»6. No he recibido información alguna del capitán Turcotte. Imagino que no ha encontrado nada importante para informar.
»Fin
«Clasificación: confidencial,
«Acreditación Q, sólo destinatario»
Conectó un cable de su ordenador portátil a una caja negra del tamaño de una rebanada de pan que le había dado en Washington el agente de los servicios secretos cuando fue informada de su nueva misión. Por lo que sabía, aquella caja codificaba su mensaje de modo que sólo el destinatario podía leerlo. Enchufó el cable de la caja al enchufe del teléfono y esperó hasta que a un lado brilló una luz verde; por lo visto, el aparato marcaba el número por sí solo.
La doctora Duncan esperó hasta que la luz verde se apagó y luego desconectó todos los aparatos. Fue hacia la ventana de su hotel y observó a la gente que iba de un lado para otro, entrando y saliendo de los casinos. ¿Cómo reaccionarían si supieran lo que había escondido en el desierto? ¿Si supieran que, por lo menos, en una época la humanidad no había estado sola en el universo? ¿Si se les explicara que, mientras sus antepasados todavía vivían en cavernas y se esforzaban por hacer cabezas de flecha, los alienígenas visitaron la Tierra en naves que todavía hoy no podían comprenderse?
Eran grandes cuestiones teóricas. La preocupación más inmediata para la doctora Duncan era seguir las instrucciones que había recibido del jefe de personal de la Casa Blanca. Al Presidente le preocupaba lo que no se le había dicho en los informes semestrales sobre Majic12. Como aquella organización llevaba mucho tiempo en marcha y tenía miembros de casi todos los departamentos del gobierno, no confiaba en los canales habituales para comprobarlo; por eso, encargó la misión a la doctora Duncan. El asesor de seguridad nacional del Presidente había recomendado la participación de Turcotte. Por lo visto, aquel capitán era una especie de héroe por acciones en misiones secretas realizadas al otro lado del océano. Había contactado con él personalmente, pero hasta el momento no había recibido ninguna llamada.
La doctora Duncan se frotó la frente, fue hacia la cama y se tendió. Esperaba sinceramente que al día siguiente la gente del Área 51 le proporcionara buenas respuestas y que éstas tuvieran algo más de calidad que las que se le habían dado hasta el momento.
EL CUBO, ÁREA 51.
El mayor Quinn vio la señal de aviso que parpadeaba en la esquina derecha superior de su monitor. Terminó la orden que estaba ejecutando y la envió; luego comprobó la señal que había causado el aviso.
Como el Cubo tenía acceso a todos los equipos punteros disponibles por el gobierno, y también a todos los códigos y técnicas de descodificación, el ordenador sólo precisó seis segundos para descifrar el mensaje de la doctora Duncan al jefe de personal de la Casa Blanca. Quinn leyó el texto. Vinculó el nombre «Turcotte» al del hombre herido en la misión Nightscape en Nebraska. Otra complicación que no lograba entender. Aquello era zona de Gullick.
Imprimió una copia en papel y fue al pasillo posterior con el mensaje. Gullick no se encontraba en su oficina. El código en la empuñadura de las habitaciones privadas de Gullick indicaba: «No molestar». Quinn permaneció unos segundos pensativo, con la mano a punto para llamar. Luego se dio la vuelta y regresó a la oficina de Gullick. Puso el mensaje dentro de una cubierta confidencial y la colocó en la bandeja de lectura del general Gullick.
Capítulo 17
PHOENIX, ARIZONA. 202 horas.
– Ya os he contado mis razones para estar aquí y ayudaros. ¿Por qué no me contáis las vuestras? -preguntó Kelly.
Se habían refugiado en el apartamento de Johnny Simmons. A Turcotte no le hacía mucha gracia estar ahí puesto que, al parecer, Simmons había sido interceptado por la gente de Gullick. Pero Kelly adujo que nadie conocía su relación con Johnny, por lo que no había razón para que alguien fuera a buscarlos allí, en Phoenix. Por otra parte, en su trayecto hasta Dulce tenían que parar en algún lugar, y un motel estaba descartado. El apartamento se encontraba en el segundo piso de un edificio moderno, y parecía que nadie había entrado en él durante varios días.
