– Porque se les ha ido de las manos -explicó Von Seeckt-. Se les está yendo de las manos. -Se corrigió-. En cuatro días habrán traspasado la línea.
– ¿Qué línea? -preguntó Kelly.
– Bienvenido, joven amigo -saludó Von Seeckt-. ¿Has decidido quedarte con nosotros?
– No he decidido nada -musitó Turcotte. Se dejó caer en una de las sillas que había junto a la ventana.
– Ésta es la historia más fascinante que ha habido en años -admitió Kelly.
– Y si la proclamas, tu amigo morirá. -Turcotte no pudo evitar decirlo.
– Esa llamada de teléfono no parece que te haya animado -dijo Kelly.
Turcotte no dijo nada.
– Tenemos que hacerlo por nuestra cuenta -dijo Von Seeckt.
– ¿Hacer qué? -preguntó bruscamente Turcotte.
Von Seeckt miró el papel que tenía en la mano y leyó:
– Poder sol; prohibido; lugar origen, nave, nunca más; muerte a todos los seres vivientes.
– ¿Qué? -Turcotte estaba totalmente confundido.
– ¿Me permite utilizar el teléfono, por favor? -preguntó Von Seeckt a Kelly.
– Por supuesto.
– ¿Cómo le permites hacer una llamada? -preguntó Turcotte.
– Ha dicho por favor -respondió Kelly.
– Espere un momento -dijo Turcotte a Von Seeckt reteniéndolo con una mano-. Al igual que ella, estoy bastante perdido en este asunto. Pero todos estamos metidos en la misma mierda. Sé lo que pasó en Nebraska. Y vi lo que intentaron hacerle a usted en el edificio adjunto al hospital. Y he visto lo que tienen en esos hangares en el Área 51, pero no sé qué cono está pasando. Antes de hacer ninguna llamada de teléfono, díganos lo que está pasando.
– El día quince de este mes van a intentar activar la unidad de propulsión de la nave nodriza. Temo que cuando el motor se ponga en marcha se producirá una catástrofe.
– Ya sé que… -Turcotte empezó a decir.
– ¿La nave nodriza? -interrumpió Kelly.
Eso requirió una breve descripción por parte del profesor Von Seeckt.
– ¿Por qué poner en marcha el motor puede ser catastrófico? -preguntó Kelly.
– No lo sé exactamente -admitió Von Seeckt-, pero hay una persona que tal vez lo sepa. Por eso necesito utilizar el teléfono. -Miró a Kelly-. Dígame la dirección donde estaremos en Phoenix. -Kelly se la dio y Von Seeckt llevó el teléfono a la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Turcotte frunció el entrecejo pero tuvo que ceder ante la situación.
– Gracias por recogernos con el coche.
– Más vale tarde que nunca -dijo ella.
– ¿Qué?
– Olvídalo -señaló hacia el dormitorio-. ¿Está en sus cabales?
– Tanto como yo -respondió Turcotte.
– Fantástico.
EL CUBO, ÁREA 51.
El general Gullick hizo crujir los dedos y miró a los asistentes sentados alrededor de la mesa de reuniones. El doctor Cruise sostenía una bolsa de cubitos contra la sien. Los demás miembros del círculo también estaban ahí. Naturalmente, la doctora Duncan no había sido informada de la reunión.
– Prioridades -dijo Gullick-. Uno. La puesta en marcha de la nave nodriza y del sistema de propulsión. ¿Ferrell?
– Según el programa -dijo el doctor Ferrell-. Estamos analizando los datos derivados de la puesta en marcha.
– ¿Qué hay del efecto físico que indicó la doctora Duncan?
– No lo sé -Ferrell negó con la cabeza-. Fue la única que resultó afectada. El único cambio de las variables es que ella es mujer.
– ¿Y qué? -dijo Gullick.
– Tal vez el efecto de las ondas del motor afecte a las mujeres de forma distinta.
– ¿Es algo significativo? -preguntó Gullick.
– No, señor.
– ¿Algún problema previsible?
– No, señor.
– Dos -continuó Gullick-. El caza Fu. ¿Almirante Coakley?
