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– Avise a Landscape -dijo Gullick con brusquedad.

– Tengo a la policía aérea en camino… -comenzó a decir Quinn.

– Negativo -repuso Gullick-. Esta noche van a ocurrir cosas demasiado importantes. Quiero a esa gente fuera de aquí antes de que Nightscape se ponga en marcha.

A regañadientes, Quinn dio la orden para que Landscape actuara. Miró la pantalla principal. Justo encima de ella un visor digital mostraba 143:34 P. Se mordió por dentro el labio. No entendía por qué esa noche, a falta de menos de seis noches para la prueba de vuelo de la nave nodriza, lanzaban una misión de Nightscape. Eso sólo era una de las muchas cosas que ocurrían desde el año pasado y que Quinn no comprendía. El general no toleraba discusiones y, a medida que la cuenta atrás se aproximaba, su carácter era más irascible.

Quinn llevaba cuatro años trabajando en el Cubo. Era el hombre de mayor rango no perteneciente al consejo, esto es, Majic12, que dirigía el Cubo y todas las actividades afines. De forma que él era el enlace entre todo el personal militar y civil y Majic12. Cuando los miembros del consejo no estaban, y eso ocurría con frecuencia, Quinn era el responsable de las actividades diarias del Cubo y de todo el complejo del Área 51. Los subordinados de Quinn sólo sabían lo necesario para efectuar sus tareas específicas. En cambio, los miembros de Majic12 lo sabían todo. Quinn se encontraba en un punto intermedio. Tenía acceso a mucha información confidencial, pero sabía también que había algo a lo que no se le permitía acceder. De todos modos, incluso él se daba cuenta de que algo estaba cambiando. Las prisas por la nave nodriza, las misiones de Nightscape y otros muchos sucesos se salían de la norma seguida durante sus tres primeros años de permanencia. El Cubo y todo lo que controlaba era bastante anormal de por sí.

A Quinn no le gustaba que Gullick y los de Majic12 complicaran más las cosas.

El general Gullick levantó un dedo y Quinn se apresuró a acudir junto a él detrás de otro operador cuya pantalla mostraba un enlace vía satélite en directo también con una imagen térmica.

– ¿Algo en el Punto de Apoyo a la Misión? -preguntó Gullick.

– PAM desocupado, señor.

Gullick miró a un tercer oficial cuya pantalla mostraba varias imágenes captadas en vídeo de grandes hangares con paredes de piedra, lo que tenían sobre sus cabezas.

– ¿Estado del agitador número tres?

– Listo, señor

– ¿Ha entrado ya el C130? -preguntó Gullick mirando a Quinn.

– Aterrizó hace treinta minutos, señor -contestó Quinn.

– ¿El Osprey?

– Listo para partir.

– Adelante.

Quinn se apresuró a hacer lo que le habían ordenado.

Capítulo 2

LAS VEGAS, NEVADA. 243 horas.

– Sprechen Sie Deutsch?.

Mike Turcotte se volvió con el rostro mudado hacia el hombre que le había hablado.

– ¿Cómo dice?

El otro hombre se rió entre dientes.

– Sabía que venías del grupo antiterrorista de élite de Alemania. Me ha gustado esa respuesta. No sé nada, no procedo de ningún sitio. Está bien. Encajarás bien aquí.

El nombre de aquel hombre era Prague o, por lo menos, así es como se había presentado a Turcotte esa tarde, cuando se conocieron en el aeropuerto McCarren. Durante el encuentro Turcotte calibró físicamente al otro hombre. Prague era alto, delgado, tenía los ojos negros y un rostro tranquilo e inexpresivo. Su constitución contrastaba con la de Turcotte, que era de estatura media, de aproximadamente un metro setenta. El cuerpo de Turcotte no estaba constituido por músculos protuberantes, pero era sólido y fibroso de nacimiento y él nunca había dejado de cuidarlo, sometiéndolo durante años a ejercicio constante. Tenía la piel oscura, propia de su origen medio canadiense, medio indio. Se había criado en los bosques de la parte norte de Maine, donde los mejores negocios eran la madera y la bebida fuerte. El tiro de salida de su ciudad fue una beca de rugby de la Universidad de Maine en Orono. Pero aquel sueño se desvaneció en el transcurso de un partido cuando era estudiante del segundo año por culpa de un par de espaldas defensivas de la Universidad de New Hampshire. Su rodilla fue reconstruida, pero su beca de estudios terminó.

