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– ¿A quién le ha llevado un buen tiempo? -preguntó Kelly.

– Al gobierno. -Jarvis se recostó-. Por lo que sé, Franklin era un fisgón. Llevaba gente arriba, en la White Sides Mountain, para que vieran el complejo de Groom Lake. Lo pillaron una vez y le dijeron que no volviera pero él insistió. ¿Qué se pensaba?

– No parece que te interese mucho cómo murió -replicó Kelly-. Parece que das por sentado que fue el gobierno quien le mató.

– A lo mejor tuvo un infarto -Jarvis se encogió de hombros-. Me importa una mierda.

– ¿Y no te preocupa que el gobierno vaya por ti? Parece que tú eres un peligro mayor que Franklin.

– Por eso estoy hablando contigo -respondió Jarvis-. Por eso asistí a aquel programa de entrevistas el año pasado. Por eso estoy siempre en el punto de mira del público.

– Pensé que era por los quinientos dólares -respondió Kelly con sequedad.

– Sí, el dinero ayuda. Pero realmente lo hago para mantener alejados de mi culo a los agentes secretos. El gobierno no me matará porque ello levantaría muchas preguntas y, de hecho, daría verosimilitud a mi historia. Pero han conseguido joderme bien jodido. No consigo ningún puesto de investigación en ningún lugar, así que tengo que ganarme la vida del mejor modo posible.

– Pensaba que tal vez lo hacías porque nunca lograste graduarte en el Instituto de Tecnología de Massachussets -dijo Kelly.

– Ya casi ha terminado nuestra hora -anunció Jarvis, colocando cuidadosamente su bebida en la mesa.

– Todavía no -repuso Kelly tras mirar su reloj-. Efectivamente, tú trabajaste en White Sands, pero los registros dicen que se trataba de la construcción de una instalación de investigación, no en la misma instalación. De hecho, no hay constancia de que hayas recibido ningún tipo de título superior al de diplomado en ciencias por la Universidad estatal de Nueva York de Albany en 1978.

– Si tienes más preguntas, mejor hazlas antes de que termine tu tiempo.

– ¿Has hablado con un hombre llamado Johnny Simmons?

– Este nombre no me suena.

Kelly le describió a Johnny, pero Jarvis sostuvo su desconocimiento. Decidió continuar con el ataque.

– Lo comprobé con Lori Turner, que te entrevistó el año pasado para la televisión por cable. Dice que la mayor parte de tu pasado no puede comprobarse. Eso me hace dudar de tu historia. Esto significa que o bien eres un mentiroso, o bien eres un cebo para dar información falsa. En cualquier caso, esto me dice que tu historia sobre el Área 51 es una pura mierda.

Jarvis se puso en pie.

– Ya es la hora. Encantado. -Se dio la vuelta y fue hacia la barra.

– Fantástico -se dijo Kelly para sí misma. Necesitaba un modo de entrar en el Área 51 y ciertamente Jarvis no lo era. Acababa de gastarse quinientos dólares y no había llegado a ningún sitio. Su esperanza era que Johnny hubiera contactado con Jarvis.

Miró las notas que había tomado durante la entrevista. ¿Qué habría hecho su padre en esa situación? El siempre decía que el mejor modo de superar un obstáculo era acercarse a él del modo menos esperado. También decía que si uno se encontraba en un lugar protegido, no había que acercarse a él por el lugar más débil, sino por el más fuerte, porque era el modo menos esperado.

¿Qué era lo más destacable del Área 51 de lo que Jarvis y la investigación decían? «La seguridad», se dijo contemplando todavía las notas. Tenía que haber personas empleadas en seguridad. Sise fuera con el coche a Groom Lake contactaría sin duda con el personal de seguridad, pero eso era lo que había hecho Johnny y ahora había desaparecido.

Hizo un círculo alrededor del 737 que había anotado en su libreta. Eso era. Por la mañana iría al aeropuerto para ver si alguien descendía del avión. Si así era, lo seguiría y entonces decidiría qué hacer. Y si eso no funcionaba por la mañana, entonces, siempre quedaba la noche.

Capítulo 8

EL NIDO DEL DIABLO, NEBRASKA. 229 horas.

