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»La única diferencia entre los ochenta y la actualidad es que aprendimos la lección de aquella época y ahora prevenimos el terrorismo. Por eso ahora no se oye hablar del tema, pero no es porque esos cabrones hayan desaparecido. La gente es muy inocente.

– ¿Prevenir? -preguntó Kelly.

– Sí -asintió Turcotte tras proferir una risotada-. En la época en que todo terrorista de tres al cuarto secuestraba a alguien o un chalado tiraba una bomba, alguien en las alturas de la OTAN tuvo la brillante idea de, en lugar de estar sentados y permitir que los terroristas nos atacaran, buscarlos antes y atacarlos primero. El único problema residía en que eso no era muy legal. -Miró hacia la calle y vio una cafetería-. Vamos a tomar un café.

Cruzaron la calle y tomaron un asiento en un rincón del local. Turcotte se sentó y se reclinó contra la pared mientras miraba la calle. En el local el constante chasquido de los platos y otros utensilios se sobreponía al murmullo de conversaciones procedentes de los demás clientes. Después de que la camarera les trajera una taza a cada uno, continuó hablando en voz baja.

– Así pues, combatimos el fuego con fuego. Para parar los pies a los delincuentes, nosotros nos convertimos en delincuentes. Yo formaba parte de un equipo conjunto norteamericano y alemán. Eran hombres escogidos de los cuerpos de élite DETA de los Estados Unidos de las afueras de Berlín y la fuerza antiterrorista alemana GSG9. -Turcotte, emocionado, vertió un montón de azúcar en el café-. ¿Has oído alguna vez el eslogan «Mataremos por la paz»? -Kelly asintió-. Bueno, pues eso era lo que hacíamos.

»A mí no me importaba gran cosa. Nos cargábamos personas que habían puesto una bomba en una estación de tren sin importarles quién resultaría afectado. En menos de seis meses nos habíamos cargado los restos de la banda BaaderMeinhof. Participé en seis operaciones. -La voz de Turcotte sonaba abatida-. En el transcurso de esas operaciones maté a cuatro personas.

»Entonces nos llegó el soplo de que algunos tipos del IRA estaban en la ciudad con la intención de comprar armamento procedente de la antigua Alemania del Este, que algunos ex miembros del ejército habían acumulado cuando el muro cayó por si algún día venían vacas flacas. Se decía que esos irlandeses intentaban conseguir misiles antiaéreos SAM7, que son unos que se disparan apoyándolos en el hombro.

»No sabíamos qué pensaban hacer con ellos, aunque era de suponer que se apostarían a las afueras de Heathrow y abatirían el Concorde en cuanto despegara. Sería un gran titular, que es lo único que esos cabronazos quieren. Ya sé que firmaron un acuerdo de paz, un alto al fuego y toda esa mierda, pero eso no detiene a los tipos que aprietan el gatillo. Tienen que estar al filo de la navaja. Mucha de esa gente hace lo que hace porque le gusta. Les importa una mierda lo que llaman objetivos, ellos disparan a las cámaras. Es sólo una excusa para ser un sociópata. -Cuando la camarera se acercó para tomar el pedido, se calló. Kelly pidió un bocadillo y, Turcotte, un zumo de naranja. Luego prosiguió-: En fin. El caso es que la misión tuvo que hacerse a toda prisa porque los agentes del servicio secreto llegaron tarde. Cuando fuimos alertados, el IRA ya había comprado los misiles y los llevaba en un coche en dirección a Francia. Nos transportaron en avión hasta un punto que quedaba por delante del camino que ellos seguían y tomamos algunos coches. Los terroristas circulaban por carreteras secundarias, siempre alejados de las autopistas alemanas, lo cual también nos convenía mucho. -La rabia interna se coló en la voz de Turcotte-. Lo que deberíamos haber hecho era simplemente detenerlos y ponerlos bajo custodia. Pero, verás, no pudo ser. Eso habría causado una gran controversia, el juicio y todo eso. Y eso dificulta el problema de meterlos en la cárcel, porque entonces cada pariente tiene un motivo para tomar algunos rehenes y solicitar la excarcelación. Y entonces comienza de nuevo el ciclo.

»Así que se suponía que había que matarlos. Hacer ver que éramos terroristas y así nadie, con excepción de los policías locales, pondría mala cara. -Turcotte cogió aire para calmar su voz-. Nos dispusimos a atacarlos a las afueras de una pequeña ciudad en el centro de Alemania. Los terroristas iban en dirección a Kiel para cargar las armas en un buque de carga y enviarlas a Inglaterra. Pero esos tipos del IRA, al fin y al cabo, eran irlandeses, tuvieron que parar en un hostal típico alemán para tomar unas cervezas y cenar antes de llevar eso al puerto. Yo era el oficial al mando del equipo. Mi comandante era alemán. Nos dirigimos a la parte norte de la ciudad, en la dirección hacia la que debían partir. Había una curva en la carretera desde la que teníamos una buena vista.

