– Nadie ha hablado de matrimonio -respondió el sacerdote.
– Pero en algún momento la usarán, pues su herencia es buena.
Lo de Henry fue casi un quejido. Apartó el plato.
– Tú la has usado -dijo Richard-. Desde que Guy y Phillipa murieron has utilizado todos los medios de que disponías para retener el control sobre la herencia de Rosamund. Primero, la casaste con tu hijo mayor. Después, con Hugh Cabot. Ahora, querías obligarla a casarse con tu segundo hijo, una criatura de cinco años. Rosamund no te interesa en absoluto. Solo te interesa lo que tiene. Hugh hizo lo correcto cuando dispuso que se la llevaran de aquí por un tiempo. Que vea un Poco de mundo. Que conozca gente poderosa y encumbrada. Nuestra sobrina es una muchacha atractiva, Henry. Tal vez tenga la buena fortuna de enamorarse del hombre que le escojan. Tal vez se haga amiga de gente poderosa, algo que no perjudicará a la familia. Cuando vuelva a casa, a nosotros, espero que sea feliz. Pero con quienquiera que sea su próximo marido, Rosamund será más feliz que si siguiera todavía en tus garras. Ahora, regresa a Otterly Court y ocúpate de tus asuntos. Tienes tres hijos y tres hijas que mantener, además de la hermana Julia, quien, te agradará saberlo, prospera en su convento.
A Henry Bolton se le daba vuelta el estómago de la náusea.
– Cuando Julia fue a St. Margaret's -murmuró-, se hicieron provisiones para ella.
– Tu hija mayor tomará los votos finales dentro de unos pocos años, hermano. Yo quisiera que dones una suma importante al convento como agradecimiento cuando llegue el momento. La suma que diste para la niña cuando la dejaste en el convento apenas si alcanzó para mantenerla. St. Margaret's no es una casa rica. Y ella es una sierva de Dios.
– Era una niña feísima -dijo Henry, sombrío-. Las niñas de Mavis son bellezas, todas, pero igual necesitarán buenas dotes.
– Las que sin duda tú pensabas ordeñar de los recursos de Friarsgate -observó Richard, cortante-. Otterly tiene buenas tierras, Henry. Es pequeño, pero fértil. Hace años que te has servido en abundancia del ganado de aquí, Henry. Tus ovejas y vacas tendrían que ser buenos y deberían dar sus dividendos. Haz todavía más próspera tu casa. Tus hijas algún día tendrán las dotes que merecen. Son pequeñas aún y, si eres diligente, tendrás tiempo. ¡Eres un Bolton, Henry! ¿Dónde está tu orgullo? Parece haber desaparecido en el medio de tu búsqueda por lo que no te pertenece.
– ¿Convertirte en sacerdote te ha hecho olvidar de dónde provienes, bastardo? -le dijo Henry a su hermano mayor.
– Nuestro padre me dio la vida en el vientre de su amante, es cierto, Henry, pero nuestro padre que está en los cielos me hizo igual a cualquier hombre. También quiero recordarte que tanto nuestro padre como tu madre trataron a todos los hijos con amor -respondió el sacerdote.
– Seguramente quieres emprender en breve tu regreso a Otterly -dijo Edmund, interrumpiendo-. ¿Quieres que el cocinero te envuelva un poco de pan y carne para el camino? Ah, aquí está tu hijo.
– Tengo hambre -anunció en voz alta el niño, trepándose a la mesa grande-. Mi madre siempre me da avena y crema de mañana.
– ¡Tu madre no está! -exclamó su padre-. ¡Nos vamos!
– Pero tengo hambre -repitió el niño.
– Entonces, siéntate y come lo que yo dejé -gritó su padre, agarrando a su hijo y sentándolo con fuerza en una silla.
Henry hijo metió la cuchara en el plato de pan donde le habían servido a su padre.
– Está frío -lloriqueó.
– ¡Entonces no comas! -rugió Henry padre.
– ¡Pero tengo hambre!
– Que le traigan al niño Henry avena caliente -dijo Rosamund, que entraba en la sala y había oído el alboroto-. Tío, toma un poco de vino. Te aliviará el dolor de cabeza. Padre Richard, te agradezco por la misa de esta mañana. Fue muy lindo volver a oír misa en nuestra pequeña iglesia.
