– No lo sé. -Turcotte se volvió a los demás-. Os he sacado de ahí y la nave nodriza por lo menos no podrá volar durante varias semanas. Yo ya he cumplido mi parte. ¿Ahora hacia dónde?
– Nellis -dijo Duncan-. Podría…
– Las Vegas tiene un buen enganche con la prensa -dijo Kelly excitada-. Llevaremos esta maldita cosa al medio de la ciudad. Aterrizaremos en la fuente del Caesars Palace. Eso los despertará.
– No es un circo para la prensa -dijo Duncan-. Yo estoy…
– ¡¡No!! -Nabinger mantenía la tabla de madera que había venido cargando durante toda aquella aventura en el Área 51-. Os estáis equivocando. Tenemos que ir al lugar donde están todas las respuestas.
– ¿Y ese lugares?
Nabinger señaló con su mano libre la tabla que tenía en la otra.
– La isla de Pascua.
– ¿La isla de Pascua? -preguntó Duncan.
– La isla de Pascua -repitió Nabinger-. Por lo que he podido descifrar aquí, todas las respuestas están allí.
– De ningún modo -dijo Kelly-. Tenemos que ir a la prensa.
– De acuerdo -dijo Duncan-. En cuanto aterricemos, contactaré con el Presidente y detendré esta locura. -Dio un pequeño golpe en la espalda de Scheuler-. Aterrice en Las Vegas.
El piloto se puso a reír con cierto deje maníaco mientras las manos se desplazaban por los controles.
– Señora, si quiere puede dispararme, pero no creo que podamos aterrizar en Las Vegas.
– ¿Por qué no? -Turcotte todavía tenía la metralleta lista para utilizarla.
– Porque ya no puedo pilotar esta cosa -repuso el piloto levantando las manos.
– ¿Y quién lo está haciendo? -preguntó Turcotte.
– Vuela sola -dijo Scheuler.
– ¿Y adonde vamos? -preguntó Turcotte.
– Simplemente, al sureste, en una dirección de ochenta y cuatro grados -dijo el piloto-. No puedo decirle más hasta que lleguemos.
– ¿Funciona la radio? -preguntó Duncan -. Podría llamar y pedir ayuda.
Scheuler lo intentó.
– No, señora.
– Déme una dirección, Quinn -bramó Gullick por la radio cuando el Aurora se puso en marcha.
– Sur, señor. -La voz de Quinn se oyó a través del auricular.
– Ya lo ha oído -dijo Gullick al piloto mientras ocupaba el asiento del oficial de reconocimiento-, dirección sur.
El avión tomó velocidad y se elevó. Desde la pequeña ventana Gullick podía distinguir la silueta de la montaña que ocultaba la nave nodriza. Sintió que el dolor de su cabeza se intensificaba.
– Mantente ocupado -se dijo en voz baja a sí mismo. Sabía que no podrían atrapar al agitador pero, por lo menos podrían seguirlo. En algún momento aterrizaría. Ordenó colocar tanques de suministro a lo largo de la ruta de vuelo proyectada para poder reabastecerse de combustible durante el vuelo.
– ¿Tiene algún plano del mundo? -preguntó Kelly sentándose junto al piloto.
Scheuler asintió. Abrió el mando de control y mostró una vista esquemática del mundo en pantalla.
– Enséñeme dónde está la isla de Pascua -dijo Kelly.
Scheuler tecleó.
– La isla de Pascua se encuentra en el Pacífico, delante de las costas de Chile. Diría que a unos ocho mil kilómetros de donde nos encontramos.
– ¿Y en qué coordenadas con respecto a nosotros? -preguntó Kelly.
– Ochenta y cuatro grados -respondió Scheuler tras comprobarlo.
– Parece que vamos hacia la isla de Pascua, nos guste o no -anunció Kelly-. ¿Cuánto tiempo falta para llegar ahí?
Scheuler hizo algunos cálculos.
– No vamos a máxima potencia pero vamos bastante rápido. Creo que estaremos ahí en una hora y media.
– Bueno, tenemos tiempo -dijo Kelly-. Ahora que sabemos hacia dónde nos dirigimos, vamos a investigar todo lo que podamos. Explíqueme, profesor. ¿Qué dice la tabla sobre la isla de Pascua?