Turcotte había expresado sus recelos sobre detenerse en el camino. Quería continuar hasta Dulce e intentar infiltrarse aquella misma noche. Pero Von Seeckt les refirió su posible reunión con el profesor Nabinger la mañana siguiente en aquel lugar y Kelly estuvo de acuerdo en esperar. Turcotte aceptó la decisión de mala gana.
Turcotte iba aceptando poco a poco que todos se necesitaban. Von Seeckt tenía los conocimientos para sacarlos de aquel apuro, Kelly sería la voz ante la opinión pública, lo cual les garantizaría su seguridad en cuanto obtuviesen la información que estaban buscando, y él tenía la experiencia para mantenerlos a salvo y obtener más información.
– Mi historia tendrá que esperar hasta mañana -dijo Von Seeckt. Estaba sentado cerca de la ventana y miraba dos tiendas situadas junto a la zona de aparcamiento-. El profesor Nabinger planteará las mismas preguntas y no quiero explicarme dos veces. Resulta difícil de contar y abarca varios años.
– ¿Bien, y tú? -dijo Kelly mirando a Turcotte.
– Ya os he dicho lo que ocurrió. Me incorporé para realizar la misión Nightscape.
– Sí, pero antes de eso no estarías escondido dentro de una cáscara -dijo Kelly-. ¿Cómo llegaste a trabajar en aquel lugar? Antes has dicho algo sobre una misión.
– Estaba en el ejército y me dieron órdenes de realizar una misión allí. -Turcotte se puso en pie-. Voy a ir a la tienda. ¿Alguien quiere algo?
Salió y fue hacia la escalera sin esperar respuesta. Kelly lo seguía a dos pasos.
– No te librarás tan fácilmente. Hay algo que no cuentas. ¿Por qué ayudaste a Von Seeckt? Tú eras uno de los malos, ¿por qué cambiaste de bando?
Turcotte bajó la escalera y Kelly bajó a su lado.
– Ya te lo he dicho. Mi comandante me ordenó detener unos civiles en Nebraska. Eso no me gustó. Además intentaron matar a Von Seeckt. No estoy a favor de secuestros y asesinatos, incluso si el gobierno los autoriza.
– Sí, claro, y los cerdos tienen alas -dijo Kelly-. No me lo trago. Tú…
Turcotte se giró bruscamente y le clavó la mirada de tal forma que Kelly dio un paso atrás, sobrecogida.
– Me importa una mierda que te lo tragues o no, guapa -espetó-. Preguntas demasiado. Has permitido que Von Seeckt se guarde sus secretos. ¿Por qué no me dejas con los míos?
– Von Seeckt nos los contará en cuanto Nabinger esté aquí -replicó Kelly, acercándose a Turcotte-. Venga. No decidiste sin más ir en contra de tus órdenes y tu adiestramiento. Debes tener alguna razón. Yo tengo un motivo para preguntar. Una vez fui la cabeza de turco del gobierno y no voy a creerme que me estás diciendo la verdad. Sólo tenemos tu palabra sobre lo que ocurrió en Nebraska. Por lo que sé, podría no haber ocurrido.
Turcotte miró por detrás de ella, hacia el oeste, donde el sol estaba ya pendido del extremo del planeta.
– Vale. ¿Quieres información acerca de mí? No perderé nada y, si salimos de ésta, tal vez puedas publicarlo en algún sitio y la gente sepa la verdad. Bueno pues, antes de regresar a los Estados Unidos en mi última misión, estuve implicado en un incidente. Así es como lo llaman: incidente. Sin embargo, hubo gente que murió en él. -Bajó la vista hacia ella, su mirada no era agradable-. Eres periodista. Te va a gustar. Es una buena historia. Cuando esto ocurrió yo estaba asignado a una unidad antiterrorista en Berlín. Todo el mundo cree que desde que cayó el muro todo va bien por ahí, pero lo cierto es que todavía hay problemas con el terrorismo. El mismo que hubo en los setenta y a principios de los ochenta. En cierto modo es peor, porque ahora hay mayores y mejores armas para la delincuencia y proceden del arsenal del antiguo Pacto de Varsovia. En esos países hay mucha gente que vendería cualquier cosa por conseguir divisas occidentales.