– Luz verde -anunció Prague a los hombres que lo rodeaban en la oscuridad-. Nos comunican que el objetivo está despejado. Quiero los tres pájaros en el aire en dos minutos. En marcha. -Prague se encaminó hacia uno de los pequeños helicópteros AH6 e hizo un gesto hacia Turcotte-. Tú, conmigo, carnaza. En el asiento de atrás.

Turcotte hizo una mueca de disgusto. La expresión carnaza le estaba hartando, pero aquél no era el momento de intimidar con la mirada. Siguió a Prague y se reunió con él en el helicóptero. Prague ocupó el asiento delantero, junto al piloto, mientras Turcotte disponía para sí de todo el asiento trasero. Las puertas estaban abiertas y el aire frío de la noche se colaba en el interior. Turcotte se arrepintió de no haberse puesto ropa interior larga. Deberían haberle informado mejor de lo que iba a pasar. Se subió la cremallera de su chaqueta negra de GoreTex por encima del mono, tomó los auriculares que estaban colgados del techo y se los colocó encima del pequeño audífono, que ya tenía en un oído para captar la frecuencia FM del equipo.

Como iba en el mismo pájaro que Prague, el jefe de la misión, en cuanto se elevaron en su ruta hacia el suroeste, por encima de los campos de Nebraska, Turcotte recibió conexión inmediata con la línea segura de comunicaciones por vía satélite de la misión.

– Nightscape Seis, aquí Cubo Seis. Situación. Cambio. -La voz al otro extremo le sonó familiar a Turcotte, pero no acertaba a reconocer con exactitud quién era Cubo Seis.

– Aquí Nightscape Seis -respondió Prague desde el asiento delantero-. En ruta hacia Papa Romeo Osear. Nos detendremos allí. Cambio.

Turcotte entendía la terminología militar. PRO significaba punto de reunión para el objetivo, el último lugar en que las fuerzas amigas se detienen antes de atacar un objetivo. Lo extraño en aquel caso era que Turcotte todavía no tenía ni idea de cuál era el objetivo, ni estaba impresionado por la amistosidad de las fuerzas que lo rodeaban, si es que Prague podía considerarse un ejemplo de ellas.

La otra voz, muy grave, continuó.

– Roger, aquí Cubo Seis. Corto. Agitador número tres. ¿Situación? Cambio.

Una nueva voz salió al aire.

– Aquí, Agitador número tres. En el aire y en ruta. Cambio.

– Roger. Aguarden mis órdenes. Cubo Seis, corto.

El piloto del AH6 examinaba los campos de maíz mientras el Blackhawk UH60 lo seguía a mayor altura. El otro AH6 volaba en la cola. Los maizales se convertían enseguida en pastos, sobre los que se desperdigaba el ganado en todas las direcciones, mientras los helicópteros lo sobrevolaban; luego, el terreno volvió a cubrirse con maizales. Turcotte nunca había visto tantos campos, ni siquiera en Alemania. Parecía como si todo Nebraska se hubiera convertido en un gran tablero de damas hecho de cultivos y haciendas. Con los prismáticos de visión nocturna distinguía de vez en cuando grupos de árboles alejados; a veces se colaba una luz entre ellos, eso indicaba que allí vivían agricultores y ganaderos. Turcotte se preguntaba qué estarían buscando por ahí.

El piloto tiró hacia atrás el mando y redujo la velocidad. Turcotte vio que Prague comprobaba su situación con un GPR, un aparato que servía para la localización en tierra. Prague hizo una señal al piloto.

– Cubo Seis. Aquí Nightscape Seis. En Papa Romeo Osear. Solicito autorización final. Cambio.

– Aquí Cubo Seis. Zona despejada en un radio de doce kilómetros. Se cierra la comunicación. Proceda. Repito. Proceda. Corto.

– Roger. Corto. -Prague señaló hacia adelante y de nuevo se desplazaron por el oscuro cielo-. Fase uno iniciada. Inicie la guardia.

EL CUBO, ÁREA 51. 118 horas, 30 minutos

– Señor, tenemos una sombra sobre el agitador número tres.

– Una ¿qué? -Gullick se giró sobre su butaca de control-. ¿Qué quiere decir con una sombra?