Nabinger estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo y la tabla rongorongo en su regazo.
– Sólo he conseguido descifrar una parte de todo esto, pero lo que tengo… -Miró un pequeño bloc de notas en su regazo.
– Un momento -dijo Turcotte-. No entremos de nuevo en ese juego de las adivinanzas. Díganos, simplemente, lo que usted cree que dice más que la traducción literal.
Estaba claro que a Nabinger no le hacía gracia aquel método tan poco científico.
– Primero. Las tabla hace referencia a seres poderosos procedentes del cielo. Personas con pelo de fuego, me imagino, pelirrojos. Ellos, la gente del cabello rojo, vinieron y vivieron durante un tiempo en el lugar de «los ojos que miran al cielo». Así es como lo describen. Desde ahí gobernaron a partir del mes del cielo oscuro. Mucho después del mes del cielo negro, la gente del pelo de fuego se marchó en la gran nave estelar y abandonó el planeta para no volver jamás. Pero su… -Nabinger se detuvo-. No estoy totalmente seguro de lo que significa la siguiente palabra. Podría significar «padre» pero no parece ajustarse al contexto. Tal vez sea «guardián» o «protector» se quedó y gobernó.
»Sin embargo, después de que la gente del cabello de fuego se hubiera marchado -continuó Nabinger-, los pequeños soles llevaron las palabras del mmm… digámosle «guardián».
– ¿Soles pequeños? -preguntó Von Seeckt.
Turcotte recordó el caza Fu de Nebraska y lo hizo notar a los demás.
– ¿Así que esas cosas están efectivamente vinculadas a los agitadores y a la nave nodriza?
– Estoy totalmente convencido de ello -dijo Nabinger-. Todavía hay más aquí, pero tiene que ver con el culto al guardián. Solamente dispongo de esta tabla. Si tuviera las demás sabría más.
– ¿Cuántas más hay? -preguntó Kelly.
– En la isla había miles -contestó Nabinger-, pero por lo general se emplearon como leña o fueron destruidas por los misioneros, que las consideraban parte de los ritos paganos. En la actualidad se conoce la existencia de veintiuna o, por lo menos, se sospecha que existen veintiuna. No creo que ésta cuente, puesto que estaba escondida en Dulce.
– ¿Cómo llegó a Dulce? -preguntó Kelly.
– Durante años, Majic12 estudió las runas superiores -dijo Von Seeckt-. Nunca tuvieron tan buen tino como nuestro buen profesor para traducirlas, pero continuaron almacenando todo lo que podían.
– Así que es posible que miembros de Magic12 ya hayan examinado la isla de Pascua -se aventuró a decir Kelly.
– Es posible -admitió Von Seeckt-, pero creo que si hubieran descubierto algo yo lo habría sabido.
– ¿Qué sabe usted sobre la isla de Pascua? -preguntó Kelly.
– Es la isla más aislada de todo el planeta -dijo Nabinger recordando lo que había leído en las notas de Slater-. Es el lugar que está más alejado de cualquier otra recalada. Los europeos no la descubrieron hasta mil setecientos veintidós, el domingo de Pascua, de ahí su nombre. Los isleños llaman a su isla Rapa Nui.
– Este emplazamiento tan remoto también explica que los alienígenas tal vez lo hubieran querido emplear como campo base -agregó Von Seeckt-. Recuerden aquel trozo de la tabla del hangar dos que hablaba de no interferir a los habitantes locales.
– ¿Cómo es la isla? -preguntó Turcotte, como siempre, más interesado en el futuro inmediato.
Para eso, Nabinger tuvo que consultar las notas que había llevado en la mochila a lo largo de todas sus aventuras.
– La isla tiene forma de triángulo, con un volcán en cada esquina. Tiene una superficie de unos cien kilómetros cuadrados. De hecho, no tiene playas, motivo por el cual los primeros visitantes tempranos tuvieron muchos problemas para llegar a la orilla. Es muy rocosa. Cuando se descubrió, apenas había árboles en la isla. Pero ahora hay algunos que han sido plantados. Y, naturalmente -añadió Nabinger-, están las estatuas esculpidas de roca dura como una cantera situada en la falda de uno de los volcanes. La mayor de ellas mide más de diez metros de alto y pesa más de noventa toneladas. En la isla hay dispersas más de mil.