la nave nodriza si no intentamos examinarla. Este es el sistema que empleamos con los agitadores y…

– ¡Y todavía no comprendemos su sistema de propulsión! -agregó Von Seeckt.

– Sin embargo, podemos volar con ellos y los estamos utilizando -apuntó el doctor Ferrell, el físico-. Y cada día estamos más cerca de entenderlos.

– ¡Pero es peligroso jugar con juguetes que no entendemos! -exclamó Von Seeckt.

– ¿Esta prueba es peligrosa? -preguntó la doctora Duncan muy tranquila en comparación con la voz exaltada de Von Seeckt.

Gullick la miró. Antes de la reunión había estudiado el archivo confidencial que Kennedy le había dado sobre ella. Posiblemente, él sabía sobre ella más de que lo que ella misma recordara. Treinta y siete años, dos veces divorciada, un hijo en una universidad privada en Washington, un doctorado en biología médica en Stanford, una carrera de éxitos en el mundo de los negocios y ahora, gracias a su amistad con la Primera Dama, un cargo político, tal vez el más delicado de la administración. Por supuesto, Gullick sabía que el Presidente no alcanzaba a entender la importancia de Majic12. Y eso revelaba el callejón sin salida al que conducía el secretismo que rodeaba el proyecto. Como realmente no podían decir a nadie lo que estaba ocurriendo, a menudo eran apartados del sistema. Pero existían modos de evitar aquello y los miembros de Majic12 llevaban mucho tiempo perfeccionándolos.

– Señora -dijo Gullick, adaptando la fórmula militar para dirigirse a una mujer-todo es peligroso, pero las pruebas de vuelo posiblemente son las tareas más peligrosas del mundo. A lo largo de mi carrera he volado aviones experimentales. En el transcurso de un año, en la base aérea de Edwards, ocho de los doce hombres de mi escuadrón murieron asesinados al quitar micrófonos ocultos de un nuevo fuselaje de avión. En este caso nos enfrentamos a tecnología alienígena. No diseñamos esta nave, pero tenemos una cosa a nuestro favor -añadió-: empleamos una tecnología que funciona. El mayor peligro que debía superar como piloto de pruebas era hacer que el equipo fuera a una velocidad que le permitiera funcionar. En este caso sabemos que esta nave vuela. La cuestión es saber cómo lo hace. -Gullick giró levemente su butaca y apuntó a la nave nodriza, que reposaba en una plataforma hecha con vigas de acero-. Ahora nos encontramos a unas ciento treinta horas para la primera prueba de vuelo. Sin embargo, antes de intentarlo simplemente hemos de ponerla en marcha y ver qué pasa.

»Éste es el motivo por el que esta reunión se celebra hoy: podrá ver por sí misma que no hay peligro. Utilizando la analogía del doctor Von Seeckt, pero en sentido propio, simplemente colocaremos a nuestro hombre en el asiento del piloto y haremos que ponga en marcha los motores y luego los desconecte. La nave no irá a ningún sitio. Nuestro hombre no es un niño. Hemos reunido a los mejores cerebros del país para trabajar en este proyecto.

Von Seeckt profirió un bufido de enojo.

– Teníamos las mejores mentes del país en el ochenta y nueve, entonces…

– Ya basta, doctor -interrumpió bruscamente Gullick-. La decisión ya está tomada. Ésta es una reunión informativa, no de toma de decisión. A las trece horas, hora local de hoy, los motores de la nave nodriza se pondrán en marcha y luego se desconectarán inmediatamente. La decisión ya se ha tomado -repitió-. Bueno, ¿proseguimos con el orden del día?

La pregunta no admitía más respuesta que el asentimiento.

Durante los treinta minutos siguientes, la reunión se desarrolló como estaba programada, sin interrupciones. Gullick la dio formalmente por concluida.

– Doctora Duncan, si lo desea, puede dar una vuelta por el hangar y por las demás instalaciones y estar presente en el momento en que llevemos a cabo la prueba en la nave nodriza.