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TEMPIUTE, NEVADA

En la salida del Alelnn, un bar de la ciudad de Tempiute, había un teléfono. Era la misma ciudad en que Johnny Simmons se había reunido con Franklin la semana anterior. El principal atractivo de la ciudad era su proximidad al Área 51, y el Alelnn era un punto de encuentro de todos los avistadores de ovnis deambulantes que pasaban continuamente por ahí.

Kelly aparcó la camioneta al lado del teléfono y se apeó, seguida por Von Seeckt, apoyado en su bastón. Se dirigieron al teléfono. El comprobó sus bolsillos y luego miró a Kelly. Ésta negó con la cabeza.

– Utilice mi tarjeta de teléfono.

Kelly repitió rápidamente las instrucciones y el número que Turcotte le había dado antes.

LAS VEGAS, NEVADA.

Faltaba muy poco para las diez y Lisa Duncan estaba sentada ante el estrecho escritorio de su suite del hotel, mirando la cadena CNN, cuando el teléfono sonó. Lo tomó a la tercera llamada esperando oír la voz de su hijo al otro lado. En lugar de ello una voz con un acento muy particular, que ella reconoció inmediatamente, empezó a hablar.

– Doctora Duncan, soy Werner von Seeckt. El general Gullick le ha mentido con respecto a lo que ocurre en el Área 51 y en la instalación de Dulce en Nuevo México.

– Profesor Von Seeckt, yo…

– Oiga, no tenemos mucho tiempo. ¿Ha oído hablar alguna vez de la vinculación de Nightscape con el Área 51?

– Sí. Están llevando a cabo una tarea psicológic…

– Hacen mucho más que eso ahí -interrumpió Von Seeckt-. Secuestran gente y les lavan el cerebro y estoy seguro que hacen cosas peores. Llevan a cabo mutilaciones de ganado y muchas más cosas.

– ¿Como cuáles?

– ¿Qué le parecería la operación Paperclip? -preguntó Von Seeckt, omitiendo la respuesta a esa pregunta.

– ¿Que sabe sobre Paperclip? -dijo Duncan mientras cogía su bolígrafo y un bloc de papel del hotel.

– ¿Sabe qué está ocurriendo en el laboratorio de Dulce? ¿Los experimentos con memorias implantadas?

– Volvamos a Paperclip -indicó Duncan tras escribir «Dulce» en el bloc de notas-. Eso me interesa. ¿Hay alguna conexión entre Paperclip y lo que está ocurriendo en Dulce?

– No sé exactamente qué está ocurriendo en Dulce -dijo Von Seeckt-, pero acabo de rescatar a un periodista que había sido retenido prisionero ahí y se suicidó por lo que le hicieron.

– Yo no… -empezó a decir Duncan.

– Para contestar a sus preguntas… -Von Seeckt la interrumpió de nuevo-. ¿El nombre del general Karl Hemstadt le dice alguna cosa?

– Me parece que he oído ese nombre en algún sitio -dijo Duncan anotando el nombre.

– Hemstadt fue jefe de la Wa Pruf 9, la sección de armas químicas de la Wehrmacht. Fue reclutado para Paperclip. Lo vi en mil novecientos cuarenta y seis en Dulce. Durante la guerra fue el responsable del abastecimiento de gas a los campos de exterminio. También participó en muchos experimentos con nuevos gases y, evidentemente, ese tipo de experimentación tuvo que aplicarse a seres humanos para comprobar su eficacia.

»A partir de mil novecientos cuarenta y seis me fue denegado el acceso a Dulce y no volví a oír nada sobre Hemstadt. Sin embargo, no creo que desapareciera sin más. Aquel hombre era importante y esa gente no desaparece sin ayuda de gente poderosa, de gente del gobierno. -Von Seeckt hizo una pausa y luego dijo-: Aquí hay alguien más con quien debería hablar.

Al cabo de unos instantes, en la línea sonó una voz de mujer.

– Doctora Duncan, mi nombre es Kelly Reynolds. El capitán Mike Turcotte me dio su nombre. Ha intentado contactar dos veces con usted con el número que le dio. Pero las dos veces le dijeron que el número estaba desconectado. Me ha dicho que usted no debe fiarse de nadie.