Ante la perspectiva de tener que regresar a los campos de explotación forestal, Turcotte se alistó como auxiliar del teniente coronel al frente del programa ROTC2, (Cuerpo de entrenamiento de los oficiales de reserva), de la universidad. Un médico muy amable pasó por alto el problema de su rodilla y el ejército tomó el relevo en el punto en que el equipo de rugby lo dejó.

Turcotte se licenció en ciencias forestales y se graduó como oficial del ejército. Su primer destino fue en la Décima División de la infantería de montaña. La paz de Fort Drum resultó excesiva para él y, en cuanto tuvo la ocasión, se presentó voluntario para el programa del cuerpo de élite. Cuando el brigada encargado de la revisión médica para las fuerzas especiales vio las cicatrices de la rodilla, dio el visto bueno pensando que alguien suficientemente loco para querer entrar en el cuerpo de élite no dejaría que algo tan insignificante como una rodilla reconstruida lo detuviera.

No obstante, casi lo consigue. En el transcurso de las duras pruebas de selección y evaluación, la rodilla se hinchó y empezó a doler mucho. Sin embargo, Turcotte continuó adelante y llevó a cabo largas marchas en tierra con una mochila pesada a la espalda tan rápido como podía mientras sus compañeros iban cayendo. De los doscientos cuarenta hombres que habían comenzado el entrenamiento, al final sólo quedaron unos cien y Turcotte estaba entre ellos.

A Turcotte le gustó estar en el cuerpo de élite y tuvo varios destinos hasta el último, que en su opinión, no resultó tan bien. Ahora lo habían escogido para esta unidad de la que no sabía nada, excepto que era extremamente confidencial y se llamaba Operaciones Delta, un nombre que hizo que Turcotte se preguntara si lo habrían escogido expresamente para que se confundiera con fuerza Delta, el cuerpo de élite antiterrorista de Fort Bragg con el que había trabajado en ocasiones cuando estuvo destinado en el destacamento A de Berlín: una unidad especial secreta encargada del control del terrorismo en Europa.

Jamás había oído nada sobre operaciones Delta, algo asombroso dada la pequeña comunidad que integraba las operaciones especiales. Esto podía significar dos cosas: o bien que nadie era destinado fuera de Operaciones Delta y, por consiguiente, no podía haber ningún rumor, o bien que los destinados fuera de allí mantenían su boca cerrada por completo, lo cual era lo más probable. Turcotte sabía que, aunque a los civiles les costara creerlo, la mayoría de los militares con los que había trabajado creían en la promesa de confidencialidad que hacían.

Sin embargo, lo que preocupaba a Turcotte era que esta misión tenía dos niveles. En lo referente a Prague y a Operaciones Delta, simplemente sabía que era un hombre acreditado y con experiencia en operaciones especiales. Sin embargo, al regresar a Nevada procedente de Europa, el comandante de DETA le había ordenado verbalmente detenerse en Washington. En el aeropuerto fue recibido por una pareja de agentes del servicio secreto y escoltado a una sala privada de la terminal. Allí, mientras los agentes hacían guardia tras la puerta, se entrevistó con la doctora Lisa Duncan, una mujer que se identificó como asesora presidencial en temas científicos de algo llamado Majic12. Ésta le explicó que el cometido verdadero era infiltrarse en Operaciones Delta, una fuerza encargada de proporcionar seguridad a Majic12. Además le proporcionó un número de teléfono al que debía llamar para informar de lo que ocurriera.

Duncan fue evasiva a todas las preguntas de Turcotte. No podía decirle lo que se esperaba que hallara. Esto generó recelo en Turcotte, puesto que ella estaba en el consejo de Majic12. Ni siquiera supo decirle por qué lo habían escogido a él. Turcotte se preguntó si eso tendría que ver con lo ocurrido en Alemania. Además de esas dudas, su desconfianza natural, que había cultivado en los años de trabajo en Operaciones Especiales, lo llevó a preguntarse si Lisa Duncan sería realmente quien decía ser, independientemente de su decorativa tarjeta de identificación. Podía tratarse de una prueba de lealtad por parte de las mismas Operaciones Delta.