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Nabinger conocía ese hallazgo, pero no quería ofender a Slater. Al fin y al cabo, él había acudido a ella.

– ¿Cómo cree Jorgenson que se originó la civilización?

– Cree que hubo una cultura original de individuos de piel blanca y orejas grandes, capaces de construir pirámides y que escribían en runa. Vivieron y se desarrollaron en lo que él denomina «punto cero» -contestó Slater-, y que la civilización se dispersó a partir de ese punto cero en la que él llama «hora cero», es decir, el momento en que la civilización comenzó a desarrollarse de forma simultánea en todos esos lugares que ahora estamos estudiando. La civilización procede del punto cero.

– ¿Y dónde está el punto cero? -preguntó Nabinger conociendo la respuesta.

– Es el lugar que muchas leyendas llaman la Atlántida.

– ¿Por eso usted conoce tan bien sus teorías? -preguntó Nabinger.

– Sí. Y es que efectivamente hay conexiones que no han podido aclararse de forma adecuada. -Slater hizo una pausa-. Permítame que se lo explique. Hay mucha gente que no cree en la teoría del punto cero de Jorgenson debido a la imposibilidad física. Dicen que no es posible que los hombres de aquel tiempo, aproximadamente cuatro mil años antes de Cristo, pudieran partir del punto cero a otros lugares del globo, independientemente de dónde se hallase ese punto cero. Tendrían que haber cruzado los océanos.

»La respuesta de Jorgenson es que si bien no hay una prueba científica que apoye de forma convincente su teoría, tampoco la hay para refutarla. Si admitimos un modo en que el hombre antiguo pudiera atravesar océanos y haberse dispersado, entonces la prueba es concluyente. Por eso Jorgenson ha realizado todos los trayectos marinos en réplicas de antiguos barcos a vela. Slater dio un golpecito sobre la hoja que contenía la traducción que Nabinger le había dado-. Tengo que felicitarlo, joven, por perseverar en el estudio de puntos en común entre las runas superiores a pesar de las teorías habituales. Obviamente, esto le ha dado un fruto que otros científicos e investigadores no han podido conseguir porque han aceptado las teorías habituales y no han sabido ver las grandes posibilidades que da pensar de forma distinta. Yo intenté traducir las runas superiores, pero ésa no es mi especialidad.

– Volvamos a la idea de la Atlántida -dijo Nabinger mirando de nuevo el reloj.

– Jorgenson cree, y como usted sabrá hay suficientes datos científicos que así lo avalan, que a mediados del año tres mil cuatrocientos antes de Cristo se produjo un gran movimiento geológico en el océano Atlántico. Se podría decir que todas las culturas del mundo relatan una gran inundación ocurrida en aquel tiempo. Incluso el Libro de la muerte tibetano habla de una gran masa de tierra hundiéndose en el mar en aquella época, y quienes lo escribieron se encontraban en el otro lado del Atlántico. Muchas leyendas que remiten a lo mismo: una gran civilización en el medio del océano, destruida por el fuego o el agua. Los mayas la llamaron Atlantis Mu, los noreuropeos, Thule. También existió el país de Lemuria, que una tal madame Blavatsky rescató para crear su propio culto de Thule, que es la pregunta que usted me formuló al iniciar esta conversación.

«Lemuria fue un país que los científicos del siglo diecinueve creyeron que había existido por la presencia en Madagascar de cierto tipo de mono, el lémur, que también se encontraba en la India. Creían que Lemuria se hallaba en el océano índico. Con la punta de sus bolígrafos, los seguidores de Blavatsky desplazaron Lemuria al Pacífico de forma que vincularon la leyenda a las estatuas de la isla de Pascua, con lo que volvemos a la raza de hombres de orejas largas postulada por Jorgenson. Las estatuas de la isla de Pascua representan, como ya sabrá, personas de grandes orejas. -Slater se rió-. Conozco otros mitos e historias mejores. En mil novecientos veintidós otro alemán publicó un libro sobre la Atlántida. Decía que en sus orígenes había estado ocupada por un pueblo genéticamente perfecto. Pero la perfección se vino abajo cuando llegó una mujer del exterior y les enseñó a fermentar alcohol. Adiós a la sociedad perfecta. Y a causa de esta imperfección, la Atlántida fue destruida por la cola de un cometa. El continente ardió y sólo lograron salvarse un puñado de personas.

