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– ¿Se consiguió abrir alguna vez la caja? -gimió casi Nabinger.

– Sí, sí, se abrió -afirmó Von Seeckt-. Los norteamericanos lo consiguieron. Me retuvieron en un lugar a las afueras de Washington, en algún punto del campo. Todavía hoy no puedo decir dónde estuve. A la caja la enviaron a otro lugar y a mí me interrogaron. Luego pareció que se olvidaban de mí durante algunas semanas. Un día dos hombres aparecieron en la celda de mi prisión. Uno era un teniente coronel, y el otro, un civil. Me llevaron a otro lugar -Von Seeckt indicó hacia el noreste» a la carretera-. A Dulce.

– ¿Y la caja? -Nabinger estaba exhausto.

– En la caja había una pequeña arma nuclear -dijo Von Seeckt.

– ¡Oh mierda! -exclamó Turcotte-. ¿Dónde nos hemos metido?

– ¿Enterrada bajo la gran pirámide durante diez mil años? -preguntó Nabinger reclinándose lentamente en su asiento.

– Enterrada bajo la gran pirámide durante unos diez mil años -confirmó Von Seeckt-. Naturalmente, al principio sólo pudimos adivinar lo que era. Los norteamericanos estaban sólo al inicio del proyecto Manhattan, por lo que nuestros conocimientos eran bastante primitivos comparados con los de la actualidad. Diez años antes probablemente no habríamos sabido lo que había en la caja.

«Sacamos la bomba con mucho cuidado. -Von Seeckt soltó una risita-. Los norteamericanos pensaron siempre que yo sabía más de lo que en realidad sabía. Al fin y al cabo, me habían encontrado a mí con esa maldita cosa. La verdad es que a medida que trabajábamos, cuanto más estuve ahí, más aprendí. Sin embargo, aun con la tecnología de hoy no creo que seamos capaces de hacer una bomba tan pequeña, liviana y eficaz como la que estudiamos. Era extraña. Hay cosas que todavía hoy no entiendo. Pero fuimos capaces de aprender lo suficiente para, junto con el trabajo realizado en otros lugares, construir las bombas que empleamos para poner fin a aquella guerra.

– Así que, ¿la bomba de la pirámide era de la misma gente que construyó esos discos y la nave nodriza? -La pregunta de Nabinger era puramente retórica-. Esto resuelve muchas preguntas y problemas sobre la pirámide y el porqué de su construcción. Tal vez…

– Profesor. -La voz de Turcotte irrumpió igual que el viento frío que soplaba desde la puerta-. Esas preguntas pueden esperar. Ahora necesitamos avanzar por la carretera. No estamos lejos de Dulce y tenemos que esperar a que anochezca para intentar lo que sea, pero me gustaría echar un vistazo por ahí a la luz del día. Pueden continuar con esto durante el camino.

Mientras Von Seeckt y Nabinger subían a la parte trasera de la camioneta, Kelly agarró a Turcotte por el brazo y se acercó a él.

– ¿Viste alguna vez esa nave nodriza que tanto preocupa a Von Seeckt?

– No. Sólo vi los agitadores pequeños. -Turcotte la miró-. ¿Por qué?

– Porque sólo tenemos la palabra de Von Seeckt de que eso existe. Y esa historia en la que admite las cosas que hizo durante la Segunda Guerra Mundial no me ha conmovido. ¿Qué pasaría si hubiera algo más que no nos cuenta? ¡Por Dios, era de las SS!

– ¿Hay alguna cosa en concreto que te haga dudar de su historia y de lo que está ocurriendo ahora? -preguntó Turcotte.

– He aprendido a cuestionar las cosas. Mi razonamiento es: si la nave nodriza no existe, entonces tal vez todo esto sea una trampa. Y si existe, también todo esto puede ser una trampa.

– ¿Una trampa para qué? -preguntó Turcotte.

– Si lo supiera, sabría que es una trampa -repuso Kelly.

– Me gusta eso: pensamiento paranoico. -Una pequeña sonrisa asomó en los labios de Turcotte-. Me hace sentir casi cuerdo.

– En cuanto podamos, te contaré mi historia y entenderás el porqué de la paranoia.

EL CUBO, ÁREA 51.

– General. -El doctor Slayden inclinó su cabeza en dirección a Gullick y luego saludó a las demás personas que había en la sala-. Caballeros, señora.