– Tengo tres barcos en ruta hacia el punto donde se sumergió. Uno es el USS Pigeon, un barco de rescate de submarinos. Está preparado para enviar un mini submarino al fondo de esa zona.
– ¿Tiempo previsto de llegada y hora de rescate? -quiso saber Gullick.
– La llegada está prevista para dentro de unas seis horas. El rescate, si lo encuentran y está intacto, en el plazo de veinticuatro horas -respondió Coakley.
– ¿Qué significa «si lo encuentran»?
– Es un objeto pequeño, general -explicó Coakley-. Ha desaparecido en aguas profundas y no estamos seguros de que continúe estando allí.
– Lo encontrarán -afirmó Gullick.
– Sí, señor.
– Señor… – Quinn calló.
– ¿Qué? -dijo Gullick bruscamente.
– ¿Y si aquel caza Fu no fuera el único? Los informes que tenemos de la Segunda Guerra mundial señalan avistamientos múltiples. Hubo tres que volaron con el Enola Gay.
– ¿Y qué ocurriría si no fuera el único? – repitió Gullick.
– El patrón que hemos observado con este que se hundió en el océano Pacífico indica que estaba esperando en algún punto de las cercanías y que interceptó al agitador número tres al salir del área.
– ¿Y? -dijo Gullick.
– Bueno, señor, podría ser que hubiera otro de estos cazas Fu por las cercanías e interceptara la prueba de vuelo de la nave nodriza. Obviamente, de algún modo los cazas Fu están informados de nuestras operaciones.
El general Gullick consideró esa posibilidad. Había dedicado mucho tiempo a la prueba de vuelo de la nave nodriza. Aquélla era una situación nueva; había que buscar un modo de hacerle frente.
– ¿Tiene alguna sugerencia, mayor?
– Creo que deberíamos inspeccionar y comprobar si hay algún otro en las cercanías. El último reaccionó con un vuelo del agitador. Si hubiera algún otro por aquí, es posible que reaccionara ante otro vuelo del agitador, con la diferencia de que esta vez estaríamos más preparados.
– Bien -asintió Gullick-. No podemos permitirnos que el día quince algo vaya mal. Prepararemos una misión para esta noche. La diferencia es que esta vez tendremos dispuestos dos agitadores. Uno como cebo, el otro para seguirlo e interceptar. También prepararemos zonas de peligro por si aparece una de esas cosas y pica el anzuelo.
– Sí, señor.
– Tres -prosiguió Gullick. Miró al doctor Cruise y luego al general Brown, el responsable de la seguridad. El lado derecho del rostro de Gullick se crispó-. La movida de esta mañana.
– Von Seeckt ha huido -dijo Brown-. Hemos puesto vigilancia en su apartamento de Las Vegas por si aparece por ahí. Hemos…
– Von Seeckt es un viejo y es una verdadera molestia, pero no es precisamente un estúpido -dijo Gullick-. Si yo hubiera sabido que ustedes iban a joder una simple ejecución, habría permitido que la naturaleza siguiera su curso. Habría escuchado toda esa mierda que dice durante cinco meses más y luego lo habría dejado morir. Ahora tenemos a ese bocazas libre con todo lo que sabe.
– No puede haberse ido muy lejos -afirmó el general Brown.
– La palabra que me viene a la mente -dijo Gullick mirando al doctor Cruise- es diarrea mental. ¿Cómo se le ocurrió teclear el certificado de muerte antes de matarlo?
– Señor, yo…
Gullick acalló al doctor con un gesto con la mano y continuó hablando:
– ¿Qué hay de ese… -bajó la vista a su pantalla de ordenador- capitán Turcotte?
– Era nuevo, señor. -Brown tenía su carpeta abierta-. Llegó a tiempo para la misión Nightscape de la noche pasada. -Hizo una pausa-. Después del suceso de esta mañana he pedido informes a los demás miembros supervivientes de la misión Nightscape del PAM a través de SATCOM. Parece que se produjo un contacto con civiles justo cuando el agitador número tres apareció en el objetivo de Nebraska y fue interceptado por el caza Fu. El capitán Turcotte iba a bordo del helicóptero del mayor Prague. El helicóptero de Prague se quedó para encargarse de los civiles.