– ¿Y de dónde sacó esta gente esas ideas? -preguntó Nabinger.

– ¡Ah! ¡Ya está el científico! -exclamó Slater-. ¿Quiere materiales de referencia? -Fue hacia el escritorio, que se hallaba abarrotado de cosas, y durante un minuto buscó hasta encontrar un libro manoseado de tapa dura-. Ésta es la cita original de la Atlántida procedente del Timeo, un tratado sobre filosofía pitagoriana escrito por Platón. Está escrito en griego original. Permítame un poco de libertad en la traducción, no acostumbro a hablar muy a menudo en ese idioma.

– Pasó varias páginas y luego deslizó el dedo sobre el texto-. Como pasa con los griegos, este documento tiene la forma de un diálogo entre varias personas, una de las cuales es Sócrates. Aquí Solón está narrando la historia de algunas leyendas griegas, por ejemplo, la del diluvio del que se libraron Deucalión y Pirra. Un viejo sacerdote lo censura y dice:

»¡Oh, Solón! Vosotros los griegos sois como niños. Ha habido y habrá muchos destructores de sociedades, de los cuales los mayores son el fuego y el agua. -Slater pasó algunas páginas y prosiguió-: Muchas son las verdades y grandes son los logros de los griegos. Pero hay uno que reluce frente a los demás. Nuestra historia cuenta que hace muchos años nuestro país logró detener el avance de un poderoso intruso procedente de un punto remoto en un océano distante, que vino para atacar toda Europa y Asia. Como, en aquellos lejanos días, el océano era navegable allende los llamados Pilares de Hércules, allí, justo allí, había una isla mayor que el norte de África y Asia Menor juntas y los viajeros podían cruzar de ahí a nuestro país." -Slater levantó la vista del libro y a continuación dijo-: Muchos creen que Platón se refiere a América del Norte y del Sur, pero chocan con el mismo problema que Jorgenson. La tecnología de entonces excluye la posibilidad de cruzar el Atlántico, por lo que, sea lo que fuere el lugar al que Platón se refiera, si es real, tiene que estar más cerca de Europa.

«Naturalmente, Platón también dice algo que va contra el pensamiento convencionaclass="underline" que el océano fuera del Pilar de Hércules, es decir, el estrecho de Gibraltar, era navegable para las gentes de aquel tiempo. -Pasó otra página y leyó-"La isla de la Atlántida, como otras islas y países, estaba gobernada por una confederación de reyes muy poderosos. Aquí, desde los Pilares de Hércules, regían el norte de África hasta Egipto y en Europa hasta la Toscana. Los reyes de la Atlántida una vez intentaron someter a los pueblos griego y egipcio, pero los griegos, en una noble lucha, detuvieron a los invasores. Luego se produjeron terremotos e inundaciones y un día terrible toda la isla de la Atlántida fue engullida por el mar y desapareció". Ahora hay un dato especialmente interesante -dijo Slater, y reanudó la lectura-: "La Atlántida desapareció, y en aquel momento el océano se volvió infranqueable en aquel sitio pues resultó impedido por el fango que la isla dejó al quedar sumergida en el océano". -Slater sonrió-. Seguro que usted ha oído hablar sobre el mar de los Sargazos, que se halla situado al este de aquí. Y ocurre que en muchos puntos de dicho mar el agua alrededor de las islas es relativamente poco profunda. En caso de que el nivel del océano fuera un poco inferior, resultaría prácticamente impenetrable para muchos barcos.