Slayden era un hombre de edad avanzada, el segundo de mayor edad del comité después de Von Seeckt; en vista de la butaca desocupada en el lado derecho de la mesa, ahora era el más anciano. Calvo y con la frente llena de arrugas, su rasgo sobresaliente lo constituían sus cejas blancas y pobladas, que contrastaban con su cabeza despoblada.

El general Gullick siempre había considerado al doctor Slayden como un miembro sin valor de Majic12, pero la visita de la doctora Duncan lo había forzado a encontrar algún modo de ganar tiempo. Aquel psicólogo había sido la respuesta.

El doctor Slayden empezó.

– En el campo de la ciencia ficción se han hecho muchas películas y se han publicado muchos libros sobre la reacción de la gente de la Tierra ante los alienígenas, tanto si éstos nos visitaran aquí en la Tierra como si en el futuro nos expandiéramos hacia las estrellas. De hecho, en las últimas décadas ha habido varios grupos de trabajo del gobierno que se han dedicado a analizar posibles reacciones de la gente ante el contacto con formas de vida extraterrestre.

»Mientras el Proyecto Libro Azul fue el guardián oficial de las Fuerzas Aéreas para objetos voladores no identificados, se creó un grupo de estudio secreto formado por psicólogos sociales y representantes militares con el objeto de preparar planes de contingencia ante el contacto con alienígenas. Estos proyectos formaron parte del ámbito de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa. Yo fui uno de los miembros fundadores del comité de contactos de la agencia.

»Inicialmente, el problema que teníamos era teórico. -El doctor Slayden sonrió-. Por aquel entonces, los del comité no sabíamos de la existencia de esta instalación. También estábamos muy limitados por consideraciones éticas y de seguridad. Trabajábamos en el campo de dinámicas de grupos amplios: ¿cómo respondería la gente de la Tierra ante una entidad exterior? La posibilidad de efectuar experimentos realistas era prácticamente nula. De hecho, nuestros datos de investigación más válidos proceden de la reacción del público ante la película La guerra de los mundos, de Orson Welles, en 1978.

»El resultado más relevante ante esa película fue la histeria en masa y el miedo. Como muestra esta tabla…

Mientras el doctor Slayden proseguía su actuación, el general Gullick fijaba su atención en la pantalla del ordenador incorporada a la mesa que tenía delante. Todos los presentes ya sabían que lo que el doctor Slayden dijera no era importante. Todos menos uno, la doctora Duncan, y éste era el objetivo principal de esa reunión informativa.

No había nada nuevo de las fuerzas operativas Lincoln sobre los cazas Fu ni tampoco sobre Von Seeckt y los otros tres objetivos. Gullick volvió a dirigir de mala gana su atención a la reunión.

– Sin embargo -estaba diciendo el doctor Slayden-, nadie había considerado la posibilidad de que nuestra exposición a la vida alienígena se produjera con el descubrimiento de los discos y la nave nodriza, una especie de descubrimiento arqueológico de vida extraterrestre. Ha habido personas, la mayoría de ellas majaderas, que señalaron distintos artefactos y símbolos del planeta como señales de que en el pasado habíamos sido visitados por formas de vida alienígenas. Los agitadores y la nave nodriza son una prueba irrefutable de lo que ocurrió. Esto nos brinda varios retos y también una gran oportunidad.

El doctor Slayden se había olvidado de que se trataba fundamentalmente de una sesión informativa de propaganda dirigida a la doctora Duncan y estaba totalmente inmerso en el tema.

– Verán, una de las variables incontrolables en la teoría del contacto era que éste se produjese a discreción de los propios extraterrestres, es decir, que ellos vinieran a nosotros. O bien que el hallazgo de pruebas de que el planeta había sido visitado en el pasado por alienígenas llegase a la prensa de forma incontrolada. Sin embargo, aquí, en el Área 51, esta variable está controlada. Tenemos las pruebas y depende de nosotros revelar esa información. Al controlar la variable podemos preparar, tanto al público como a nosotros mismos, para el momento de dar a conocer la noticia. -El doctor Slayden miró a la doctora Duncan y siguió hablando-: Es posible que en los últimos años haya advertido un aumento de informes en la prensa sobre el Área 51. Estas informaciones no han surgido de la nada. Hemos hecho muchas cosas premeditadamente a fin de crear un fundamento para que el público acepte la revelación de lo que tenemos aquí.