»Cuando, al cabo de una hora, el coche no apareció, mi comandante, llamémoslo Rolf, se puso nervioso. Los de vigilancia nos dijeron que se habían detenido en la ciudad. Era posible que se hubieran marchado por otro camino. Rolf me preguntó qué pensaba. ¿Cómo cono podía saberlo? Así que Rolf y yo fuimos a la ciudad y encontramos el coche esperando fuera del bar. Nos habían dicho que eran tres. Entonces Rolf me dijo: «Vamos, echémoslos de aquí ahora. Tú y yo». Le preocupaba que hubieran reconocido el equipo de vigilancia que los había estado siguiendo y que hubieran tomado una ruta distinta fuera de la ciudad para despistar y zafarse de la emboscada que nuestro equipo les había preparado. También podía ocurrir que se deshicieran de los misiles en la ciudad y que perdiésemos el rastro de la artillería.

»Así es que acepté su propuesta. Bajo nuestros largos abrigos llevábamos una MP5 con silenciador y pistolas en los portapistolas del hombro. Rolf ordenó que la gente de seguridad rodeara bien el bar para asegurarse de que nadie escapara y para que nos recogieran en cuanto hubiésemos acabado. -La camarera llevó el bocadillo y el zumo de naranja. Turcotte tomó aire profundamente y fue soltándolo cuando ella se fue-. Entramos por la puerta principal. El lugar estaba a tope de gente cenando y bebiendo. Habría unas veinte o veinticinco personas. Pero distinguimos a nuestros sospechosos inmediatamente y ¿sabes qué? En la mesa sólo había dos de los tipos sentados bebiendo. Rolf se me queda mirando como diciendo: ¡eh!, ¿dónde se ha metido el tercero? Y otra vez, ¿cómo iba yo a saberlo? Probablemente estaría meando. Fui a la barra para pedir una cerveza y, de paso, echar un vistazo a la sala. Pero Rolf dudó.

»No puedo culparlo demasiado. Mierda, bajo los abrigos llevábamos metralletas silenciosas y habíamos ido a matar. -Turcotte lanzó una mueca a Kelly-. Contrariamente a lo que la gente piensa, no éramos asesinos fríos. Éramos buenos en nuestro trabajo, pero también estábamos asustados. Mucha gente lo está en una situación así. Si no lo estás, es que estás loco, he conocido locos de ésos. En fin, uno de los tipos del IRA de la mesa miró a Rolf, que estaba de pie, y lo reconoció. Rolf no era precisamente el mejor actor del mundo y seguro que no estaba en su mejor ambiente.

»El tipo buscó algo bajo su abrigo, y entonces Rolf y yo lo cosimos a tiros, a él y a su compañero. Ambos disparamos medio cargador, quince balas cada uno, y en las sillas no quedó más que un amasijo de carne. Lo más extraño de todo es que tras el primer disparo no se oyó otro ruido que el de los casquillos cayendo al suelo. La gente estaba petrificada y nos miraba pensando quién sería el siguiente. Luego alguien tuvo que chillar y todo se fue a la mierda. -Turcotte entornó la mirada mientras recordaba aquel lugar-. Rolf y yo les ordenamos en alemán que se tiraran al suelo, pero la mitad de la gente se agolpó contra las puertas. Entonces vimos al tercer tipo. Se encontraba en el centro de un grupo de cuatro, yendo también hacia la puerta. Es posible que estuviera meando o que estuviera en un rincón del bar. No lo sé. El caso es que ahí estaba. -Turcotte negó con la cabeza-. Y entonces Rolf, ese jodido, les disparó a todos. No sé qué se le cruzó por la cabeza. El tercer tipo no podía ir a ningún lado. La gente de seguridad estaría ya con un coche fuera y podría haberlo atrapado en cuanto lo tuviera a tiro fuera de aquel bar. Pero Rolf perdió el control. -La voz de Turcotte se rompió-. Lo único bueno es que sólo tenía quince balas en la recámara. Mató al del IRA, pero también hirió a varios civiles. En aquel momento no lo sabía. Sólo se veía un montón de cuerpos; por lo menos las tres personas que estaban junto al tipo del IRA más otros que estarían en la línea de fuego. Rolf ya estaba a punto de poner más balas cuando le arrebaté el arma de las manos. -Turcotte extendió su mano derecha y se la mostró a Kelly. La piel de la palma tenía la señal de la cicatriz de una quemadura-. Todavía puede verse el lugar donde el supresor del cañón de la metralleta de Rolf me quemó la mano. En aquel momento no noté nada, estaba demasiado impresionado.