– ¿Querrías que te enviara un sacerdote joven, sobrina? -preguntó-. Hay un muchacho en St. Cuthbert que sería perfecto, creo. No debería faltar un sacerdote en una casa señorial como Friarsgate. Una pequeña remuneración y su mantenimiento bastarán para el padre Mata.
– ¿Mata?-preguntó Henry Bolton, con recelo-. Es un nombre escocés.
– Sí -respondió Richard.
– ¿Quieres traer a un escocés a Friarsgate? ¿Estás loco? Tú sabes que no se puede confiar en los escoceses.
– Es un sacerdote, Henry -fue la serena respuesta.
– ¡Sacerdote o no, tendrá parientes de su mismo clan ansiosos por robarnos nuestras ovejas y vacas! ¡No lo permitiré, Richard! -anunció Henry.
– Mata es hijo de una muchacha escocesa, hija bastarda del Hepburn de Claven's Cairn, y de un soldado inglés -explicó Richard-. Ha sido criado en St. Cuthbert y no tiene nada que ver con ningún clan. La madre murió en el parto, Henry. Es tan inglés como tú. Antes de morir, la madre pidió que lo llamaran Matthew, pero con la forma escocesa, para que el niño conociera su linaje. Es un joven muy amable y servirá bien en Friarsgate.
– Y la decisión no está en tus manos, tío -dijo Rosamund-. Edmund, ¿qué piensas?
– Me gustaría que volviera a haber un sacerdote -respondió Edmund-. Hay muchos matrimonios para celebrar, y unas cuantas criaturas que no han sido bautizadas.
– Pero… ¿un escocés? -repitió Henry.
Edmund atravesó a su hermano menor con una mirada feroz.
– Dice Richard que este sacerdote será bueno para Friarsgate. ¿Alguna vez fue desleal a los Bolton nuestro hermano, Henry?
– Yo recibiré con gusto al padre Mata -intercedió Rosamund.
– Enviaré a Mata, sobrina -dijo Richard con una pequeña sonrisa.
Rosamund se volvió a su tío Henry.
– Tengo trabajo que hacer, tío. Hay que distribuir semilla y quiero supervisarlo. Te deseo un regreso seguro a tu casa. Envíale mis recuerdos a tu buena esposa y a mis primitos. -Entonces miró directamente a Henry hijo-. Adiós, niño -y salió deprisa de la sala.
– Me alegro de no tener que casarme con ella -dijo el pequeño sin dejar de comer.
– ¡Cállate, imbécil! -gritó su padre, salvaje. Apretó la copa que le habían puesto delante y bebió el vino, pero, pese a lo que había dicho Rosamund, no se sintió mejor.
CAPÍTULO 04
Owein Meredith se sorprendió al enterarse de que, si bien carecía casi por completo de la educación de la Corte, su joven anfitriona era versada en muchas otras cosas. Creyó que ella no sería realmente feliz en ninguna parte que no fuera Friarsgate. Rosamund Bolton se había convertido en parte integral del señorío. Pese a su juventud, los arrendatarios y trabajadores la respetaban. En esto, su tío Edmund y su fallecido esposo Hugh Cabot habían tenido éxito. Una vez que Henry Bolton se hubo ido, todo se hacía en la casa solo en nombre de Rosamund, algo que reforzaba su posición como heredera de Friarsgate.
Desde la primavera, Owein la había observado, fascinado, supervisando cada faceta de la variada vida de la finca. Friarsgate era prácticamente autosuficiente. Se cultivaban diversas variedades de cereales, vegetales y frutas. Rosamund decidía qué campos se sembrarían y cuáles quedarían en barbecho. Ella decidía el plan de poda. Se criaba ganado por la leche y la carne, para venta o trueque. A sugerencia de Hugh, Rosamund se interesó en la cría de caballos. Pero las ovejas eran la mayor fuente de ingresos de la finca, pues la lana de Friarsgate era muy apreciada.
La propiedad tenía un pequeño molino con un molinero residente. Había una pequeña iglesia y una casa para el sacerdote que ahora estaban limpiando, preparándola para la llegada del padre Mata. Había prados y pasturas para el ganado, los caballos y las ovejas. Había bosques, praderas y bosques comunes, donde la gente de Rosamund podía cazar y pescar o apacentar sus propios animales. Casi todos los arrendatarios de Friarsgate habían sido siervos feudales, pero el abuelo de Rosamund los había liberado. Si bien algunas familias se habían ido de Friarsgate en busca de fortuna, casi todas se quedaron como hombres y mujeres libres.