«Saque sus propias conclusiones de lo que escuche en la cinta.
»Si desea hablar conmigo, venga a Las Vegas. Vaya al "Buzón". Si no sabe lo que es, pregunte y lo sabrá. Yo vendré a usted.
»EÍ Capitán.»
Kelly pasó la página. Sonrió al leer.
«Escucha la cinta.»
Con el mando a distancia puso en marcha el radiocasete. Las voces se oían sorprendentemente bien, lo cual hizo que Kelly se preguntara por el equipo que se había empleado para grabar aquella cinta. No podía haber sido alguien con una grabadora delante de un altavoz de radio. Se oía con toda claridad el chasquido del ruido parásito al final de cada transmisión y, como indicaba la carta, se distinguían tres voces distintas.
«-Víctor Dos Tres, aquí control Dreamland. Está violando espacio aéreo de acceso restringido. Corrija inmediatamente la dirección a uno ocho cero.
»-Víctor Dos Tres, aquí control Dreamland. Repetimos, está violando espacio aéreo de acceso restringido. Corrija inmediatamente la dirección a uno ocho cero. Cambio.»
Intervino entonces una nueva voz que tenía al fondo el estruendo apagado de un reactor.
«-Víctor Dos Tres, aquí Víctor Seis. Obedezca inmediatamente a control Dreamland. Cambio.
»-Seis, aquí Dos Tres. Me iré de aquí en un instante. Cambio.
»-Negativo, Dos Tres. Aquí, control Dreamland. Obedezca nuestras órdenes de inmediato. Cambio.»
El comandante volvió a intervenir.
«-Slick, lo han pillado. Obedezca. Sabe que no podemos inmiscuirnos en espacios restringidos. Cambio.
»-Aquí Dos Tres, voy a… ¡Mierda! Tengo que… ¡Dios mío! ¿Qué es eso? Un duende a las tres y subiendo. Nunca he…»
La voz calmada e implacable del control Dreamland intervino.
«-Dos Tres, corte inmediatamente la transmisión, corrija la dirección a uno ocho cero y descienda para aterrizar en Groom Lake. Es una orden. Cambio.»
El piloto del F15 estaba cada vez más nervioso.
«-¡Esta cosa no tiene alas! ¡Se está moviendo! ¡Viene hacia aquí! Sólo se vive una vez. Estoy…»
Se oyó ruido parásito.
«-¡Estaba cerca! [ruido parásito]. Encima de… [ruido parásito]. ¡Dios mío!… Está girando… [de nuevo, chasquidos]. ¡Oh! Es…»
La voz se interrumpió de pronto.
– Dos Tres. Aquí seis. ¿Cuál es su estado, Slick? Cambio.»
Silencio.
«-Cambio. Control Dreamland. Aquí, Víctor Seis. ¿Tiene a Dos Tres en su campo? Cambio.
»-Víctor Seis, aquí control Dreamland. Regrese inmediatamente al campo de aviación de Nellis. Las maniobras quedan canceladas. Se ordena a todos los aviones aterrizar inmediatamente. Quédense en el aparato hasta ser desalojados por el personal de seguridad. Cambio.
»-Quiero saber la posición de Dos Tres. Cambio.
»-Hemos perdido a Dos Tres de nuestro campo. Iniciamos operación de búsqueda y rescate. Cumpla las órdenes. Fin de las transmisiones. Corto.»
La cinta terminó. Kelly se quedó inmóvil en su asiento durante unos segundos, pensando en lo que acababa de escuchar. Conocía muy bien el nombre de Dreamland. Retomó la carta de Simmons.
«Sí, sé exactamente lo que estás pensando, Kelly. Podría tratarse de un engaño o una trampa como la que te tendieron a ti. Pero he hablado de ello con un amigo mío de las Fuerzas Aéreas. Me dijo que la mayor parte del cielo cercano a Nellis es uno de los espacios aéreos más restringidos del país, más incluso que el de la Casa Blanca. Me comentó también que durante las prácticas de Bandera Roja los pilotos intentan ampliar los límites de su zona de entrenamiento aéreo de la cordillera de Nellis atravesando la zona restringida para así obtener una ventaja táctica. Si ese piloto se atrevió a cruzar por el complejo de Groom Lake/Área 51 e intentó tomar un atajo, seguramente vio algo que no debería haber visto. Está claro que tropezó con algo.