– ¿Dónde está ahora el capitán Turcotte? -preguntó la doctora Duncan.

– Va de camino al Área 51.

– ¿Por qué me están contando todo esto? -preguntó Duncan.

– Porque queremos reunimos con usted en el Cubo, en el Área 51, esta noche. No debe informar de su llegada al general Gullick ni a ningún miembro de Majic12

– ¿Qué es lo que está ocurriendo? -quiso saber la doctora Duncan.

– Vaya al Cubo esta noche. No más tarde de la medianoche. Entonces se lo explicaremos.

La línea se cortó.

La doctora Duncan colgó lentamente el auricular. Cogió otro papel. Este tenía una cubierta que lo identificaba como procedente del departamento de justicia e indicaba que era la segunda copia de dos que se habían hecho. Lo abrió y lo examinó rápidamente. En la página sesenta y ocho encontró lo que buscaba: efectivamente, el general Karl Hemstadt figuraba como participante en la operación Paperclip.

Cogió toda la documentación y la tiró dentro de su cartera. A continuación se encaminó hacia la puerta. Tenía que tomar un taxi.

TEMPIUTE, NEVADA.

Von Seeckt se dirigió con Kelly hacia la camioneta.

– ¿Qué le parece? -preguntó ella.

– Picó en cuanto le mencioné Paperclip -dijo Von Seeckt.

– ¿Cree que avisará a Gullick? -preguntó Kelly en cuanto se sentó en el asiento de conductor. Von Seeckt se sentó a su derecha. Nabinger estaba detrás, mirando la tabla rongorongo.

– No -dijo Von Seeckt-. Ella no es uno de ellos. El asesor presidencial generalmente se considera un elemento externo. Al fin y al cabo aquel asiento es un compromiso político que puede cambiar cada cuatro años. Estoy seguro de que ella no fue informada por completo.

– Bueno, pronto lo sabremos -dijo Kelly poniendo en marcha la camioneta y disponiéndose a abandonar el aparcamiento.

ÁREA 51.

Turcotte hizo un agujero para la cabeza en el centro de la fina manta plateada de supervivencia y la dejó caer sobre sus hombros. Envolvió su cuerpo con la manta y la ajustó con una cuerda. Le colgaba hasta las rodillas de modo que parecía un poncho. Aunque estaba diseñada para mantener el calor durante una acción de emergencia, Turcotte confiaba en que le impidiera ser identificado por los sensores térmicos que formaban parte del perímetro externo de seguridad en el Área 51. Sin duda aparecería en ellos, especialmente el calor que se desprendía de su cabeza, pero confiaba en que la señal sería mucho más pequeña que la de un hombre y que los controladores creerían que era un conejo u otro animal pequeño y no le prestarían atención.

A lo que ya no podía dejar de prestar atención era al dolor en la rodilla. Se inclinó y sintió la hinchazón. Aquello no iba bien. Pero también sabía que no tenía otra opción. Comprobó la hora. Iba adelantado con respecto a lo programado, así que podía ir más despacio. No lo beneficiaría atravesar pronto la montaña con o sin manta térmica. Continuó ascendiendo por la montaña, a un ritmo que mantenía el dolor al mínimo.

BASE DE LAS FUERZAS AÉREAS DE NELLIS, NEVADA.

– Quiero ver al oficial de guardia -dijo Lisa Duncan al sargento sentado tras el mostrador en el centro de operaciones de vuelo de la torre de la base de las fuerzas aéreas Nellis.

– ¿Usted es? -preguntó el sargento sin mucho interés.

La doctora Duncan sacó su cartera y dejó ver la identificación especial que le habían entregado para su misión.

– Soy la asesora científica del Presidente.

– ¿El presidente de…? -empezó a decir el sargento pero luego se detuvo al comprobar el sello de la tarjeta-. Discúlpeme, señora. Voy a buscar al mayor inmediatamente.

El mayor estaba impresionado tanto por la tarjeta de identificación como por lo que ella quería.

– Lo siento, señora, pero el área Groom Lake está totalmente fuera de los límites de todos los vuelos. Aunque si yo pudiera llevarla en helicóptero a esta hora de la noche, ellos no me autorizarían a volar dentro de ese espacio aéreo.