»Ya me conoces. Voy a ir allí para echar un vistazo. Resulta tan interesante que incluso si no consigo saber nada del piloto, por lo menos podré escribir un par de artículos sobre el complejo Groom Lake. Es posible que Technical u otras revistas científicas de este tipo quieran comprármelos.
»Estaré allí la noche del día nueve. Mi plan es regresar a casa el día diez. No quiero estar más tiempo que el necesario. Pase lo que pase te llamaré el día diez a las nueve de la mañana. En caso de que no pueda llegar a casa a esa hora, cambiaré el mensaje de mi contestador a distancia antes de las nueve de la mañana del día diez.
»Sé que todo esto parece muy melodramático, pero cuando estuve en El Salvador, un lugar del que ya nadie se acuerda, me resultó útil tener a alguien esperando una llamada. Eso impidió que aquellos cabrones me golpeasen demasiado y que me retuvieran para siempre si me pillaban en lugares en los que no debía estar. Así que, si no recibes noticias mías a las nueve de la mañana del día diez, significará que me han cogido. En ese caso confío en ti para que hagas lo que creas necesario. ¡Me lo debes, compañera!
»Deséame suerte. Por cierto, si por casualidad ¡cha chááán! las autoridades me hacen desaparecer, te envío una copia de la cinta y de la carta; también he adjuntado una llave de mi apartamento.
»Gracias.
»Besos.
Johnny.»
Kelly no necesitó mirar el calendario. Era la tarde del día nueve. Sacó la cinta del aparato y la llevó, junto con las cartas, a su escritorio. Tomó la llave que llevaba prendida en el cuello y abrió el cajón del archivo. Sacó una carpeta titulada «Nellis» y la dejó sobre el escritorio.
La abrió de golpe. El primer documento que vio fue una carta escrita a máquina en el papel oficial de las Fuerzas Aéreas. La firma de la parte inferior mostraba que procedía del oficial encargado de las relaciones públicas de la base, el mayor Prague.
– Cabrón, -dijo Kelly en voz baja al recordar aquel hombre.
Colocó la carta de Johnny Simmons y la cinta en el interior de la carpeta, volvió a colocarla en el archivo y lo cerró. Sobre la mesa sólo había un marco de plata con una fotografía en blanco y negro de un hombre joven vestido de militar. Llevaba una boina de color negro y una pistola ametralladora Sten colgada al hombro.
Se reclinó en el asiento y se quedó pensando mientras miraba la fotografía. «Parece que Johnny ha picado el anzuelo, papá. -Golpeó suavemente sus labios con un lápiz y suspiró-. Maldita sea, Johnny. Siempre estás causando problemas, pero esta vez creo que te has pasado.»
CORDILLERA DE LA BASE AÉREA DE NELLIS CERCANÍAS DE GROOM LAKE 244 horas
– Espere aquí, -ordenó Franklin mientras frenaba el magullado Bronco II.
Las luces de freno no se encendieron. Antes de tomar aquel camino de tierra había quitado los fusibles. Johnny Simmons, sentado en el asiento del copiloto, se inclinó hacia adelante y escrutó la oscuridad. Era de suponer que Franklin conocía tan bien el trayecto que podía conducir por él sin faros. A pesar de que el camino se destacaba como una línea recta más iluminada en un terreno por lo demás oscuro, conducir en la oscuridad resultaba inquietante.
Simmons se frotó la frente. Llevaban ya varios metros de ascensión y sentía un ligero dolor de cabeza debido a la menor densidad del aire. Era un hombre alto y delgado, de piel pálida cubierta de pecas. Simmons no aparentaba para nada sus treinta y ocho años, y su mata de pelo pelirrojo despeinado le daba un aire todavía más juvenil.
Franklin fue a un lado de la carretera y desapareció en la oscuridad de la maleza durante unos minutos, luego su sombra cruzó la carretera y volvió a desaparecer unos minutos más. Al regresar sostenía cuatro varillas cortas de plástico verde.